'Aquel Calafell ya no volverá'

Albert Tàpias, que llegó a la localiddad en 1966 recoge en un libro memorias e imágenes

18 julio 2018 08:57 | Actualizado a 18 julio 2018 09:10
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Fue uno de los primeros intermediarios de viviendas en el momento que Calafell despertaba al boom turístico. Albert Tàpias narra aquellos años en su libro L’Esclat del turisme a Calafell (1966-1976). Recuerdos e imágenes «de un Calafell que no volverá», dice.

¿Qué siente al ver hoy Calafell?
Nostalgia. De aquel Calafell que empezaba y todos se conocían y todo era más tranquilo y más humano. Era otros paisaje.

¿Se hizo muy rápido?

Ya lo decía el poeta Carlos Barral. Era un enamorado del Calafell marinero. De las barcas en la playa y las casas bajas frente al mar. Barral lamentó mucho ver todos esos bloques de edificios en su playa.

Usted llegó a Calafell en 1966.
Buscaba un cambio de actividad de la que hacía en Sant Quirze de Besora en la industria textil. Llegué con 28 años. Un amigo de la infancia me propuso ir a Calafell a trabajar en una oficina que su padre iba a abrir para vender y alquilar pisos.

¿Cuál es el primer recuerdo?
Me bañé en la playa y me impresionó una playa que no se acababa nunca. De arena muy fina. Muy diferente a las que conocía de la Costa Brava. Aquel Calafell era un pueblo agrícola, con un castillo medio derruido que se destinaba a cementerio. Y comenzaba la expansión de Segur. En Calafell ya había varias agencias intermediarias de pisos. La nuestra era Playdor.

¿Quién venía entonces al Calafell que usted recuerda?
Muchos catalanes, aragoneses y sobre todo holandeses. Muchos catalanes lo hacían por prescripción médica porque ya se sabía que el mar de Calafell es de los más yodados y con más días de sol. Los extranjeros empezaron a invertir en urbanizaciones como  Segur de Dalt, Mas Romeu, Bellamar, Calafell Residencial, L’Estany, Valdemar y Mas de la Mel. 

¿Por qué el libro?
Para dejar algo de mi memoria de Calafell. De lo que vi. De cómo ha cambiado. De sus gentes, sus locales recordados por muchos... El Bara Bara de la familia Sans, La Mezquita, El Sanlúcar, el Mónaco... La Paleta que llevaban dos chicos holandeses que ofrecían cocina de Indonesia. El Giorgio que ha cerrado hace poco.

En su memoria recuerda cómo y quienes llevaron muchos de esos locales. También los de ocio.
Can Fèlix, El Pop, el 007, el Búnquer que estaba en la playa o el John’s Bar Bongo donde íbamos a jugar a dardos. Pero también se recuerdan personajes u organismos como el Centre d’Iniciatives i Turisme. Todos han ayudado a conformar lo que hoy es Calafell. 

¿Que debería recuperarse?
Aquel Calafell ya no volverá. También lo decía Carlos Barral. Es una pena. Por lo menos debería conseguirse que hay un respeto hacia  Calafell. Que se cuidase más. Eso se logra cuando hay una población que lo siente como algo propio. Pero aquel Calafell ya no volverá. Queda en imágenes. Y en el recuerdo.

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