Von Trier vence a los galácticos

El Festival de Cannes estrena el spin-off sobre Han Solo en una jornada marcada por una polémica en torno a Lars Von Trier

16 mayo 2018 18:26 | Actualizado a 09 junio 2018 14:32
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Harrison Ford aterrizó en el Halcón milenario y en el universo de La Guerra de las Galaxias casi de rebote. Actor apenas conocido en aquel momento, ni siquiera era la primera opción de George Lucas, Ford no solo se convirtió en un personaje esencial para una de los seriales cinematográficos por antonomasia, sino que su carisma se impuso a todos sus compañeros de reparto. Ahora, el personaje de Han Solo tiene su propia película.

El encargado de encarnar al capitán del Halcón milenario es Alden Ehrenreich, un actor descafeinado acorde con una película que no termina de despegar en ningún momento. 
Dirigida por Ron Howard, que tuvo que sustituir a última hora a los más irreverentes Phil Lord y Chris Miller, Han Solo: Una historia de Star Wars naufraga en sus intentos de comicidad y en los factores sorpresivos. Ni siquiera las escenas de acción están bien explicadas. 

Si con El despertar de la fuerza J.J. Abrams supo construir una serie de personajes icónicos con apenas unos detalles (la mancha de sangre en un stormtrooper o los detalles de las manos de Rey); si Gareth Edwards supo dotar Rogue One de enjundia dramática; y si Rian Johnson planteó un romance milenial en El último Jedi; Howard se queda en la nada, en una película que, parafraseando a uno de los personajes, resulta de lo más previsible.

Las lejanas galaxias han eclipsado momentáneamente el terremoto causado en Cannes por el siempre controvertido Lars Von Trier. El lunes a la noche fue el estreno oficial de The House that Jack Built, su última película. Renovador del cine en los últimos años con películas como la magnífica Melancholia y persona non grata para el festival desde 2011, Von Trier ha vuelto a la Costa Azil para ver, en su estreno, cómo el público (gente de la industria del cine) se levantaba airada de la proyección. Es curioso, el festival se ha empeñado en evitar que las malas críticas previas al estreno de la película puedan aguar la proyección de presentación y el desfile por la alfombra roja; y, sin embargo, el mayor rechazo a una película se ha producido precisamente en la sesión de gala.

Vista The House thet Jack Built, una no logra comprender las deserciones a lo largo de la película, en la que Matt Dillon encarna a un asesino en serie que funciona como alter ego del propio Von Tier: narcisista, obsesivo y engreído. La violencia es inherente al relato y, sin embargo, en la primera parte de la película aflora la ironía en torno al cine de psicópatas. Los dos primeros episodios, en los que Jack mata, primero, a una mujer que le insiste que la ayude a arreglar su coche y, segundo, a una señora que incomprensiblemente le deja entrar en su casa, se construyen mediante la estructura reiterativa propia del gag. La fórmula roza la genialidad cuando Jack se obsesiona con la posibilidad de haber dejado algo de sangre en el salón de la víctima, volviendo sucesivamente al lugar del crimen. La ironía establece una cierta distancia y sirve también para enmarcar la película en la autoconsciencia: del relato, pero también de lo que es el propio Lars Von Trier. 

La voz en off de Bruno Ganz acompaña a Jack a lo largo de la película, es su interlocutor, aquel que le cuestiona constantemente sus acciones y abre el discurso de la película hacia el arte y la representación de la violencia. Von Trier incluye imágenes de Glenn Gould (el mejor pianista de todos los tiempos, un genio obsesivo que, mientras posaba sus dedos sobre las teclas, murmuraba ensimismado). Esa es la primera de muchas referencias que asoman en la pantalla. Pronto, la irónica película de psicópata vuelca hacia el tono confesional de su autor y hacia al ensayo iconológico. No es extraño, en la serie Hanibal, por ejemplo, ya se planteaba la cuestión entre la muerte y la belleza, algo que en el fondo recorre el grueso de la obra de Von Tier.

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