La puerta del cielo se vuelve un infierno

Miles de afganos intentan invadir el aeropuerto de Kabul azuzados por los latigazos y
los disparos al aire de los talibanes, en lo que parece el preludio de una feroz represión

22 agosto 2021 06:30 | Actualizado a 22 agosto 2021 07:10
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«Eviten acercarse a las puertas del aeropuerto de Kabul». Este fue el mensaje enviado este sábado por la Embajada de Estados Unidos a los ciudadanos que se encuentran a la espera de su evacuación. Una semana después de la caída de la capital en manos de los islamistas, la situación no se relaja a las puertas de un aeródromo cuyo acceso principal está controlado por los talibanes y a donde siguen llegando miles de personas desesperadas por escapar del Emirato. La situación es cada día más complicada y ayer el Gobierno británico pidió a Estados Unidos que retrase su marcha definitiva más allá del día 31 ante los miles de colaboradores que quedan sin rescatar.

El máximo responsable político del movimiento, mulá Baradar, viajó mientras tanto a Kabul para trabajar en la formación del nuevo Gobierno y se encontró con una ciudad con los bancos cerrados, los cajeros automáticos sin fondos, los supermercados desabastecidos, los precios disparados y repleta de desplazados llegados desde las provincias. La crisis humanitaria llama una vez más a las puertas de Afganistán.

«Debido a amenazas a la seguridad a las puertas del aeropuerto, recomendamos a los ciudadanos estadounidenses que eviten acercarse allí en este momento, a menos que reciban instrucciones individuales de un representante del Gobierno para hacerlo», fue el mensaje de la legación estadounidense. Esta alerta llegó acompañada del despliegue de dos helicópteros que volaron a un punto de la urbe para recoger allí a 150 personas a las que llevaron por aire hasta la pista de despegue. Alemania también ha enviados dos helicópteros para garantizar la salida segura de sus ciudadanos desde puntos de recogida en el interior de la ciudad.

Un portavoz talibán criticó que «Occidente debía haber tenido un mejor plan de evacuación que el que estamos viendo». Los islamistas desmintieron el secuestro de 150 ciudadanos indios, tal y como informaron los medios de este país, y aseguraron que se limitaron a «retener a algunos de ellos para interrogarles antes de salir del país».

Sin embargo, las escenas que se suceden alrededor del aeródromo, las puertas del cielo para los que tratan de huir, dan cuenta de la gestión de un infierno. El preludio de una feroz represión. Allí no hallan pie los mensajes conciliatorios. Entre los que llegan a los controles aliados abundan los testimonios de que la brutalidad talibán se ha incrementado contra la muchedumbre que busca salir del país. Un soldado del operativo británico lo confirma a The Times: «Vienen llenos de miedo». Según estos relatos, en su camino se enfrentan a los latigazos indiscriminados de los rebeldes en los controles, a sus ráfagas de disparos al aire e incluso a los bastonazos de los miembros del depuesto Ejército afgano, que se han hecho cargo de parte de la defensa del aeródromo. Al parecer, habrían disparado más de una vez contra el gentío y han complicado aún más la llegada de sus compatriotas colocando vallas de púas. Azuzados por la violencia, un número indeterminado de personas intentó este sábado de nuevo invadir la terminal.

Los afganos intentan usar cualquier documento con el sello o la firma de un país extranjero a modo de visado, tal es su angustia a medida que pasa el tiempo y la situación en el aeropuerto se vuelve más dura y enloquecida. Cada avión que despega es una oportunidad perdida. Los medios internacionales coincidían este sábado en destacar la aceleración del caos.

Los aliados, mientras tanto, deben quedarse al otro lado del cristal. Y observan cómo de vez en cuando las avalachas arrastran a los que llegan con su visado en mano y los vuelven a alejar de la terminal. Es la marea del pánico. Quienes peor lo tienen son los mayores y los que se arraciman cerca del edificio con niños pequeños, incapaces de resistir horas o días para alcanzar el control de paso. Algunos padres intentan enviar a sus hijos con los militares a través de las vallas.

Un colaborador de España en Kabul explicaba que recibió una llamada «para pedirnos que vayamos allí (al aeródromo) e intentemos dar con los soldados españoles, pero no tenemos ningún contacto concreto y sabemos que es peligroso. Nos piden que llevemos pañuelos rojos y amarillos, como la bandera española». Otros afganos consultados han denunciado la presencia de mafias que, a cambio de 2.000 dólares (1.700 euros), consiguen superar los puestos de control talibanes y acceder al interior.

Por otro lado, el primer edicto islámico supondrá la suspensión de la educación conjunta para hombres y mujeres en las universidades e institutos de esta provincia del oeste del país. El argumento fue que «la coeducación debe terminar porque el sistema es la raíz de todos los males de la sociedad».

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