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David Cañadas: «Todos asumimos en algún momento que no vamos a ser Messi»

‘El rencor de los sillones’ es el debut literario de un ‘cuentista’ que perfila personajes contradictorios con finales inesperados

08 octubre 2022 14:31 | Actualizado a 08 octubre 2022 17:15
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El rencor de los sillones (Editorial Talentura) es un recopilatorio de 15 cuentos, tan dispares como sorprendentes. Es el debut literario de David Cañadas Bustos con el que plantea la reflexión y, sobre todo, huir de la indiferencia.

¿Qué rencor pueden sentir unos sillones?
Surgió un día cuando me sentaba en un sillón de casa. Tenía enfrente otro y, no sé por qué motivo, me asaltó un pensamiento de que a lo mejor no se llevaban bien. Y esa extraña idea generó toda una narrativa alrededor de los sillones que ha acabado desembocando en este libro. Los objetos están ahí, en nuestro día a día. Parece que pasen desapercibidos, pero a lo mejor tienen cosas que contarnos y me parecía interesante explorarlo.

¿Cuál es el hilo conductor de los cuentos?
Se han escrito a lo largo de casi tres años de evolución por lo que responden a momentos personales y épocas diferentes, de formación distinta. Pero, más allá de eso, tras ellos había unas ideas generadoras que me gustaba explorar que eran, en parte, el sentimiento de culpa y de la mediocridad y cómo la gestionamos. Porque hay un momento en que todos asumimos que no vamos a ser Messi o Leopoldo Alas Clarín, lo que puede llevar a un cierto duelo. Asumir esa vida más o menos satisfactoria que podemos llevar también era algo que me llamaba la atención como hecho narrativo desde diferentes perspectivas, voces y personajes.

Reivindico el hecho de no atreverse y asumir las consecuencias de ese no atreverse, que pueden ser más o menos nefastas

Culpa como, por ejemplo, en el relato ‘Las cartas sobre la mesa’ que aborda el abuso.
En ese cuento en concreto hay una parte de la culpa trabajada, tanto desde quien lo narra, como de la persona a quien va dirigida la carta. Lo bonito del cuento es preguntarse si quien ha escrito la carta es realmente el chico o ha sido el profesor porque se siente culpable. Es algo que como lectora decides. Porque como lectores de cuentos tenemos una parte activa, más quizás que en una novela, de poner nuestro granito de arena. Estos finales, que en la mayoría de mis cuentos son abiertos, nos permiten como lectores aportar nuestras inseguridades, nuestros miedos, fobias, alegrías, nuestras propias frustraciones y con todo ello, completarlos. Es curioso porque el feedback que recibes de la gente es distinto. Un mismo relato lo ven acabar de forma distinta diferentes personas, todas lícitas. Es lo bonito de la parte artesanal del cuento.

Hablando de finales abiertos. La protagonista de ‘Qué deseas’, ¿se queda con el carnicero?
¿Tú quieres que se quede con él?

Parece que sería más feliz.
Claro. Pero es cierto que los finales de mis cuentos no suelen ser muy felices. Aunque se queden abiertos, apuntan al atrevimiento y al valor o a la ausencia de estos. Esta chica vuelve a casa y no parece que tenga que haber un cambio de vida. No sé si los personajes acaban siendo felices o no, pero se ven en bretes complicados.

Entre lo que desean hacer y lo que en realidad hacen.
Y lo que realmente pueden o se atreven a hacer. Sobre todo es una cuestión de atrevimiento. A veces querríamos hacer un montón de cosas, pero nos cuesta por mil motivos y en este sentido, la seguridad es importante, el hecho de sentirnos seguros es un valor quizás a veces un poco sobrevalorado, pero es un valor muy intrínseco al ser humano. Por ejemplo, eso que nos dicen siempre de que salgamos de nuestra zona de confort. Pero, ¿por qué? Estamos muy bien en ella. No es tan sencillo salir. Entonces, dar el paso de atreverse a hacer alguna cosa más es todo un cambio en el paradigma mental de una persona. Yo reivindico el hecho de no atreverse y asumir las consecuencias de ese no atreverse, que pueden ser más o menos nefastas.

