Llorenç Mairal: «Hay que ser más estrictos de lo que nos prohiben»

Poder disponer de profesionales en condiciones para hacer frente a las olas que vengan, es una de las principales preocupaciones del director del Hospital Joan XXIII, Llorenç Mairal

20 diciembre 2020 12:15 | Actualizado a 20 diciembre 2020 12:23
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Los hospitales y los profesionales que hay dentro se han convertido en los héroes principales de esta pandemia. La lucha a primera línea de fuego se está haciendo larga. El viernes, el Diari, conversó con el director del Hospital Joan XXIII de Tarragona, centro de referencia de la demarcación.

Él es el doctor Llorenç Mairal. Licenciado en Medicina y Cirurgia por la UAB, cuenta con una dilatada formación en gestión hospitalaria. Es especialista en Medicina Nuclear. Se trata de un perfil más bien técnico que, desde el primer momento, ha estado al pie del cañón en la lucha contra la Covid-19. Conoce el hospital como la palma de su mano. El doctor Mairal concede su primera entrevista desde que tomó el cargo, el pasado mes de junio.

¿El hospital está colapsado?

No. De hecho, referente a los pacientes hospitalizados por infección de Covid-19, estamos mejor que hace tres o cuatro semanas, cuando detectamos el momento más álgido de la segunda ola. Ayer –jueves para el lector–, teníamos 17 enfermos de Covid-19 o por sus consecuencias. Hay que pensar que nosotros siempre somos los últimos en ver reflejados los datos. El paciente se contagia, pasa unos días en casa y luego ingresa si es necesario. Eso explicaría que la gravedad en los datos epidemiológicos todavía no tienen una repercusión clara en el hospital. Por otro lado, hay que tener en cuenta que, actualmente, el 70% de los pacientes en la UCI del Hospital Joan XXIII, son no Covid-19.

¿Estamos ya inmersos en la tercera ola?

No lo sé. He oído mucho sobre esta discusión. Pero si fuéramos puristas no hablaríamos de la tercera ola, ya que en ningún momento hemos llegado al bajo nivel de incidencia que llegamos al final de la primera, cuando prácticamente no contábamos con ningún hospitalizado por Covid-19.

¿Cómo se encuentran los profesionales de la casa?

Cansados, muy cansados. No han tenido tiempo de descansar entre la primera y la segunda ola. Les hemos pedido un esfuerzo muy importante durante todo este tiempo.

¿Están tocados anímicamente?

Sí. Hay algunos que han sufrido unas consecuencias importantes, como no podía ser de otra manera. También cabe destacar que no es uniforme en todo el hospital, dependiendo del grado de implicación. No nos engañemos, el gran peso asistencial ha caído en el personal de enfermería. Pero tampoco podemos olvidar el resto de profesionales, como el servicio de limpieza o los servicios generales. Han demostrado ser esenciales.

¿A nivel hospitalario, han sido distintas la primera y la segunda ola?

Evidentemente. En marzo no sabíamos a qué nos enfrentábamos ni cómo teníamos que reaccionar, a pesar de que gracias a la menor afectación en nuestra región, pudimos planificar un poco más y nunca nos superó la pandemia. La segunda ola ha sido más previsible y hemos contado con cierto tiempo para prepararnos. La principal diferencia es que durante la primera ola el país se cerró y todo el mundo se focalizó en la lucha contra el coronavirus. Ahora, compatibilizamos la asistencia del enfermo Covid con la del paciente no Covid. Esto último requiere de mucho esfuerzo.

¿Cómo ha cambiado el hospital desde la llegada de la pandemia?

Yo no hablaría de cambios, hablaría mejor de adaptación. Uno de los ejemplos es que antes de llevar a cabo cualquier intervención quirúrgica programada, el paciente debe realizarse una PCR. Antes no era así y esto ha implicado rediseñar algunos de los circuitos internos del hospital, tanto de la parte asistencial como administrativa. Cuando hablamos de adaptación no podemos obviar el papel de los profesionales de medicina interna y de la UCI, en los que ha caído el peso mayoritario de la pandemia. Para hacerse una idea, siempre habíamos trabajado en dos UCI, actualmente tenemos activas cuatro. En el momento álgido de la primera ola llegamos a tener seis. Cerramos y abrimos en función de las necesidades.

