48 sobre 100, o lo que es lo mismo: un suspenso. Esa es la calificación que dan los tarraconenses a su sistema de recogida de basuras. Lo dice una encuesta de satisfacción de la Organización de Consumidores y Usuarios, OCU. La misma ya se realizó hace cuatro años y en este tiempo hemos perdido 9 puntos. Obtenemos la peor nota de todas las capitales catalanas y los datos nos dejan por debajo de la media de las 60 ciudades españolas analizadas que, en conjunto, aprueban con 53 puntos raspados.
Bilbao fue valorada como la ciudad que mejor gestiona los residuos tras obtener 74 puntos sobre 100, cuatro más que en la encuesta anterior, la de 2015. Le siguen Pamplona y Oviedo. Por contra, la peor nota la saca Alicante, con 35 puntos, seguida de Jaén y Huelva.
La fuente del estudio son las respuestas dadas por los socios residentes en las ciudades analizadas y los cuestionarios devueltos por los 46 ayuntamientos que se avinieron a participar (Tarragona sí aportó información).
El análisis concluye que «tendremos que esprintar», porque la Unión Europea estableció que en 2010 el 50% de los residuos debería recuperarse por la vía del reciclaje o el compostaje y España está en el 30%.
¿Fatiga recicladora?
Pero ¿qué está haciendo que los vecinos valoren peor el sistema de recogida? La OCU apunta que por un lado, puede que los ciudadanos, primer eslabón de la cadena de reciclaje, estén más concienciados de la importancia del reciclado y sean más críticos al ver con detalle cómo se gestiona. «Pero también es posible que haya quien expresa descontento porque tiene cierta ‘fatiga recicladora. A los ciudadanos se nos exige una esfuerzo cada vez mayor: hay que aprender qué va en cada cubo, encontrar sitio en casa para alojar cuatro o cinco tipos de basura diferente... Y este esfuerzo no nos parece bien correspondido: la información que se recibe antes de separar y la que nos llega después , acerca de la suerte que han corrido los residuos es muy deficiente». Los encuestados en Tarragona, de hecho, dan a este aspecto un 37 sobre 100.
No es un asunto menor: el 90% de los encuestados cree que separaría mejor si estuviera bien informado y tuviera más garantías de que su esfuerzo es útil.
También reconocen que existe relación entre la percepción general de limpieza de la ciudad con la valoración de la recogida. En el caso de Tarragona aparece como la séptima ciudad peor valorada.
No es por falta de medios
Otro de los aspectos que valora la OCU es la cantidad de contenedores disponibles por habitante y, a priori, en el caso de Tarragona esto no es un problema.
De hecho, según los datos aportados por el Ayuntamiento, la proporción de vecinos por contenedor no es muy distinta, por ejemplo, a la ciudad mejor valorada, Bilbao. Allí hay 258 vecinos por cada contenedor de materia orgánica y aquí 228. En cuanto a los envases allí hay 237 y aquí 224. Estamos, de hecho por encima de la media española en número de contenedores por habitante.
Aquí se dispone, además, de 43 contenedores de recogida de aceite en la vía pública y 8 más en sedes de diferentes entidades, así como de 44 contenedores de ropa. También hay una deixalleria fija situada en el polígono industrial de Riu Clar y cinco deixalleries móviles que se distribuyen en 30 puntos de la ciudad.
Campañas de información
Desde la Conselleria de Neteja Pública argumentan, además, que en la ciudad se hace un seguimiento de los distintos servicios comerciales que tienen lugar en la ciudad y «cuando se detectan malas prácticas, las educadoras ambientales avisan a los comercios y restauradores»
En este sentido, el año pasado realizaron una campaña en los establecimientos de los barrios de Sant Salvador, Sant Ramon y Sante Pere i Sant Pau sobre la correcta separación de los residuos y la obligatoriedad de cumplir los horarios. Se informó a un total de 224 establecimientos.
También se realizó una campaña en los polígonos industriales de Riu Clar, Francolí y Entrevies. 232 empresas recibieron cartas informativas.
En cuanto al conjunto de la ciudadanía, recuerdan, se pusieron en marcha otras iniciativas como la campaña ‘Recicla vidre per elles’, en la que se donaba un euro por cada kilo de envases para la lucha contra el cáncer.