Si hay un centro en el punto de mira es la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), en Madrid. La reciente dimisión de la ministra de Sanidad, Carmen Montón, por supuestas irregularidades en la obtención de un máster, vuelve a arrojar dudas e incertidumbre sobre este complejo universitario. La sucesión de polémicas sobre la URJC –quedan pendientes los casos contra los populares Pablo Casado y Cristina Cifuentes– exaspera a algunos de los alumnos que están estudiando allí o ya se han titulado.
Muchos lamentan el desprestigio derivado y temen el riesgo de que algunas de sus titulaciones se devalúen. El periodista de La Canonja Lluís Miquel Hurtado, ahora desplazado en Irán, ha alzado la voz al respecto. «A cada escándalo que estalla siento más reparo de afirmar que me titulé en la URJC. Prefiero decir que todo lo que sé de la profesión es gracias a mis compañeros, a las prácticas y a lo aprendido en dos años en la URV de Tarragona, junto a profesores y amigos que fueron familia», escribía estos días en Twitter.
Hurtado, periodista freelance formado entre Tarragona y Madrid que trabaja para diferentes medios, conoce bien la realidad de la universidad que de un tiempo a esta parte se ha colocado en el disparadero. Él se muestra crítico: «Tres años estudié Periodismo en la URJC y que no era trigo limpio lo noté desde el primer día. Me licencié entre temarios alejados de la profesión, estudios donde no podía hacer prácticas porque se alquilaban a Neox y cámaras que no podías sacar del campus ‘porque se rompen’».
Él, como otros estudiantes de ese centro que ahora reivindican el esfuerzo para haberse sacado títulos, matiza. «Sé que todos estos ejemplos no tienen nada que ver con títulos de máster presuntamente regalados a políticos. Pero, como decimos en Catalunya, la URJC era mayormente ‘Can Pixa’», escribía en Twitter Hurtado que, además de ser becario en Diari de Tarragona, pasó por medios como la Agencia EFE, ADN.es, La Sexta, Yo Dona o El Mundo.
El periodista tarraconense se muestra mordaz e incisivo con las supuestas facilidades que habrían tenido algunos cargos para salir de la URJC con un título bajo el brazo de forma, cuanto menos, poco clara. «La paradoja es la dureza con que la URJC castigaba el absentismo. Tuve que renunciar a optar a la nota máxima en varias asignaturas al no poder asistir a clase por estar haciendo prácticas, o trabajando para sufragar mi vida en Madrid. La norma, parece, no se aplica a políticos», zanja Lluís Miquel Hurtado, ahora afincado en Teherán, la capital de Irán. Entre 2012 y 2017 estuvo trabajando en Estambul (Turquía).