Desde hace más de 30 años, la mayoría de los universitarios son mujeres. Sin embargo, a medida que avanza la carrera investigadora se invierte esta relación. A pesar de que la proporción de tesis doctorales aprobadas es igual tanto en hombres como mujeres, el número de profesoras catedráticas en las universidades públicas a nivel nacional tan solo representa el 21%, según el informe Científicas en Cifras 2015. Además, el estudio revela que, durante ese curso, tan solo una universidad pública estaba liderada por una rectora. «Estos datos no varían mucho, ya que la realidad es muy resistente al cambio», afirma Inma Pastor, profesora de sociología y directora del Observatori de la Igualtat de la Universitat Rovira i Virgili.
Las denuncias y reivindicaciones de grupos de mujeres durante la década de los 90 se materializaron en la ley de igualdad de género del 2007. Ese mismo año, la URV aprobó el I Pla d’Igualtat para conseguir una igualdad de oportunidades real entre hombres y mujeres. A partir de ahí, se creó el Observatori, cuya función principal es hacer el seguimiento, asesoramiento y acompañar a todos los servicios y órganos de la universidad a implantar las medidas necesarias para acabar con la discriminación. Su segundo gran objetivo es persistir con la diagnosis y mantener los datos actualizados con tal de medir la mejora de la situación.
En la actualidad, la URV mantiene el II Pla d’Igualtat (2011-2015) activo ya que se prorrogó a la espera de los resultados de la evaluación y planea abordar la elaboración del tercero el curso que viene. «Seguramente no podremos hablar de un cumplimiento al 100%, pero una buena parte de las medidas sí se han abordado», dice Pastor. Según la directora, la igualdad formal sí que existe dentro de la universidad, pero, aun así, continúan existiendo procesos invisibles de discriminación indirecta. Junto a Pastor, tan solo trabaja una auxiliar administrativa y creen que sería importante ampliar los recursos. «Promover la participación femenina no es suficiente, cualquier investigación sería mejor si incorporara y tuviera en cuenta la perspectiva de género, y eso supone mucha dedicación», explica.
Desigualdad interna
Las diferencias de género en los cargos de alta responsabilidad o la segregación de las matrículas son dos ejemplos de la coyuntura. «Es curioso como la comunidad universitaria reconoce la discriminación en la sociedad pero le cuesta admitir la desigualdad que existe dentro de sus paredes», remarca Pastor. Esto se debe a los múltiples factores que intervienen en la creación de un sistema donde «se reservan una serie de proyectos, espacios y derechos para las mujeres». Una muestra de ello es la división del tiempo dedicado cuidar a otros y a la vida laboral que todavía perdura. «La universidad tiene que contribuir a formar profesionales por igual», sentencia Pastor.
El Observatori organiza desde su creación la Setmana per la Igualtat, una iniciativa que coincide con el Día Internacional de la Mujer. «Creemos que las distintas formaciones no incorporan el principio de igualdad lo suficiente», opina Pastor. Este año, la programación de actividades empieza el mismo día 8. Por un lado, tendrá lugar la entrega de la distinción María Antonia Ferrer a las personas del mundo académico que han hecho avanzar los derechos de las mujeres. Por otro, la conferencia de la fiscal Teresa Peremato sobre la violencia de género. «El compromiso de los hombres es vital, no es un tema de mujeres, es un problema que afecta a toda la sociedad», concluye Pastor.