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    Maruja Aragoncillo o el alma de lo que fue la Escola Bonavista

    La protagonista de hoy fue durante años la directora del colegio público de Bonavista. El Ayuntamiento la reconoce como Filla Adoptiva de la ciudad por su implicación con el barrio y con los movimientos sociales

    14 febrero 2023 20:17 | Actualizado a 15 febrero 2023 07:00
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    Esta es la historia de Maruja Aragoncillo, aragonesa de raíces y tarraconense de corazón, que durante toda su vida ha defendido valores como la solidaridad y los servicios públicos. El papel de Aragoncillo ha sido tan importante para la ciudad, y sobre todo para el barrio de Bonavista, que hace unos meses el Ayuntamiento le otorgaba el título de Filla Adoptiva. Un reconocimiento que le queda pequeño tras conocer toda su trayectoria.

    Maruja Aragoncillo Ibáñez nació en 1951 en un pequeño pueblo de la provincia de Zaragoza, llamado La Granja de San Pedro. Ella es la mayor de cuatro hermanos y recuerda una infancia maravillosa en un pueblecito en el que no había ni luz. Tras un problema de salud de su padre, Aragoncillo y su familia se mudaron a Zaragoza, donde la joven empezó a estudiar magisterio. Acabó la carrera en Guadalajara y su primer trabajo fue en una escuela concertada del barrio madrileño Ciudad 70.

    Llegó a Tarragona en el año 1983, de una forma muy curiosa. Su hermana vino a pasar unos días de vacaciones a Tarragona. Sentada en un bar, periódico en mano, leyó que la Generalitat había abierto un plazo de interinidad para profesores. «Mi hermana me apuntó y me llamaron al cabo de poco», explica Aragoncillo. Su primer destino como maestra en Catalunya fue La Riba (Alt Camp). «Los niños me hablaban en catalán y yo no entendía nada. Mis compañeros me ayudaron mucho», recuerda la protagonista. Ya entonces, Aragoncillo se apuntó a clases para aprender catalán, ya que opina que «siempre debe tenerse consideración por la lengua del país que te acoge».

    Tras pasar por varios centros, acabó aterrizando en lo que sería su casa para el resto de su vida: Bonavista. «Allí cambió todo por completo. Cuando llegué a la escuela de Bonavista, la directora del momento estaba metida en muchos movimientos sociales, lo que me abrió la puerta en muchos sentidos. En esa época, Bonavista era un barrio luchador, de izquierdas, reivindicativo y muy conscienciado con la realidad», explica.

    Aragoncillo se jubiló hace 11 años. Vivió dos etapas en la escuela de Bonavista. La primera, en el año 1986, liderando un claustro de 16 mujeres muy comprometidas con el barrio. «Éramos una piña», recuerda. La reivindicación más destacada era la construcción de una nueva escuela que unificara la educación infantil con la primaria. Lo consiguieron en 1992, cuando Aragoncillo vivió su segunda etapa como directora.

    Si algo tuvo claro la protagonista de hoy es que los alumnos tenían que hablar el catalán. «Fuimos el primer barrio y la primera escuela que hicimos la inmersión total al catalán. Nos costó porque ni los alumnos ni los padres estaban preparados. Pero nosotras íbamos a por todas», explica Aragoncillo, quien sigue: «La inmersión lingüística es lo mejor que ha pasado en los barrios. Nos permitió conseguir la cohesión social. No queríamos grupos en catalán y otros en castellano». Después de mucha implicación, el colegio vio como, en la siguiente matriculación, todo el mundo quería la clase en catalán. Aragoncillo y su equipo lo habían conseguido.

    Otro de los caballos de batalla de la protagonista ha sido siempre la defensa de la escuela pública. «Es la única que garantiza la igualdad de oportunidades para todos los niños», asegura Aragoncillo, quien añade que «me da pena cuando ahora veo que algunos colegios se han convertido en monoculturales. La riqueza de la escuela pública es justo la multiculturalidad». Aragoncillo luchó mucho para que esto no pasara. Las administraciones quizás no tanto. Para ella, Bonavista ha sido «mi vida», y explica «que le pone triste ver como los nietos de aquella gente que luchó tanto por tener una escuela pública y de calidad, ahora lleven a sus hijos a una concertada o privada».

    La lucha social

    Desde que llegó al barrio, Aragoncillo se implicó de pleno en movimientos sociales, como la lucha feminista, la reivindicación de la casa de acogida o la oposición al cierre del centro de planificación familiar. Además, trabajó duro de la mano de los sindicatos USTEC y SOS Escola Pública. También formó parte del Consell Escolar Municipal, como representante de la voz de los directores.

    Actualmente, Aragoncillo es miembro de la ONG Entrepobles –que trabaja por el desarrollo de los pueblos–, y también forma parte de la asociación Amics de la Gent Gran. En esta entidad realiza un acompañamiento a una mujer mayor. La visita y salen juntas a pasear.

    Por todo ello, el año pasado, el Ayuntamiento quiso reconocer a Aragoncillo con el título de Filla Adoptiva de Tarragona. «No se si me lo merecía. Pero me ha gustado mucho porque es un premio también para todas aquellas personas que lucharon conmigo durante todos esos años», acaba la protagonista. Aragoncillo es una de esas tarraconenses que con su saber hacer y su esfuerzo constante han hecho grande la ciudad. ¡Gracias Maruja!

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