La falta de una verdadera política cultural en Tarragona diluye la oferta

Festivales sin una continuidad, equipamientos cerrados por su mal estado de conservación y una comunicación insuficiente penalizan a un sector que nunca se ha mimado a nivel presupuestario

22 diciembre 2019 11:30 | Actualizado a 22 diciembre 2019 11:42
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Que la cultura no se ha mimado en Tarragona es un hecho irrefutable. Prueba de ello podemos verlo en la encuesta que ha realizado recientemente el Diari de Tarragona y en la que 9.234 tarraconenses evaluaban los servicios públicos de la ciudad. La pregunta relacionada con la oferta cultural es la que obtenía la segunda calificación más baja. Sobre esta materia, un 75% de los participantes suspendía la situación –un 38% le ponía un ‘3’ y un 37% un cero–. Y es que, la nota media con la que los internautas puntuaron este ítem era de un 2,95, tan solo por delante de las facilidades de aparcamiento, que sacaba un pobre 1,8.

¿Realmente es tan mísera la oferta cultural de la ciudad? Si nos fijamos en la agenda de ayer vemos que a lo largo del día estaban previstas hasta una decena de actividades musicales, principalmente relacionadas con la Navidad. También había danza, con el Esbart Santa Tecla, y a las 21 horas de la noche coincidían dos obras de teatro. Una protagonizada por el humorista Toni Moog, en el Palau de Congressos, y la otra ‘El sr. Marcel·lí fa de Capri i el sr. Bohigues, no’, en el Teatre Tarragona.

En el apartado musical destacaba también la actuación de ‘Mishima’ en la Sala Zero, mientras que en estos momentos se contabilizan hasta una quincena de exposiciones repartidas por diferentes espacios de la ciudad. «Hay un mantra que se ha instalado en el imaginario colectivo y que se va repitiendo sin saber el qué. Seguramente sí, hay cosas que son mejorables, pero realmente la oferta no es tan mala como dice el imaginario colectivo», asegura Ángel Lopera, co-propietario de la Sala Zero. Este espacio inició en 2012 una programación estable de conciertos que ahora mismo garantiza cien noches de música en directo al año, con la participación de unos 170 grupos y entre 12.000 y 14.000 espectadores.

El fotógrafo Pep Escoda mantiene un punto de vista similar. «A veces es imposible llegar a todo. El otro día coincidía la presentación de un libro con un par de exposiciones y, en definitiva, lo que pasa es que la gente tampoco hace vida cultural, pero sí que es verdad que sería necesario reorganizar todas las actividades para llegar a un público más amplio», apunta el fotógrafo afincado en la Part Alta.

Ciudad media

La programación y oferta no es comparable con la de grandes capitales como Barcelona, pero sí que es homologable a la de ciudades de tamaño medio como pueden ser Girona, Reus o Manresa. A nivel cuantitativo, la percepción es más baja de lo que realmente se corresponde con la realidad. Otra cosa es la calidad. Y aquí no es que Tarragona tenga una oferta de segunda, sino que Girona, por ejemplo, ha conseguido hacerse un sitio con festivales de prestigio internacional como el Temporada Alta, que cuenta con el apoyo del Departament de Cultura y tiene a la Caixa como uno de sus principales patrocinadores. Esto ha potenciado su singularidad y autoestima.

«Al final el Temporada Alta sale de una iniciativa privada y detrás de este festival hay muchos años de trayectoria, que es lo que acaba generando este tipo de situaciones», afirma el alcalde de Tarragona, Pau Ricomà, quien asumió personalmente la cartera de Cultura para situarla en uno de los ejes estratégicos del nuevo Ejecutivo.

Este certamen nació en el año 1992 con cuatro obras, veinte funciones y un presupuesto inicial de 46.270 euros. La edición que finalizó hace tan solo unos días ha constado de 95 espectáculos, 47 estrenos, 243 funciones y un presupuesto de 3.564.457 euros, de los cuales un 45,6% proceden de aportaciones públicas, un 30,62% de los patrocinadores y un 23,78% de la venta de entradas.

