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    Solo el 35% de los habitantes de Tarragona nació y ha vivido siempre en la ciudad

    Los TTV (‘tarragonins de tota la vida’) son minoría en un municipio donde cuatro de cada diez vecinos han llegado a vivir aquí después del año 2000 y donde la edad media es de 42,7 años

    22 abril 2023 21:06 | Actualizado a 23 abril 2023 07:00
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    Si vive o ha vivido en Tarragona es más que probable que haya escuchado las siglas TTV (tarragoní de tota la vida). Se trata de un término que alude a cierta identidad y orgullo de ciudad. No obstante, con números en la mano, si se considera TTV solo a quienes han vivido en la ciudad desde su nacimiento en realidad solo conforman el 35% de la población.

    Es uno de los datos que arroja el censo de población y viviendas que dio a conocer recientemente el Institut d’Estadística de Catalunya, Idescat, y que permite hacer una foto fija del municipio en general y sus barrios en particular.

    Una de las cosas que el censo deja claras es que la tarraconense es una sociedad heterogénea y en movimiento. Baste decir que el 41% de los habitantes de la ciudad (a 1 de enero de 2021) llegó después del año 2000. Es curioso, además, que el 32% de los tarraconenses llegó a la vivienda que ocupa en los últimos cinco años. En algunos barrios, como en la Part Alta, llegan al 45,5% de los vecinos se ha trasladado allí en los últimos cinco años.

    También queda claro que en las migraciones que han conformado la ciudad hay dos momentos clave. En el caso de las personas venidas de otras partes del Estado el grupo más numeroso (el 52%) llegó antes de los años 80. En el caso de los nacidos en el extranjero la mayoría (el 95%) llegó a partir del 2000.

    El reparto de las personas nacidas en el extranjero, no obstante, es desigual y va del 28,5% en Torreforta y barrios adyacentes al 12,1% de Llevant.

    Crecer en la periferias

    Los datos también permiten comprobar cómo ha sido el crecimiento del total de habitantes de la ciudad y los municipios cercanos en el curso de una década (2011 a 2021). El discreto crecimiento en Tarragona (2,20%) o incluso cierto descenso de Reus (-0,81%) contrasta con el crecimiento de pueblos como La Pobla de Mafumet (+39%).

    Jodi Blay Boqué, coordinador del grado en Geografía, análisis territorial y sostenibilidad de la URV, reconoce el hecho de que ciudades como Tarragona o Reus crezcan menos o incluso pierdan población es una tendencia que se repite en otras zonas urbanas desde antes del año 2000 y que tiene que ver con el crecimiento hacia las periferias más que dentro de las propias ciudades.

    Se debe, en parte a que muchos hijos de los tarraconenses de toda la vida se van a vivir a la periferia, a zonas residenciales.

    Pero habla también del «reverso del fenómeno» que es la sustitución de los que se van por inmigrantes extranjeros. Está relacionado, explica, con el hecho de que las ciudades son las que tienen mayor poder de atracción para las personas que vienen de otros países. Es algo que se da especialmente entre los inmigrantes latinoamericanos; muy urbanos.

    Que su distribución no sea homogénea está directamente relacionado con los precios de la vivienda.

    En este sentido Juanjo Pujadas, profesor emérito de Antropología social de la URV, coincide en el diagnóstico de las parejas jóvenes que se reubican en los alrededores de la ciudad aunque cree que en los próximos años también tocará ver cómo evoluciona otro elemento: el turismo.

    Apunta que si se da una sustitución de viviendas para residentes por viviendas turísticas las de los primeros se harán más caras, como ya ha sucedido en otros centros de ciudades y cascos antiguos.

    Migrantes e inserción

    En cuanto a las migraciones, Pujades explica que los migrantes que llegaron en los años 60 y 70 de otras partes de España y muchos de los cuales ahora están jubilados o ya han fallecido, han dejado en la ciudad hijos y nietos, e iniciaron un proceso de inserción social (prefiere no usar la palabra integración) que en los barrios segregados se enlenteció con la numerosa llegada de la migración extranjera a partir de los 2000.

    El fenómeno, reconoce, comenzó a crear preocupación, aunque, como apunta Pujadas, no atañe a todos los migrantes, sino a los extracomunitarios y pobres. Señala que en Barcelona el colectivo más numeroso son los italianos «y nadie se queja de los italianos».

    También ha podido constatar en conversaciones con representantes vecinales de Tarragona a quienes ha ido entrevistando en distintos momentos desde los años 80 y 90 como el proceso independentista abrió una herida que ha influido en la inserción social de los migrantes. Lo achaca «tanto de la demagogia españolista como al independentismo extremo».

    Pero las migraciones, más allá de una realidad, son también, explica Blay, la única opción si la ciudad quiere mantener población en el futuro, teniendo en cuenta que el crecimiento natural (nacimientos vs. defunciones) es negativo. Ciudades como Tarragona y Reus, vaticina, dependerán de la llegada de adultos jóvenes y familias con niños para crecer.

    Valga recordar que la edad media en la ciudad, según el censo, es de 42,7 años. En algunas zonas, como en el Eixample nord-est, sube a los 47,4.

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