106 fiestas mayores de la abuela de L'Arboç

Amèlia espera el paso de la cercavila sentada a la puerta de su casa y todos la saludan

05 septiembre 2018 11:52 | Actualizado a 05 septiembre 2018 12:03
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Como cada año, Amèlia Guardià salió a la puerta de su casa de L’Arboç para ver pasar a los grupos de cultura popular que se dirigen a los actos de la Festa Major. En su silla, saluda a todos. Porque también todos se paran a saludar a la abuela.

Como cada año es como hace 106, que son los que tiene la  venerable abuela. Siempre participó en las fiestas. Pero desde años ya espera ver pasar a los grupos sentada en su silla junto a su puerta en la calle Roca.

Memoria histórica
Amèlia es memoria de L’Arboç. De la historia y de las fiestas, que nunca se ha perdido. Muy aficionada a los castells, recordaba que hace décadas los castellers de Valls acudían a L’Arboç. «Ya venían el sábado por la tarde. Se quedaban a dormir en casas de los vecinos y en la sala pública donde se ponía paja y un cántaro bien grande de agua». Y allí pasaban la noche antes de las diadas.


Aquella sala pública estaba en lo que hoy es la plaza de la puntaire. Amèlia lo recuerda como si  no hubiese pasado un siglo. Con la misma ilusión de ver a sus castellers, diables, gegants, que son centenarios como ella y también forman parte de la historia de la localidad.

En casa
La cercavila festiva ya ha instaurado como elemento imprescindible el paso frente a la casa de Amèlia para saludarla. Porque todos saben que la abuela estará allí. Le falla algo la vista, pero el sonido de la música y los abrazos de sus vecinos la hacen vivirla con intensidad.

A la abuela le gustaba el baile y acudía a la sala pública. «Venía mucha gente de pueblos vecinos. En aquella época no había orquesta. Bailábamos al son de un piano de manubrio», recuerda. Con los años el entoldado se puso en la Badalota para el baile. «Después también bailó el Esbart.

La abuela sale a la calle de buena mañana con su silla porque quiere sentir esa vitalidad de la fiesta de cuando era niña. Las ha vivido todas. Incluso las de aquel año en que se suspendieron en el centro del pueblo a causa de una pelea entre dos hombres y que acabó en tragedia.

Al Pont de Ferro
La reyerta fue bajo los arcos de la calle Major, junto a donde estaba el también recordado Cafè Arbosense. Uno de los hombres murió y se optó por suspender las fiestas.

Pero los jóvenes de la época acudieron al Pont de Ferro, ya en las afueras de la localidad y donde se mantiene la tradición de ir el día de la mona. «El Pere Marti llevaba la gramola y la fiesta la hicimos allí», explica la abuela a todos.

 La querida abuela ha vuelto a ser protagonista de la fiesta. Como cada año tras el paso de las entidades de cultura popular, la banda que cierra la cercavila dedicó un tema para Amélia. Ahora ya piensa en la próxima.

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