No, los adolescentes no están en el mejor momento de sus vidas

Dice Francisco Villar, psicólogo clínico y especialista en conducta suicida adolescente del Hospital Sant Joan de Deu, que: «si parece que tengo miedo, es que tengo miedo». Y las estadísticas le dan la razón: según datos de la Generalitat el suicidio es la segunda causa de muerte en jóvenes de 15 a 29 años en Catalunya.

Villar estuvo en Tarragona en una conferencia organizada por la Fundació Pere Tarrés en la que participaron unos 200 maestros y educadores. En la misma, conducida por la directora del Diari, Núria Pérez, participaron el director de la fundación, Josep Oriol Pujol y la directora de la delegación de Tarragona, Montse Vall.

Villar, autor del libro Morir antes del suicidio, quiso dejar una idea clara: no basta con quedarse en la idea de que se trata de un problema complejo sino que la prevención es posible.

Lo primero, aunque parezca obvio, es tomarse siempre en serio cualquier comentario en el que un chico o chica haga referencia a que quiera acabar con su vida. Explica que hay actitudes que los padres pueden interpretar como que su hijo adolescente quiere retarles o llamar su atención, pero el suicidio no es una de ellas.

Tanto si quien escucha estas palabras es un padre, un maestro, un entrenador, un amigo... La premisa es siempre buscar ayuda (el teléfono de prevención del suicidio 061 asesora no solo a la persona que se encuentra en esa situación sino también a su entorno).

Otra de las señales de alerta a las que hay que estar atento son las autolesiones, porque a través de ellas los adolescentes traducen «los problemas del alma en la piel» y hacen ‘trampa’ en vez de buscar las herramientas adecuadas para resolver sus problemas, dice.

A partir de allí cree que hay objetivos específicos para reducir el riesgo de suicidio y el primero de ellos es reducir el dolor. Para ello el primer paso es validarlo. Cuenta que para los adolescentes con los que habla escucharle decir que «la adolescencia es una mierda» es liberador. Es una oportunidad de explicarles que tenemos derecho a sentirnos mal. Cree que la era Mr. Wonderful de buscar la felicidad a toda costa «se nos está yendo de las manos».

Así pues, explica que pedirle a los hijos (especialmente si lo están pasando mal) que sean felices, no hace más que ponerles presión. Si se les dice además que su felicidad es la nuestra, la presión se multiplica.

El segundo aspecto a trabajar es la esperanza, pero una esperanza basada en posibilidades reales; conseguir que entiendan que se encuentran en un momento que pasará y dejará espacio a nuevas vivencias.

En tercer lugar habla de mejorar la vinculación, sentirse parte de algo. Aquí, dice, tiene un papel clave la escuela, pero también todas las personas del entorno. «Es aquel entrenador de fútbol o baloncesto que te dice que aunque no has podido entrenar el equipo te espera y cuenta contigo».

Y finalmente, aboga por «reducir la capacidad de suicidio», así literalmente. Un ejemplo sería vaciar el botiquín de los medicamentos, que no están al alcance de niños y adolescentes.

Pero tal vez el arma de prevención en la que más insistió es limitar el tiempo que pasan los chicos delante de las pantallas. Aquí fue categórico: «hay que legislar sobre el acceso a las nuevas tecnologías entre los jóvenes porque ningún menor de 16 años debería tener ni móvil ni redes sociales.

Basta explica, con entrar en el aparentemente inofensivo TikTok y ver el primer vídeo de gente que está triste, porque no tardarán en llegar los primeros mensajes pro suicidio.

061

Es el teléfono de prevención del suicidio. Funciona 24h. y puede llamar tanto la persona afectada como familiares, amigos o personas cercanas.