«El cierre del país tuvo consecuencias como la demora en diagnósticos que, semanas o meses más tarde, se acabaron haciendo»

¿Estas adaptaciones, como usted dice, han llegado para quedarse?

Esperemos que no. Tengo la esperanza de que llegue el día que la Covid-19 desaparezca. Pero lo que tengo claro que estos circuitos se mantendrán, al menos, durante unos meses.

¿Cuál destaca como el momento más duro de lo que llevamos de pandemia?

Al principio había desconocimiento, pero no del hospital, sino del sistema sanitario en general. Recuerdo que no disponíamos de pruebas diagnósticas y, cuando necesitábamos una, teníamos que pedir autorización. Ahora, realizamos unas mil PCR al día. Imagina. Cuando hablo de desconocimiento me refiero, por ejemplo, a que reforzamos el servicio de Urgencias porque pensábamos que la demanda sería alta. Y pasó todo lo contrario: cayó más de un 40%.

¿La Covid-19 ha retrasado algunos diagnósticos?

Evidentemente. Sobre todo durante la primera ola. El cierre de país tuvo consecuencias como la demora en diagnósticos que, semanas o meses más tarde, se han acabado haciendo con la enfermedad más evolucionada.

¿Y las listas de espera? Han crecido y crecido.

Los profesionales están haciendo un esfuerzo muy importante para compensar la caída de la actividad durante los primeros meses de pandemia. Ahora hablo específicamente de la actividad quirúrgica. Estamos yendo a operar a otros hospitales de manera extraordinaria. El dato está alrededor de mil pacientes que ya hemos intervenido en otros centros de la región sanitaria. Además, estamos operando los sábados. Compatibilizar las tareas es la autentica complejidad de esta segunda ola.

«Los profesionales están cansados, muy cansados. No han tenido tiempo de descansar y les hemos pedido un gran esfuerzo»

¿Los hospitales sacarán alguna cosa buena de todas estas dificultades?

Supongo que la capacidad que los profesionales han demostrado para adaptarse y responder a las necesidades de cada momento. 

¿Se siente orgulloso del papel qué ha hecho el hospital que dirige?

Mucho. Cuando oigo que se habla de la falta de respiradores y de camas, me molesta un poco. Al fin y al cabo se trata de equipamientos, cosas materiales. Lo que realmente me preocupa a mí es poder disponer de profesionales formados, preparados y en las condiciones físicas y psicológicas adecuadas para dar respuesta a las olas que vengan por delante.

¿Y la población puede estar tranquila en este aspecto?

Sí, pero hay que tener claro que el sistema tiene los profesionales que tiene. Y el personal no puede formarse ni en dos meses ni en tres años. Como mínimo necesitan de cuatro a seis años. Los respiradores se pueden comprar, los profesionales no. Y esto es una realidad innegable.

«Mis cálculos son que el impacto de la vacunación tendrá sus primeras repercusiones en el hospital a mediados del año  que viene»

¿Actualmente, la actividad no Covid funciona igual que en enero de 2019?

No. Los profesionales son los que son. O hacen una cosa o hacen otra. No hay más. Sino, estaría diciendo que en una situación normal habría personal que no haría nada. Y no es verdad. A pesar de ello, cabe destacar que, en cuestión de un año, hemos incorporado 200 profesionales nuevos al Joan XXIII.

¿Cree que la llegada de las vacunas descongestionará los hospitales?

De forma inmediata no. Mis cálculos son que el impacto de la vacunación tendrá sus primeras repercusiones a mediados del año que viene. Antes de seis meses, nada de nada.

¿Por lo tanto, qué debe hacer la población durante estos seis meses ?

Muy claro. Tenemos que seguir unas medidas más estrictas de las que las autoridades han prohibido. No solo para proteger el sistema sanitario, sino para protegerse a uno mismo, ante todo. Ahora hablo por mí: ni pensamientos de reunirme con diez personas durante estas Navidades. Es importantísimo reducir la interacción social. Entiendo que necesitemos relacionarnos, pero si no tomamos medidas, aumentará el contagio entre la población. Pensar que nos infectamos, mayoritariamente, en el ámbito familiar y en el de amigos. Es cuando cogemos confianza y nos saltamos las medidas más elementales, como la mascarilla y la distancia. Es momento de protegernos.
 

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