‘Guardianes de la galaxia. Vol. 3’, hasta siempre, ‘galácticos’

Todo principio tiene un final. Lo tuvieron ‘Los Vengadores’ y ahora le llega el turno a los ‘Guardianes de la galaxia’. Esto no es un ‘spoiler’ (de hecho, ha sido anunciado así repetidamente). Simplemente, es la hora de cerrar una página -nunca mejor dicho- de un cómic bien resuelto en la gran pantalla y que ha funcionado muy bien entre los fans y seguidores de la saga. Y los que se han asomado curiosamente a ella, para conocerla, también. Tan bien les fue la cosa a los productores, que lograron recaudar 1.591 millones entre la primera y la segunda las películas de 2014 y de 2017. Pero, además, ya iba siendo hora de recoger velas y echar un último vistazo a la historia de un grupo tan singular y divertido.

El público de todo el mundo espera ansioso el estreno de la segunda película que Marvel lanza este año (la primera fue Ant-Man y la Avispa: Quantumanía) y que supone la número 32 en el ya famoso Universo Cinematográfico de Marvel (UCM).

Esta vez ni todo el dinero del mundo servirá para mantener unidos a esta tropa de ‘galácticos’. Nuestra banda de inadaptados deberán hacer frente a una última y apoteósica aventura. La nueva entrega de la saga vuelve a contar con personajes al límite y escenarios extravagantes. Y, al contrario que ocurre en otras franquicias de superhéroes, aquí los personajes evolucionan.

La música, otro elemento clave

Tanto es así que algunos sufrirán un viaje emocional, no solo espacial, en la búsqueda de su propia identidad. Del elenco, casi todos han vuelto. Eso sí, unos en mejor forma que otros. Star-Lord, alias de Peter Quill, vuelve a ser ese capitán torpe e intrépido, fanático del rock de los años 70 y 80 y dispuesto siempre a darle al ‘play’ en su ‘walkman’. Mientras, se aferra a la idea de que Gamora (Zoe Saldana) sigue viva. Le cuesta superarlo. Y, en esas, veremos a Gamora, que no está muerta y regresa después de que Thanos la asesinara, pero es una versión alternativa del personaje con el que nos habíamos encariñado. No recuerda su pasado y, por tanto, no sabe quién es Star-Lord ni a su empática hermana Mantis o al adorable y tontorrón Drax, ni a Rocket, ni a Groot, ni a su hermana Nébula.

Los vamos a echar de menos, seguro. Es la última oportunidad para emocionarse con un subidón de endorfinas a ritmo de Earth, Wind  & Fire, Alice Cooper, Spacehog, Bruce Springsteen, The Replacements, Rainbow, The Mowgli’s, Beastie Boys, Florence and The Machine o Radiohead. Un paseo por la cultura pop de dos décadas. Como ha explicado el propio James Gunn, director de la trilogía y nuevo jefe de DC Studios, «me encanta la buena música y cuando estoy escribiendo un guion quiero compartir esa buena música con el público. Me voy poniendo canciones de bandas de los 70. Luego, algunas las cambio, porque es muy difícil acertar a la primera».

El remate de la saga es glorioso, un espectáculo emotivo y un adiós (o un ‘hasta siempre’) de los ‘galácticos’, aquellos que marcaron una época dorada y que quedaron en la memoria de muchos fans. No visten de blanco pero han formado un equipo que ha logrado hacernos disfrutar durante nueve años.

De aquel 2014 me viene al recuerdo una frase: «¿qué hizo esta galaxia por ti?, ¿por qué quieres salvarla? ¡Porque soy uno de los idiotas que vive en ella!». Pues, eso. Esos ‘galácticos’ seguirán viviendo en ella. Aunque ya no estén.

Francia, 1935. Un investigador deberá resolver el asesinato de un banquero parisino. De entre una serie de pintorescos sospechosos destaca Madeleine, cuyos deseos de fama y fortuna se pondrán en el camino de la investigación.

Retrato del día a día de Juan Carlos Unzué, desde que en junio de 2020 el exfutbolista hizo público su diagnóstico. Unzué se propuso dos cosas: por un lado, visibilizar la la ELA y por otra recaudar la mayor cantidad de dinero para dedicarlo a la investigación.

Dani (Natalia de Molina) siempre pensó que ser policía era una forma de proteger a la gente, de hacer justicia. Pero durante un desahucio en un barrio conflictivo de Madrid, Dani se encontrará con un dinero escondido, una trama de corrupción policial y un crimen que harán que tenga que huir por su vida en un territorio hostil.

Verano de 1976. Bea tiene 16 años y se suma a los aires de cambio que recorren el país; colabora con un grupo de mujeres para visibilizar la causa feminista y lograr la aprobación del derecho al aborto. La rebeldía se mezclará con un sentimiento inesperado que trastocará su mundo interior.