Cristina Campos: «Como mujer, hay que ser valiente para ser infiel»

Gabriela es una mujer casada con un hombre al que adora, un hombre que le mendiga sexo una vez al mes. Y Gabriela, sin desearlo, se lo concede. Pero cada mañana Gabriela se cruza con un desconocido al que, incomprensiblemente, desea. Mientras, sus compañeras de periodismo, Silvia y Cósima, como ella también esconden pequeños secretos a sus maridos. Todas forman parte de Historias de mujeres casadas, de Cristina Campos, novela finalista del Premio Planeta 2022.

La infidelidad femenina estaba muy mal vista socialmente ¿Esto está cambiando?
En nuestra sociedad contemporánea es un cotilleo como cualquier otro, quién se ha separado, quién ha sido infiel. Pero ya está aceptada, de alguna manera. Y si no, la gente tiene tantos problemas que tras el comentario del momento, cada cual vuelve a lo suyo. Creo que me han premiado no por ser una gran escritora, sino por haber sido valiente, por haber hablado de un tema del que no se habla mucho en la literatura española, en contraposición a la francesa, por ejemplo. He sido valiente al hablar de nuestra intimidad desde la verdad, no desde la novela erótica, que es otro tipo de literatura. Exploro la complejidad del deseo y del placer femenino.

¿Todavía cuesta hablar del deseo femenino?
En nuestra generación todavía cuesta hablar con sinceridad del placer femenino, pero cada vez menos. Mi novela está basada en historias reales, de amigas mías, que han abierto su corazón. Todo ha sucedido. Pero es difícil que las mujeres de nuestra generación te cuenten. Yo tengo un grupo de amigas muy sólido, es un grupo extraño, de hace más de 25 años y yo soy muy preguntona. Indago, me gusta profundizar en el alma. Siempre digo que yo les doy para que ellas me den.

¿Qué le han dicho tras leer la novela?
Les ha encantado. Hay que tener en cuenta que yo guardo muy bien los secretos. Ya no solo mis amigas, muchas mujeres se identifican. Y me hace ilusión porque yo me he sentido así. Cuando llevas más de 15 años casada, siempre hay alguien, una expareja, un hombre que te cruzas por la calle, un compañero laboral con el que te miras...

Como Gabriela.
Como Gabriela, que siente más en esos dos segundos diarios que ve al desconocido que lo que siente por su propio marido.

¿Con cuál se queda?
Con Gabriela. Es mi alter ego. Aunque también con Eugenia. Un personaje que tiene a su marido con 75 años y encuentra un amante, qué bonito. A mí me gustaría acabar siendo Eugenia.

En un momento determinado se habla del deseo real de las mujeres casadas. ¿Cuál es?
El deseo sexual de las mujeres casadas se desvanece con el tiempo, lo que no quita que tengas una relación sexual preciosa con tu marido.

¿Y ellos cómo lo llevan?
En un capítulo hablo de la nobleza del marido, que te desea cada mañana, qué bonito es, aunque también se da lo contrario, por supuesto. Mi protagonista se lo podría plantear. Qué suerte tiene Germán que cada mañana se levanta con ganas de hacerle el amor. Ojalá nos pasara a las mujeres, pero no es así.

¿Cómo surgió la novela?
Surgió cuando una amiga me confesó que se estaba enamorando de su jefe y me lo contó con una lágrima resbalándole por la mejilla. Y pensé que era una pena que me lo contara de ese modo, prediciendo el futuro, que se tendría que separar. Sin embargo, varios amigos míos han sido infieles y me lo contaban desde la euforia, de qué bien se lo pasaban con sus amantes, en qué momentos se veían.

El sentido de la culpabilidad...
Mis amigas se sienten culpables por los hijos, por separar a sus hijos de su padre.

Pero al final los hijos tienen su vida.
Sí, pero como mujer, hay que ser valiente para ser infiel. Como hombre es más fácil, por esa capacidad que tienen de separar sexo y sentimiento. Ellas saben que van a sufrir, se anticipan. A veces es inevitable, otras veces no.

¿No es muy agotador para una mujer ser infiel, con todo lo que conlleva?
Sí. Es agotador. Con los hijos, las extraescolares... Para una mujer con hijos pequeños es un auténtico lío. Por una parte, está el deseo y, de hecho, hay un momento en la novela que dice «qué bonito es el orgasmo de una mujer enamorada». Y es verdad. Pero es el orgasmo y la lágrima.

Sin embargo, la novela sin hijos no funciona de la misma manera.
No, evidentemente. Cuando tienes hijos pequeños, te rompe el corazón separarlos de sus padres. Yo trabajo mucho con el alter ego. Mi protagonista Gabriela es mi alter ego. Me he desnudado. Yo no he pasado por lo que ha pasado ella, pero siento como ella, me pongo en su piel. Para mí, escribir es contar la vida.

¿Y su marido, qué le ha dicho?
Es un hombre inteligentísimo. Él hace películas de terror y cosas brutales con las mujeres. Entonces, cuando se lo comentaba me respondió, «no creo que el marqués de Sade se lo preguntara a su mujer».

Cuando recibió el premio le dio un tirón de orejas a la ministra de Educación.
Es una mujer muy elegante y lo están haciendo muy bien. Lo que pasa es que creo que todavía el sistema educativo, y no es culpa del profesorado, sigue anclado en el pasado y no funciona. Yo tuve la suerte de estudiar en Estados Unidos porque tengo familia americana y allí es fantástico. Los americanos tienen cosas nefastas, pero no esta. Es todo por niveles, no evalúan igual a una niña como yo que a una persona con altas capacidades. Entonces, si no lo haces así, lo que provocas es el fracaso escolar de un alta capacidades.

Hablaba de la creatividad.
No hay espacio. ¿Por qué no hacer una asignatura que sea creatividad y que cuente? ¿Por qué no? Con lo importante que es en la vida...

¿Cómo ve el futuro sexual femenino?
Creo que sube una generación de mujeres liberadas sexualmente. Quizás es por las mujeres jóvenes que me rodean. Tiendo a ver, como los Monty Python, la parte bonita de la vida.