José, un vecino de Torreforta de más de 90 años, acaba de ser reconocido con un grado I de dependencia, el más bajo. Ese nivel se aprueba en aquellas personas que necesitan ayuda al menos una vez al día en cuanto a actividades básicas o tiene necesidades de ayuda intermitente.
José no puede hacer nada solo: ni comer, ni cocinar, ni siquiera ir al lavabo o salir a la calle. Dos de sus cuidadores se quejan de que la valoración no haya reconocido un grado de autonomía más alto: «No lo entendemos. Le hace falta ayuda para todo, y hay que estar pendiente prácticamente todo el día. No comprendemos por qué la valoración es tan a la baja».
Es una queja recurrente y común en aquellas familias que han solicitado la ayuda de la dependencia.