La soledad se instala entre los mayores en verano

Los que tienen una red social reducida ven como se hace aún más pequeña en vacaciones. El Ayuntamiento está haciendo un diagnóstico puerta a puerta para ver sus necesidades

23 julio 2021 17:30 | Actualizado a 24 julio 2021 06:00
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El teléfono de Magda Civit no para. Es coordinadora de la asociación Amics de la Gent Gran en la demarcación de Tarragona y reconoce que el verano, tan esperado por muchos, suele ser un momento complicado para las personas mayores que viven o se sienten solas. Las llamadas que está atendiendo buscan que ninguna de las personas mayores que acompañan se quede aislada estos días.

Los voluntarios de la entidad acompañan en la ciudad de Tarragona a 15 mayores (75 en el conjunto de la demarcación) y explica que quienes sufren soledad ya tienen una red social muy reducida y en verano su situación se agrava cuando las personas de su círculo se van de vacaciones. «Hacen frente a olas de calor sin poder salir a la calle o solo tener la posibilidad de mantener una conversación que rompa el silencio de su casa», dicen desde la entidad.

Y es que, incluso los voluntarios, muy constantes a lo largo del año, toman vacaciones, se van de viaje, o tienen menos tiempo para compartir porque algunos son abuelos y les toca cuidar de los nietos.

Se necesitan voluntarios

Civit aprovecha entonces para decir que «siempre se necesitan voluntarios», pero en especial por estas fechas. Se pueden comunicar con ella en el teléfono 619 43 81 32 correo mcvict@amicsdelagentgran.org.

La mayor parte de las personas que acompañan son mujeres mayores de 75, muchas viudas, que viven solas o en una residencia y que llegan derivadas por Serveis Socials.

Aclara, eso sí, que la idea es hacer un acompañamiento emocional. Los voluntarios no van a hacer labores domésticas ni de asistencia, solo a darles compañía.

«El año pasado fue horroroso», recuerda Civit, por lo que, apenas pudieron, recuperaron las visitas presenciales. Cada pareja se pone de acuerdo en la actividad que quieren hacer, pero siempre se intenta salir de la casa o la residencia porque en esos paseos loa mayores también conocen y se relacionan con las personas de su entorno.

La pandemia ha complicado las cosas, pero por Sant Joan hasta consiguieron volverse a reunir como antes y dar un paseo en la Golondrina. «Fue muy bonito, estuvieron contentos de reencontrarse y también se acordaron los que han fallecido», explica. No obstante en los últimos días ha notado un retroceso: «los mayores y los voluntarios vuelven a tener miedo», reconoce.

‘Nos matarán de pena’

Núria Vergés, trabajadora social y coordinadora del programa de acompañamiento ‘Ara al teu costat’ de Cáritas Diocesana de Tarragona, está de acuerdo con Civit: el confinamiento hizo mucho daño y recuperar la actividad costó «mucho amor y cariño... Después de seis meses encerrados, nos encontramos gente con depresión y ansiedad».

Los voluntarios también tuvieron que superar el miedo a contagiar a las personas que acompañaban. «Los mayores tenían ganas; nos decían con razón: ‘De tanto cuidarnos nos vais a matar de pena’...»

Hubo personas que después de seis meses les costó mucho volver a salir. «pero ahora esperan a los voluntarios en el portal».

A través el programa se acompaña a una veintena de personas en la ciudad. Unas llegan derivadas de Serveis Socials y otras por el boca oreja, de una vecina que comenta a otra lo bien acompañada que va y ésta le responde que se trata de una voluntaria.

Aquí también hacen falta voluntarios (contactar en el voluntariat@caritasdtarragona.cat). Y eso que la pandemia ha servido para que más personas se interesaran por esta labor, especialmente jóvenes. Durante el verano lo que intentan es seguir hablando por teléfono o por videollamada aunque estén de vacaciones.

Justamente con el fin de conocer la situación de las personas mayores que viven solas el Institut Municipal de Serveis Socials (IMSST) puso en marcha en mayo una campaña puerta a puerta para conocer cuál es la situación de las personas mayores.

Diagnóstico puerta a puerta

La concejal Inés Solé, presidenta del IMSST, explica que la acción comenzó por la part Baixa porque es la zona de la ciudad donde, según el padrón, viven más personas mayores de 80 años. La intención, no obstante, es replicar la experiencia en otros barrios de la ciudad.

El proyecto se ha puesto en marcha gracias a un convenio con Creu Roja, que tiene una amplia experiencia en este ámbito. La intención es doble, explica Solé, por una parte hacer un diagnóstico y por otra dar a conocer a los mayores los recursos que hay a su alcance. Es, además, una forma de detectar casos que necesitarían atención y de los que los servicios sociales no tienen conocimiento. La soledad y el riesgo de aislamiento están entre los aspectos que se estudian.

De momento se han realizado 196 encuestas, todas a mayores de 80 años, en las que el 60% son mujeres y el 40% hombres. La persona más mayor de entre las entrevistadas tiene 99 años.

Maria Jesús Costa, coordinadora de atención a la Gent Gran del IMSST explica que, aunque prácticamente no se han encontrado apenas casos en los que haya sido necesario activarse con urgencia sí que han tenido que contar con más tiempo para las encuestas porque una vez que los técnicos entran en las casa los mayores tienen una gran necesidad de hablar «y eso en sí mismo ya es significativo», dice.

Solé comenta que la experiencia está siendo «muy provechosa para saber el estado de los mayores, pero también nos permitirá hacer una campaña de sensibilización para toda la sociedad. « Estos abuelos nos han cuidado y ahora nos toca a nosotros cuidarlos a ellos».

Justo antes de la pandemia, a finales de 2019, Tarragona se disponía a poner en marcha el proyecto Radars que ya funciona en ciudades como Barcelona y que consiste en que la comunidad, desde las asociaciones hasta los comercios de barrio, están pendientes de los mayores que viven solos y de su situación.

La covid, no obstante, vino a cambiarlo todo y el programa tendrá que reactivarse teniendo en cuenta las medidas sanitarias.

No obstante, explica Costa, la misma pandemia vino a demostrar que crear una red comunitaria no solo es necesario, sino que es posible. «Los comercios funcionaban como voluntarios llevando el pan a quien no podía ir a buscarlo y los vecinos estaban pendientes de aquel señor mayor que vive solo y que sus hijos están en otra ciudad. Por un tiempo tuvimos una especia de Radar informal. Fue de las cosas más positivas que nos dejó la pandemia», sentencia.

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