Los restaurantes apenas informan de alérgenos en la carta

En un recorrido por 12 locales, sólo en tres había un cartel con información. Los pacientes creen que se ha avanzado, pero aún no se sienten seguros

19 mayo 2017 21:32 | Actualizado a 22 mayo 2017 12:09
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«Ese día nos levantamos de la mesa enfadados y con hambre... Ese camarero no entendió que saber si la vinagreta de la ensalada tiene o no frutos secos para mí es un asunto de vida o muerte». Así relata Laura, alérgica, su visita frustrada a un restaurante hace ya meses. «Todavía no nos sentimos seguros de ir a comer fuera. Aunque hay una ley que obliga a informar, yo todavía no me fío».

Laura se refiere a la normativa europea que entró en vigor en diciembre del año pasado y que obliga a todos los restauradores a informar de la presencia de 14 sustancias (hay muchas más) que pueden causar alergias alimentarias o intolerancias. La ley incluye multas de entre 5.000 y 600.000 euros.

No obstante, en los meses de aplicación de la norma, los cambios en los establecimientos apenas son visibles. Durante un recorrido por 12 bares, restaurantes, cafés y flecas de una misma calle céntrica de Tarragona, por ejemplo, sólo encontramos tres establecimientos con un cartel avisando de que el personal disponía de información sobre los alérgenos de los platos.

 

Información dispar

Indagando más allá del cartel, encontramos que las formas de organizarse en cada local eran de lo más variadas, ya que la normativa europea permite que la información se ofrezca tanto por escrito como de manera oral.

Sólo en dos casos dijeron disponer de información detallada por escrito de los ingredientes. Es el caso de Jordi Rodríguez, que tiene información por escrito de los alérgenos de cada una de las 40 tapas que sirve. «Aprendérmelas de memoria habría sido imposible y prefiero no jugármela», dice. En otros casos, por ejemplo, cada vez que un consumidor pregunta, el camarero va a indagar a la cocina. Algo más difícil, reconocen, es en los sitios donde no hay una carta cerrada.

En uno de los locales visitados el dueño mostraba dos certificados; «me costaron 420 euros cada uno», explicaba. En los diplomas se certificaba que la cocinera y un camarero habían hecho un curso sobre la norma. «Sólo me llamaron desde una empresa en Sevilla, me indicaron unos libros que tenía que leer en internet y ya más nadie me preguntó nada»... Contrario a lo que le informaron, el supuesto curso no es obligatorio.

 

Contentos pero cautos

Fernando Jaime Soler, presidente de Immunitas Vera, asociación de alérgicos alimentarios y al látex de Catalunya, entidad con más de 12 años de trabajo, reconoce que la aprobación de la ley les parece positiva, «aunque todavía no nos permite ir tranquilos a los restaurantes; recomendamos prudencia». Eso sí, creen que la norma sí ha sido un paso muy importante para dar visibilidad a los consumidores con alergias. «Por fin conseguimos que no se nos vea como un grupo de marcianos y madres histéricas».

Eso sí, de la ley a la aplicación todavía hay un trecho. «Falta información y formación», explica, a la par que señala que no basta con saber los componentes de un plato, sino las posibilidades de contaminación. «Debemos explicarle al restaurador, por ejemplo, que a un alérgico a los guisantes no le basta con que le quiten los guisantes de una preparación, porque el resto del plato ya estará contaminado», reseña. Apunta que hay personas que pueden sufrir síntomas sólo con los vapores de la cocina. «Muchos padres tienen que avisar antes a los restaurantes de que llevarán a un niño alérgico con su túper y sus cubiertos, algo que no siempre les hace gracia».

El caso extremo, explica, lo vieron este verano en algunos chiringuitos de playa donde se colgaban carteles anunciando que «podría haber trazas de todo en todo... Esto no es justo para el consumidor», apunta.

A los restauradores les aconseja asesorarse bien para no ser víctimas de la picaresca y «hacer las cosas bien». Asegura que, si es el caso, «somos un público muy fiel».

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