Hay que asumir que por mucho que seas una madre que quieras a tus hijos o un hijo que quiera a su madre, hay cosas de nuestros seres queridos que no nos gustan y eso a veces puede superarnos

¿Con quién se queda con la madre o con el hijo que está en prisión?
Con los dos y con ninguno. Es uno de los primeros cuentos que escribí en el itinerario del Ateneu de Barcelona. Y me gustó la exploración. También es cierto que el cuento ha evolucionado mucho a lo largo de estos años. Emocionalmente, me quedo con Dani, una persona que por amor ha hecho una cosa penada legalmente en un momento dado, porque está harto de ver sufrir a una persona a la que quiere. Y Gloria me provoca mucha tristeza porque ella lo intenta con todo su ser. En esos momentos finales, intenta acercarse a su hijo y, pese a todo, no puede. Hay algo dentro de ella que se lo impide y hay que asumir que por mucho que seas una madre que quieras a tus hijos, o un hijo que quiera a su madre, hay cosas de nuestros seres queridos que no nos gustan y eso a veces puede superarnos. Gloria me produce ternura.

No deja muy bien la religión que, por cierto, está presente en algunos de los relatos.
Supongo que la formación católica recibida deja su mella. No es una cosa que me quite el sueño, ni mucho menos, aunque me parece un elemento más de control social, igual que otros muchos. La religión, más o menos diluida hoy en día en este laicismo en el que supuestamente vivimos en este país, no deja de ser un elemento que está ahí, sobre todo dentro de nuestras propias cabezas. Está tan bien instalada que a veces escapar de ella no es tan fácil. De nuevo, es atreverse a romper ese molde en el que nos han metido.

¿Los valores se han diluido en este laicismo?
A la generación que tiene ahora 20 años no les arriendo la gracia. Me parece una juventud mucho más complicada que la nuestra, mucho más abierta, con muchas más ventajas, con muchas más opciones que teníamos nosotros, pero al mismo tiempo expuesta a otro tipo de situaciones, de peligros. Hay un cambio de paradigma hacia una cosa más personal, más hacia el ego, lo que no quiere decir que los jóvenes sean egoístas o pasen de todo. Simplemente, la sociedad que les hemos creado y dejado ha tendido un poco a eso. Y en cuanto a las redes sociales, yo hasta hace prácticamente un año no tenía y me parecía un multiverso extrañísimo muy difícil de gestionar emocionalmente. Creo que está todo muy magnificado. Yo rompo una lanza a favor de la juventud. Siempre habrá gente ultraválida y ultracapaz de mover cosas, porque si no, nos iríamos al garete como sociedad. Pero me parece complicado. De hecho, volver a los 30 estaría bien, pero a los 20, ya no.

$!David Cañadas: «Todos asumimos en algún momento que no vamos a ser Messi»

¿Qué haría en caso de chantaje, en una situación como la de Roberto?
Roberto es quizás el personaje que peor me cae en el sentido de que quizás es el más alejado de mí como persona, con su prepotencia. Pero justamente por eso me pareció interesante meterme en esa cabeza. ¿Cómo hubiera reaccionado yo? Supongo que de una manera u otra a todos nos pueden hacer chantaje, que todos tenemos cosas que no queremos que salgan a la luz, aunque sean las más triviales, nada con lo que hacer daño a nadie. En un caso similar, probablemente hubiera pagado. Yo no soy tan valiente. Es un cuento que me gusta como acaba, aunque queda abierto porque Roberto se va a ver enfrentado a lo que tiene. También me parecía interesante esta exposición constante a la que estamos sometidos con las redes.

El gran hermano.
Hemos generado un valor a algo que antes era como un divertimento, una herramienta de comunicación. Y este miedo a estar expuestos y esta necesidad al mismo tiempo, nos guste o no, está ahí. Necesitamos tener likes, estar en Instagram... En este caso, me parece curioso trabajar esa necesidad de querer saber, de querer ver qué es lo que ocurre, qué es lo que tiene que ocultar Roberto. Con este cuento he tenido reacciones viscerales, por el final. El lector se da cuenta de que está deseando ver, saber qué hay detrás del chantaje. Me parece interesante jugar con ese voyeurismo que, en parte, en mayor o menor medida, tenemos todos.

Y eso que Roberto es un personaje de ficción...
Es la curiosidad morbosa de ver a los poderosos caer un poquito, ver que son humanos. Es una pequeña recompensa, que no deja de ser mediocre, pero no por eso menos valorable, una herramienta de autoengaño, de supervivencia. Soy muy fan del autoengaño como herramienta de supervivencia.

¿Vive del cuento?
Me encantaría vivir del cuento, pero de momento no, de momento pagan las facturas mis otras profesiones. Pero vamos abriendo nuestro camino. Está bien que una editorial como Talentura haya apostado por el cuento y por valores nuevos. Es difícil vivir del arte, de la escritura y del cuento ya ni te cuento porque se va reduciendo más el público. Pero al fin y al cabo es lo que me apetecía hacer.

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