La sensación se parece a la de haber pisado un chicle, con la diferencia de que la impresión persiste después de dar varios pasos. Una pátina negra y pegajosa recubre las aceras laterales de la Rambla President Francesc Macià y a cada paso se escucha un ‘chof’. Por si fuera poco en la zona, bastante concurrida porque hay un supermercado y una parada de autobús, la ‘decoración’ la completan los excrementos de palomas y el olor nauseabundo que emana de los contenedores. Unos pasos más adelante una garrafa de sangría empezada (de 5 litros por lo menos) que alguien abandonó en el paso de peatones.
«Es una vergüenza», resume una vecina. «Sucede cada año. La sustancia pegajosa es por el pulgón que tienen los árboles, pero podrían hacer un tratamiento de una vez por todas y, sobre todo, pasar a limpiar», se lamenta.
Y sí, tiene razón. La acera en cuestión se hace acreedora de una noticia en este diario año sí, año también, con la diferencia de que este verano las quejas sobre la suciedad por toda la ciudad la han desbancado y han logrado su punto álgido en Sant Magí. Las redes sociales se llenaron de fotos y la etiqueta #Tarragonabruta.
Para conocer la situación pasadas las fiestas y a modo de experimento hemos decidido realizar un paseo (que al final duró más de tres horas) por el centro, el eixample sud, la Part Baixa y la Part Alta, fotografiando, sobre todo, lo que íbamos encontrando a ras de suelo.
¿Abono para los árboles?
El recorrido arranca en la calle Joan Miró, justo en una de las entradas al Parc Francolí. Una caca de perro (que algún desafortunado ya ha pisado) da la bienvenida al parque en el que, paradójicamente, hay dos pipican en funcionamiento. Es evidente que el incivismo no ayuda. Más adelante en casi todos los alcorques de los árboles encontraríamos excrementos amontonados. Algún buen samaritano debió pensar que las heces de su mascota pueden ser un abono estupendo.
Después de pasar por la acera pegajosa enfilamos la avenida Vidal i Barraquer donde la sensación mejora en parte debido a que las hierbas que crecen en los alcorques disimulan la suciedad. En uno de estos agujeros encontramos a la primera de la media docena de palomas muertas que veremos.
Ya en la zona de la tabacalera una abuela y su nieta se alegran de lo que ven sus ojos: hay una máquina limpiando con agua la zona más cercana a Tarragona Impulsa. Su esperanza es que lleguen a la acera por la que están paseando, todavía llena de hojas y excrementos de palomas y donde las papeleras están rebosantes de basura y de moscas. Para ser justos hay que decir que nos encontramos con operarios en cinco puntos del camino. Había desde barrenderos a pie hasta maquinaria.
Al vernos hacer las fotos un hombre con un perro se acerca a preguntar si somos de la empresa de la limpieza. Al saber que no, no puede esconder su desilusión: «es que esta zona está muy dejada, ya no pasa nadie a limpiar por aquí».
Adentrándonos en El Serrallo los excrementos y las plumas de paloma siguen de lo más presentes, aunque el pavimento mojado sugiere que por aquí ya han pasado a limpiar. Curiosamente, la cosa es acercarse a la zona de los Tinglados y aquí apenas hay suciedad. ¿Cosa del Port?
Pero tal vez la zona en la que las palomas se han hecho más fuertes sea la Plaça dels Infans, donde las dos esculturas infantiles de la fuente, ahora vacía, parecen contemplar las dos palomas muertas que hay en el interior.
Alfombra de excrementos
Pasamos por la calle Apodaca que parece recientemente barrida para encontrarnos, ahora sí, con la peor acera del recorrido. Está en la calle Cervantes, completamente tapizada de excrementos de paloma. Nos quedamos un rato y comprobamos como todo el mundo se cambia de acera.
Ya en la Rambla Nova se nota que es el paseo noble de la ciudad y su estado, aunque mejorable, es bastante decente a excepción de algunos bancos que no se pueden usar debido a los excrementos de los pájaros. Aquí, igual que en calles cercanas como la peatonal Canyelles, el problema suelen ser los manchurrones que sugieren que algún niño perdió allí el helado hace ya bastantes días.
Dejamos la Part Alta, epicentro de las fiestas y de las quejas, para el final. La sorpresa es descubrir que justo ayer era objeto de un operativo de limpieza bastante concienzudo. Hasta la Plaça de l’Oli, un punto conflictivo por la cantidad de contenedores que concentra, acababa de ser limpiada.
De regreso a la redacción pasamos por Pere Martell, otra de esas calles que no deja a nadie indiferente. Aquí la sorpresa estaba en el WC que alguien había dejado delante de los contenedores con dos plantas encima. Aunque en las redes sociales los contenedores desbordados son una constante, hemos de decir que en el recorrido (que se hizo por la mañana) solo aquí encontramos cosas fuera de lugar.
Ya en la Plaça Imperial Tarraco el hallazgo eran cinco cadáveres: tres ratas y dos palomas que seguramente sufrieron los efectos del calor y la falta de agua...Y hasta aquí, esta redactora se va limpiar las zapatillas que la han acompañado en la aventura.