No es cohesión, es coerción

Esto no va de lenguas. Va de utilizar unos la lengua como estructura de la construcción de su ensoñación patriótica, de utilizar la lengua, ellos, como elemento discriminador
 

27 diciembre 2021 06:40 | Actualizado a 27 diciembre 2021 06:48
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Hace poco tuve que aguantar a una señora, en su treintena, mostrando en público su más sentido agradecimiento a la inmersión lingüística porque pudo estudiar derecho e integrarse en la sociedad catalana a pesar de haber nacido y vivido siempre en un barrio de gente trabajadora de Barcelona y tener, como la mayoría de sus vecinos, el castellano como lengua materna. Esta anécdota ocurrió la semana pasada, no a principios del siglo XX en una sociedad con un clasismo decadente. Y la señora se quedó tan contenta. ¡Qué buenos son los hermanos burgueses catalanes, qué buenos son, que nos llevan de excursión!

No se planteaba que hubiera podido estudiar una carrera universitaria porque era aplicada, trabajó, se esforzó, sacó buenas notas y se lo merecía. Vamos, por su mérito y capacidad. No, agradecía a la inmersión lingüística haber podido entrar a formar parte de la cohesionada sociedad catalana, la que habla y ejerce de hablar en catalán, y de este modo poder reclamar su correspondiente cuota de privilegios.

No podemos verlo tan normal. A mediados de este mes de diciembre, la presidenta del Parlamento de Cataluña, Laura Borràs, se refería a los que hablamos en castellano (según el Idescat, un 53% de los catalanes) como «esos castellanos». Por las mismas fechas, unos energúmenos llamaban por Twitter a apedrear la casa de un niño de cinco años de Canet de Mar porque sus padres reclamaron lo que la justicia había ordenado. A los dos días, el consejero de Educación acudía al centro educativo de ese niño a enardecer a las hordas. ¿Mostrar su apoyo al niño de cinco años? ¡Quiá! Cuando se normalicen, cuando sean catalanes de pleno derecho. En la manifestación por el blindaje de la escuela catalana, los sindicatos, que ya pocas veces defraudan, se ponían en primera fila exigiendo la inmersión lingüística, o sea, agradecer a los hermanos dirigentes catalanes que los lleven de excursión, que les permitan trabajar...

Cualquiera puede hacer el ejercicio de echar un vistazo a los apellidos de los consejeros, diputados... en Cataluña. Como contrapunto: el alcalde de Madrid, Martínez (Almeida); la presidenta de la Comunidad de Madrid, Díaz (Ayuso); el presidente del Gobierno de España: Sánchez. Y así.

Esto no va de lenguas. Va de utilizar unos la lengua como estructura de la construcción de su ensoñación patriótica, de utilizar la lengua, ellos, como elemento discriminador. Los unos y los otros; los buenos y los malos (catalanes). De fracturar la sociedad y mantenerla rota para mayor gloria de su proyecto totalitario.

Es lo propio de todo nacionalismo. Hemos visto esa discriminación por la raza, pero en Cataluña, nuestros nacionalistas tienen a la lengua como raza. Como todos los nacionalistas no son otra cosa que unos racistas.

Las lenguas no tienen derechos, ni las piedras. Los derechos los tenemos las personas, los ciudadanos, y en este caso los niños.

El derecho a la educación en lengua materna es un derecho de la infancia y la adolescencia reconocido hace casi setenta años por la Unesco. Lo recoge la Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada por la Asamblea de las Naciones Unidas en 1989 y ratificada por todos los países miembros.

En un caso como el nuestro, en el que somos bilingües, la propia Unesco explica que ese derecho no implica que todo el currículum deba impartirse en la lengua materna, pero sí una parte significativa.

Y eso es, exactamente, lo que han dicho los tribunales. Ordenan que el castellano no puede ser excluido de la enseñanza y, como la Generalidad no cumple con su obligación, no establece cómo y cuánto, son los tribunales los que finalmente han establecido que al menos el 25% del currículum debe impartirse en castellano.

Porque, como decíamos, no puede haber ningún motivo que justifique quitar los derechos de los niños, aunque sean castellanohablantes, ninguno. Ni siquiera la voluntad expresa de querer discriminar.

Si de lengua fuera, por nuestra parte no habría ningún problema: ¿alguien en su sano juicio puede pensar siquiera que el castellano necesita de alguna ayuda? ¿Que la lengua de Cervantes necesita que la defendamos? No. No va de lengua. Ellos se intentan justificar alegando que esto va de salvar al catalán: Mienten. Faltan a la verdad con ánimo de engañar porque la lengua les importa un bledo, y no sólo por cómo maltratan al catalán la mayoría de los agradecidos normalizados, que parece que la quisieran exterminar hablándola tan mal, sino porque para ellos la lengua es su clave de bóveda para discriminar. Su proyecto totalitario, que lo basaron en la independencia, ha sido derrotado. Con ese fracaso se les ha caído la careta y ya sólo les queda agarrarse al mástil para que su derrumbe no se lleve por delante el estatus que han alcanzado. De su proyecto sólo les queda la sociedad partida en dos y dada su mediocridad y decadencia como se les acabe eso lo pierden todo.

Que no nos tiemble la voz al recordarles a todos estos racistas que ‘esos tribunales de fuera’ están haciendo su trabajo, que no es otro que velar porque la ley se cumpla, porque pueda haber convivencia. No sean cínicos llamando cohesión a la burda coerción que pretenden de sumisos súbditos y revelémonos como auténticos ciudadanos libres con una clara voluntad de vivir, nosotros sí, en una sociedad cohesionada que sólo utiliza las lenguas para entenderse.

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