«Queremos vivir dignamente y acabar con la provisionalidad»

Los vecinos de la Ermita de la Salut esperan poder impulsar definitivamente la urbanización de la zona, en la que se generarán 136 viviendas. El coste es de unos tres millones

10 abril 2022 17:00 | Actualizado a 11 abril 2022 14:23
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Tan cerca y tan lejos, así se sienten los vecinos de la zona de la Ermita de la Salut que, a pesar de vivir a escasos ocho minutos del centro de Tarragona, no tienen ni contadores de agua individualizados y aún tienen fosas sépticas. Esta zona de parcelas, que se desarrolló en el lateral de mar de la montaña, en medio de huertos y zonas de cultivo, forma parte del Polígon d’Actuació (PA)-102, conocido también como el de las Parcel·les Iborra. En su costado oeste este sector limita con los terrenos en los que se está construyendo la futura escuela de L’Arrabassada, lo que significa que están a tocar del barrio más nuevo de Tarragona, cuando en la Ermita de la Salut ni siquiera hay aceras.

Cuando se anuló el POUM estaban a semanas de la aprobación definitiva del proyecto de urbanización. La sentencia del alto tribunal los obligó a volver a la casilla de salida y reiniciar la tramitación. «Tenemos ganas de poder vivir dignamente y acabar con esta situación de provisionalidad», apunta Enric Casasayas, presidente de la Associació Administrativa de Cooperació Ermita de la Salut. Este organismo se constituyó hace quince años, con el objetivo de impulsar la urbanización de la zona, aunque sus vecinos apuntan que «esta es una lucha que ya habían iniciado nuestros padres e incluso los abuelos». Hoy todavía no tienen una fecha para el inicio de las obras. «Si te dicen que tienes que vivir quince años así, quizás tomas una decisión. El problema es que siempre hemos tenido horizontes de tres o cuatro años y al final las semanas son meses y los meses años», lamenta Casasayas.

La urbanización no tiene alcantarillado y en la cima de la montaña hay un armario con los contadores de agua potable, desde los que salen las mangueras que llegan a las viviendas. Estas están al descubierto. No hay servicio de autobús y los vecinos denuncian un evidente riesgo de incendio, ya que hay parcelas que están abandonadas que tocan con el bosque. «La instalación eléctrica es muy precaria porque tan solo se hizo para cuatro o cinco viviendas», añade Casasayas. Ahora hay unas 45 parcelas en las cuales residen 28 familias, por lo que hay momentos en los que incluso encender la cafetera es complicado. Asimismo, al no estar urbanizada la zona no pueden concederse licencias y esto hace que haya obras paradas y otras se han hecho sin permiso.

Todos estos déficits deben arreglarse con el proyecto de urbanización que, por otro lado, pone el acento en la mejora de la movilidad de este sector. El actual vial de la Ermita de la Salut tan solo será de subida y tendrá una continuidad, con una nueva calle, de bajada, de ocho metros de ancho y que conectará con la calle Mercè Rodoreda. El proyecto también contempla la construcción de una red de alcantarillado, el soterramiento de los suministros y la habilitación de calles, con sus aceras. En total el polígono afecta a una superficie de 56.995 metros cuadrados.

Los propietarios serán los encargados de sufragar el coste de las obras, que asciende a unos tres millones de euros. Asimismo, el Ayuntamiento deberá ser el encargado de tirar del carro, ya que es un proyecto que se impulsa por cooperación y, por tanto, son los promotores. No ha sido fácil aglutinar todos los intereses. La junta de la Associació Administrativa reúne unos 40 propietarios, lo que representa un 70% del total y que suman el 90% del suelo afectado.

Con la urbanización del entorno, se genera la construcción de hasta 136 viviendas. En la parte baja del barrio, la que toca junto a la Vall de l’Arrabassada, podrán situarse las viviendas plurifamiliares, con una planta baja más un piso. La altura de los edificios se irá degradando a medida que uno suba a la montaña y en la parte de arriba se concentrarán las viviendas unifamiliares.

Durante el confinamiento muchas familias acudieron a la zona en busca de una vivienda. «Estamos en Tarragona, esto tendrá una demanda cuando esté todo arreglado. Se revalorarizará la zona», apuntan los vecinos. Ahora, algunas de las fincas están valladas e incluso alguna rata escapa corriendo a medida que detecta que alguien estorba su tranquilidad.

Los propietarios de la Ermita de la Salut aseguran que durante muchos años han tenido la sensación de que constantemente les decían «vuelva usted mañana». «Por primera vez tenemos la sensación de que hay voluntad de que siga adelante», indica Casasayas. Durante estos años han mantenido conversaciones con hasta cinco concejales de urbanismo. Ahora, el proyecto para la urbanización de este polígono se está redactando de nuevo a partir de las normas urbanísticas. «El POUM lo truncó todo cuando faltaba muy poco tiempo, por esto hemos querido acelerarlo con las normas, ya que ya tenemos la experiencia y el bagaje de todos los informes que se habían hecho, con las alegaciones y cambios, por lo que ahora lo que toca es ir rápido con la tramitación, para que pueda seguir adelante cuanto antes», indica el concejal de Territori, Xavier Puig.

Concretar calendarios en urbanismo no acostumbra a ser prudente. «Es un sector que desde hace muchos años se está esperando y creo que en los próximos meses veremos como avanza mucho», añade el tercer teniente de alcalde. El Ayuntamiento afirma que tiene interés en que se desencalle. En primer lugar porque supondrá «una mejora de las condiciones de vida» de los vecinos. También porque se generará vivienda en la zona de Llevant, «en un entorno que es urbano». Y, finalmente, porque generará «una mejora en la seguridad de la movilidad con los barrios colindantes, eliminando un embudo con un único punto de entrada y salida».

Esta será una nueva pieza en el puzzle que configurará el nuevo Llevant, con la finalización de la Vall de l’Arrabassada (PP-20), el futuro nuevo barrio del Nàstic (PMU-34) y el PMU-13b. «Tan solo necesitamos tener luz por la noche y estas cosas que tienen en cualquier otra parte de la ciudad», concluye Noemí Batista, secretaria de la asociación.

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