Lleva casi 15 años viviendo –y triunfando– en Brasil, donde maneja tres restaurantes y está a punto de abrir otros dos. Òscar Bosch, parte de la saga del emblemático negocio cambrilense con estrella Michelin Can Bosch, atiende al Diari desde Sao Paulo. Viene de vivir «una de las noches más bonitas»: a principios de abril, cocinó por primera vez junto a su hermano, el también chef Arnau Bosch.
El servicio, en los fogones del establecimiento Cala del Tanit –en la rua Pais de Araújo, convertida en un gran corredor gastronómico, y que se define con el concepto «cocina entre mares»– fue para ambos algo parecido a un sueño.
«Nos separan casi 9.000 kilómetros, pero ese día reforzamos la conexión», recuerda Òscar. El hermano mayor tiene también dos heladerías y trabaja para poner en marcha una más. Dice estar atravesando un momento vital dulcísimo. Y comparte la clave del éxito: «Tener ganas y que te vaya la marcha, pero siempre con mucho trabajo. Y, como diría mi padre, poniéndole mucha inteligencia detrás».
Òscar Bosch llegó a Brasil por amor, en 2010. Le cautivó el ambiente que se respira en una gran urbe. Apenas seis años después, debutó con el restaurante Tanit, al que sucedieron Nit Bar de Tapas y Cala del Tanit. En sus planes de expansión figuran un «pizza-pasta bar» y «una bodega rollo bar de tapas, bastante informal, en un local grande que hace esquina y es muy especial».
Viene de la escuela del Celler de Can Roca, El Bulli o Eñe, de Javier y Sergio Torres. Ahora, trata de aprovechar el empuje de una fórmula que está gustando, mientras amplía el alcance internacional.
La noche en que los astros de la cocina Òscar y Arnau Bosch se alinearon en Sao Paulo resultó «perfecta, incluso mágica». «Nunca habíamos cocinado juntos», precisa Òscar.
El menú, que fue «único» y una suerte de «fusión mediterránea y brasileña», exigió meses de preparativos en la cabeza y el corazón de ambos, intercambiando puntos de vista, salvando las cinco horas de diferencia entre países, a veces entusiasmadísimos y otras algo cansados, hasta que se pusieron a «trabajar como locos durante tres días» para «sacarlo todo desde cero».
«Él es muy fino en los emplatados y yo, en los sabores», apunta Arnau, satisfecho del «buen binomio» y dispuesto a lanzar una promesa: «Podríamos instaurar el viaje una vez al año a Brasil para cocinar».
Los platos más singulares de los Bosch los degustaron amigos, periodistas y «todo el que pudo reservar». Ese grupo de cerca de 70 privilegiados saboreó recetas que casi nos cuesta hasta imaginar: steak tartar dentro de un roll crujiente, con yema curada, mostaza y anguila ahumada; cangrejo real con gazpacho de aguacate, gelatina de caldo ponzu y crema fresca ahumada; o cupim («chepa de buey de una raza autóctona de Brasil») a baja temperatura con puré de zanahoria a la brasa y milhojas de calabaza. «Quedaron encantados», recuerda Òscar.
«Mi hermano ha logrado mucho y lo ha hecho a base de esfuerzo», comenta Arnau. La visita a Sao Paulo fue, tal como recuerda Òscar, una «oportunidad, distinta y emotiva, para recuperar el tiempo que habitualmente no tenemos». Los dos compartieron, por unos días, la rutina del chef afincado en Brasil, con «la familia, los amigos y los negocios».
Y revivieron esa «conexión total» parecida a «estar en casa». Arnau «se fue soltando un poco con los clientes en portugués», bromean, y a Òscar le queda el recuerdo de «algo extraordinario» que «probablemente se repetirá».