Usted no lo ve, pero hay alguien que cada día coloca el lenguado, bien fresco, en su sitio. O la barra de pan y la bolsa de patatas. Oaquella botella de aceite que hay que comprar en mitad de la semana porque la lista de la compra se había quedado corta.
Lo hace al revés del mundo, cuando el súper, desalojado de producto tras todo el día, cierra sus puertas. También hay vida entonces, aunque el trajín desciende. Cuando la señora ha recargado víveres para la casa o el hombre ha completado la cesta de la compra, el Mercadona del Mercat Central de Tarragona baja las persianas, y ahí entra el turno de Fèlix Estellé. «Cuando no hay nadie reponemos el género. Es mejor para nosotros pero también para el cliente», cuenta Fèlix. Los camiones también aprovechan esos horarios para descargar en la calle sin interferir tanto en el tráfico.
Al cliente, según el código de la empresa, le llaman siempre el ‘jefe’. «Es más cómodo, porque no hay nadie en los pasillos. No hay clientes por medio y tampoco molestamos con los palés o los cartones», cuenta. El bullicio comprador ha desaparecido. Se impone el silencio en los pasillos pero la actividad no cesa hasta medianoche, aunque el turno de Fèlix ha comenzado por la tarde, hacia las cinco. De ahí hasta las 21.15 horas, momento del cierre, toca reponer, limpiar, ordenar el almacén, ayudar en las cajas a cobrar o descargar camiones.
En esa franja de tarde sí hay contacto con el ‘jefe’:«Siempre te preguntan. Hablas con uno y con otro, le aconsejas. Este establecimiento, al estar en el centro, es de proximidad. Ves que la gente no hace la gran compra semanal, sino que viene a por cosas concretas para el día a día y se marcha. Cogen la fruta, el pescado, la carne y poco más. A mí me gusta el contacto con la gente y ayudar en todo lo que se puede».
Al final del día los estantes están más vacíos. Fèlix se encarga de restituir los productos. Lo hace a deshoras, para no molestar al cliente, que es el ‘jefe’Hay puntos que requieren más trabajo. «La zona de las ensaimadas y las magdalenas se queda vacía cada dos por tres y hay que estar muy encima. También pasa con las bebidas». Tres personas se encargan de reponer de noche lo que falta para que por la mañana todo esté a punto y bien dispuesto en los lineales.
A las cinco de la mañana
A la semana siguiente cambia el turno y Fèlix entra a las cinco de la mañana. Es la otra cara del turno de noche. Al amanecer, en las horas en las que el supermercado todavía está cerrado, se aprovecha para la recarga del producto fresco del día: Colocamos la verdura, la fruta, la carne o el pescado. Todo lo que es fresco se repone esa misma mañana mientras que lo que no lo es se deja para la tarde o para la noche».
¿Dónde está la clave para hacerlo bien? «No hay que ser rápido. Lo que tienes que hacer es moverte todo el rato, ser un poco nervioso. No hay que tener una condición física especial. Lo máximo que debes cargar son paquetes de 12 kilos», recomienda Fèlix. Los toros y las carretillas elevadoras facilitan el proceso.
Para Fèlix los turnos no representan un problema. «Me adapto bien, no son horarios muy extremos y me los puedo combinar bien con mi mujer para cuidar de mis hijos», cuenta. Organizarse incluye también abrir hueco para hacer su propia compra.
A la medianoche, Fèlix es uno de los responsables de, ahora sí, cerrar por completo unas instalaciones que no están más de cinco horas deshabitadas. Con las estanterías bien repletas, Fèlix baja la persiana y apaga las luces. La calma total no dura. A las cinco de la mañana, la rueda vuelve a empezar para que el ‘jefe’, que es el comprador, tenga a punto la merluza y las hamburguesas.