Salvados de la crisis inmobiliaria, pero viviendo de espaldas al AVE

En las inmediaciones de la estación se proyectaron miles de viviendas e incluso un parque tecnológico, unos proyectos que están en 'stand by' pero no en el cementerio

19 mayo 2017 17:06 | Actualizado a 21 mayo 2017 15:58
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Olivos, viña y algún almendro es lo que se encuentran los viajeros que llegan a la estación del AVE Camp de Tarragona. Una imagen que quizás puede sorprender la primera vez y que ahora mismo podría ser la de un barrio de viviendas fantasma si hubieran prosperado los proyectos que se diseñaron en este entorno.

Sobre la sospechosa ubicación de algunas estaciones se ha hablado largo y tendido. Y en el punto de mira siempre se han situado las que, como en el caso de Camp de Tarragona, se encuentran a una distancia temeraria del centro de la ciudad.

La alta velocidad ayudó durante muchos años a relanzar el negocio inmobiliario. La primera ocasión en la que pudo demostrarse esta estrecha relación fue con la inauguración del Madrid-Sevilla, en 1992. Ciudad Real se situaba a 45 minutos desde Madrid, comenzó a crecer, y muchas personas que trabajaban y vivían en la capital entendieron que podrían encontrar precios más económicos y más calidad de vida. Algunos promotores hicieron su agosto.

No ha sido el único caso. La estación de Guadalajara se construyó en Yebes, nada menos que a diez kilómetros del centro de la ciudad, y en sus inmediaciones se proyectó una megapromoción inmobiliaria con el nombre de Valdeluz que debía albergar a unas 34.000 personas. Esta urbanización ha aparecido en reportajes de la BBC, Le Monde, The New York Times y The Guardian cuando han retratado los esqueletos de la burbuja inmobiliaria en nuestro país.

Desfile de promotores

De hecho, una situación similar podría haber pasado en La Secuita-Perafort si el ladrillo no hubiera pinchado. Antes de la inauguración de la estación se vendió la idea que muchos vecinos del área metropolitana de Barcelona harían noche en alguno de estos pueblos, y que por la mañana utilizarían el tren para ir a trabajar. Promotores de toda Catalunya vieron una oportunidad de negocio. «Se generó una auténtica burbuja con infinidad de propuestas que nos hubieran llevado a alcanzar los 20.000 habitantes», describe el alcalde de La Secuita, Eudald Roca. Este municipio del Tarragonès estaba en aquellos momentos sobre los 1.400 habitantes, mientras que ahora se sitúa en unos 1.700. Los contactos eran continuos. «Todas las semanas despachábamos con dos o tres promotores. Nos venían de todas partes», continua.

La Secuita hizo oídos sordos. «Nuestra prioridad era consolidar el suelo urbano que quedaba en los cuatro núcleos de población que tiene el municipio», dice Roca.

Conversaciones con el Govern

Aunque no todo el mundo se mantuvo con los brazos cruzados. Incasòl comenzó a comprar terrenos en las inmediaciones. En el término municipal de La Secuita adquirieron 54,5 hectáreas y planificaron la construcción de un polígono industrial con funciones de parque logístico. «No estuvimos de acuerdo ya que entendíamos que trinchaban el territorio y que en el fondo acabarían siendo naves», describe Roca.

Incluso la Generalitat llegó a ofrecerles la prisión de Mas d’Enric. Pero la apuesta del municipio estaba vinculada a la sociedad del conocimiento. Creían que podían ser la Bellaterra del Camp de Tarragona, con una parte dedicada a residencia, pero también con laboratorios para la investigación y en los que las empresas pudieran tener su banco de pruebas. De hecho, llegaron a luchar para que el Centro de Investigación de Telefónica, que finalmente se fue para Madrid, se estableciera en este punto. Ikea también formó parte de las conversaciones que tuvo directamente la administración local, aunque era la Generalitat quien tenía que liderar el proyecto.

El planteamiento en Perafort fue completamente diferente. Allí sí se escucharon a los promotores inmobiliarios, e incluso Incasòl participó de ello. «Se hablaba de que, con la estación, vendría mucha gente de Barcelona», recuerda Joan Martí i Pla, alcalde de Perafort.

Dos mil viviendas nuevas

En la falda entre el núcleo de Perafort y la N-240, dos constructoras impulsaron una urbanización en una superficie de unas 30 hectáreas en las que estaba previsto construir alrededor de 1.000 viviendas. Más adelante el Govern también planificó una urbanización de dimensiones similares a escasos 500 metros de la estación. Era una área residencial estratégica (ARE) con el 50% de vivienda libre y la otra mitad protegida. «La Generalitat nos marcaba como uno de los municipios que crecería más de Catalunya», describe Pla. La propia urbanización tenía sus propios equipamientos y se hacían cargo de la urbanización. «Cuando nos dimos cuenta ya lo tenían todo aprobado para tirarlo adelante», asegura el alcalde.

Gran parte de los ARE que se proyectaron en aquellos momentos se han acabado desestimando. Pese a ello, el de Perafort sigue en un cajón. Tampoco se desestima que en un futuro pueda desencallarse la otra urbanización prevista. «Lo que pasó es que se encantaron con los papeles y la aprobación del plan parcial y, claro, después con la crisis ya no tiró adelante, aunque si alguna vez quisieran podrían hacerlo porque es suelo urbano», explica Pla. El propio alcalde reconoce que muy probablemente ahora mismo esto sería un pueblo fantasma.

Redimensionar el proyecto

También está en ‘stand by’ el proyecto que hace más de diez años habló el Ayuntamiento de La Secuita con la administración catalana. De hecho, si deciden abordarlo de nuevo estará sujeto a cambios ya que este municipio está en fase de redacción de su primer POUM. Los terrenos en los que inicialmente estaba previsto este equipamiento tendrán la catalogación de rústicos, ya que además están en una zona inundable. Tan solo se reservarán un par de hectáreas como servicios técnicos.

Incasòl mantiene una segunda pieza, debajo de la carretera de Santes Creus, con una superficie de dieciocho hectáreas urbanizables. «Si algún día quieren hacer algo tendrá que ser allí, pero ni a corto ni a medio plazo yo no lo veo».

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