«Girona cuenta con una actividad cultural más estructurada y desarrollada», argumenta Lopera. Un punto de vista en el que coincide mucha gente del sector, quien asegura que uno de los principales problemas de Tarragona ha sido la falta de una estrategia y una política cultural de ciudad, con unas prioridades y un rumbo fijo.

El ajuste presupuestario en este ámbito fue especialmente severo hasta el punto que se cuestionó la continuidad de festivales como el REC y el SCAN, e incluso llegó a plantearse la posibilidad de que Tarraco Viva fuera bienal. Mientras la cultura popular ha vivido unos años de esplendor que han situado Santa Tecla como una de las fiestas mayores de Catalunya más potentes, el Festival d’Estiu del Camp de Mart ha aparecido y desaparecido de la agenda según el momento.

Esta escasez de recursos se ha traducido también en una falta de mantenimiento y de inversión para equipamientos singulares como el propio Camp de Mart y el Teatre Metropol. Sin olvidar la caída de una parte del techo del Teatre Tarragona, que obligó a cerrar este equipamiento durante más de siete meses.

Más sinergias

«En los últimos diez o quince años, no ha existido una gestión cultural enfocada a educar a la gente a consumir cultura», afirma David Aragonès, profesor de secundaria, programador «por amor al arte» y miembro de la Associació Cultural Anima’t. Es crítico con la situación actual ya que asegura que «las agendas culturales de hace quince años eran más ricas a nivel de contenido y de calidad» y que esto lo que está provocando es una «pobreza cultural a nivel de ciudad». «Es básico educar al público con una programación estable y si no está pasando es por culpa de la administración», argumenta.

Profesionales que han tenido que buscarse la vida lejos de Tarragona para despuntar, dificultades en sacar adelante proyectos por la falta de una colaboración público-privada más estrecha y un déficit de comunicación y/o de sinergias para crear una oferta conjunta. Son algunos de los problemas de los que habla la gente que conoce bien el sector.

«Llevamos unos cuantos años con un cierto descontrol y sería necesario poner un poquito de orden y potenciar aquello que realmente funciona», defiende Àngel Òdena. El barítono concreta lo que entiende por potenciar. «Si tenemos un auditorio, dos teatros, la Trono, el Magatzem, por qué no hay una coordinación entre los diferentes espacios de artes escénicas, también con el Camp de Mart, y empieza a trabajarse en red, de forma que todo el mundo tuviera claro qué se hace en cada sitio».

Más de cuatro millones de euros

El fotógrafo Pep Escoda habla de la necesidad de una «hoja de ruta» que permita rediseñar una política cultural de la ciudad. Por su parte, Ángel Lopera apela a la necesidad de «poner en común ideas, objetivos y estratégias entre la esfera pública y la privada».

Ricomà defiende que quiere poner la cultura de Tarragona en un nivel alto. Para ello ha diseñado una línea de trabajo que se basa en cinco puntos y que quiere poner en marcha como responsable de este área. Uno de estos pasa para que los centros cívicos de la ciudad «estén equipados de forma que haya una programación continuada, generada a partir de las propias inquietudes de los colectivos».

El máximo representante municipal también habla de «ayudar y socorrer a la gente que quiere dedicarse a este ámbito». Y concreta que esto pasa también por situar la ciudad en las redes de creación nacional. Entre el gasto corriente y las inversiones, el Àrea de Cultura dispondrá el año que viene de un presupuesto de 4,4 millones de euros. Una de las partidas más significativas es la prevista para reformas en los teatros y edificios culturales, la cual asciende a 507.200 euros. Asimismo, 2020 debe ser el año en el que el Centre d’Art empiece su nueva etapa, en la que estará dividido por tres emplazamientos diferentes.

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