Palanca, con nombre propio (Nàstic 2 - 2 Girona)

Miguel Palanca coge el testigo goleador de su padre, Santi, y anota dos goles en la eliminatoria de Copa del Rey ante el Girona. El choque se decidió en la tanda de penaltis, en la que Tomeu paró un lanzamiento y el propio Palanca marcó el decisivo

19 mayo 2017 21:51 | Actualizado a 22 mayo 2017 12:59
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El idilio del apellido Palanca con el Nou Estadi tiene algo de magia. Ninguna otra heráldica posee similar vínculo con el coliseo grana. El padre, Santi, tiene el récord de goles anotados en el estadio. Hizo 48. El hijo, Miguel, añadió ayer dos tantos más al legado familiar. Dos goles vitales para que el Nàstic pudiera acceder a la prórroga de la eliminatoria contra el Girona de Copa del Rey. Un duelo que se dirimió en el punto de penalti, con un último lanzamiento del propio Miguel Palanca.

Nàstic y Girona se veían las caras por segunda vez en cuatro días. Mismo partido, pero 22 protagonistas diferentes, ya que los dos entrenadores optaron por el cambio total de sus onces respecto al encuentro de liga. La Copa ofrece un escenario perfecto para las oportunidades. Para vislumbrar el fondo de armario de los equipos.Es con esta premisa, que los técnicos movieron todas las piezas, gestionando el pasado y el futuro inmediato.

Los de Pablo Machín habían aprendido la lección respecto al duelo del pasado sábado. No dieron tanto espacio en las bandas, ni dejaron que el Nàstic tomara la iniciativa del juego. Se? aseguraron un papel más protagonista. Acorde con la imagen reciente de los dos equipos. Uno, el tarraconense, recien ascendido. El otro, el Girona, un equipo que se varó en el linde de Primera. Con los flancos algo más armados que en Liga, los gerundenses trataban de generar peligro desde la superioridad que le ofrece el sistema de ‘cinco’ centrocampistas de Machín en la medular que volvió a sufrir en las transiciones.

El Nàstic volvió a dejar patente su letal punzada a la contra. De su potente galope cuando tiene espacio por delante. Su rápida transición defensa-ataque logra casi siempre coger a su enemigo desprevenido. Impotente ante la llegada de los futbolistas granas y aferrados a una mala decisión de los delanteros. Tuvo fortuna el equipo de Machín en los dos primeros contragolpes. Ni Xisco Hernández, ni Naranjo supieron sacar renda de una situación ventajosa. El tercero ya fue imposible. Arel y Calavera se aliaron para lanzar la carga. El israelí marcó el terreno. Dibujó un trazado preciso para la llegada de Calavera por la derecha. El lateral de Cabra levantó la cabeza y con un golpeo raso, sirvió el tanto a Palanca, que únicamente tuvo que empujar el cuero al fondo de la red.

La intensidad creció en la segunda mitad. Más por iniciativa del Girona. Perder en Tarragona no entraba en sus planes. Hacerlo dos veces debilitaba su imagen de equipo potente. Pisó el acelerador. Las bandas, su punto débil en los dos enfrentamientos, se convirtieron en su mejor baza. Sebas y Serrano sacaron tajada para ofrecer dos ocasiones merecedoras del tanto. La de Borja fue la más clara. Se lanzó al piso para alcanzar el centro de Serrano. Consiguió tocarlo, estirándose al máximo, para mandarlo al lateral.

Tomeu volvió a situarse bajo palos haciendo gala de su calidad. Tuvo faena con los disparos lejanos. Pol Llonch le hizo volar y Eloi Amagat le llevó al extremo con un lanzamiento de falta que buscaba la escuadra.

Naranjo, titular por primera vez, ofreció su lado más aguerrido cuando le robó la cartera a Alcalá, último hombre del Girona. Puso la directa, pero a medio camino se quedó sin gasolina. Su fuga quedó desactivada en el momento del disparo.

El empuje visitante se benefició de un Nàstic que se confió en exceso en el marcador y en su resistencia defensiva. Dieron alguna facilidades y les costó el empate. Jairo dejó a la zaga pendiente de una decisión arbitral para controlar y fusilar a Tomeu para igualar el choque.

Palanca había pasado toda la segunda mitad inadvertido. Aislado y semi-olvidado en la izquierda. Pero era su día. Lo vio venir cuando acomodó el único cuero que le cayó en condiciones en el segundo tiempo a su pierna buena. Una zurda que golpeó magistralmente la pelota para ponerla en el palo largo con una parábola deliciosa.

A dos minutos para el final, la eliminatoria parecía decidida. Pero el Girona mostró su lado más peleón. De nuevo, favorecido por cierta indolencia local. Pol Llonch trazó la diagonal, haciendo girar las piezas a su alrededor. El jugador gerundense alcanzó la línea de fondo y sirvió el pase que llegó, a trompicones, a los pies de Serrano, que mandó el duelo al tiempo extra.

La prórroga, a estas alturas de temporada, estuvo de más para los dos equipos. Las fuerzas ya no daban para correr de lado a lado. Con llegar a zona de disparo era suficiente para intentarlo. Estuvo cerca Emaná en el 106. Germán se estiró para impedir el tanto. A la volea de Rocha le faltó coger puerta.

La segunda mitad del tiempo extra se jugó a la directa. Golpe a golpe. Un fútbol en el que el Nàstic se sintió más a gusto. Fue quien puso más empeño en evitar los penaltis. Lo notó el Girona y quiso matar el partido con interrupciones. Palanca rozó el delirio en el suspiro final, con un mano a mano ante Germán. Tuvo que esperar a una tanda de penaltis en la que Tomeu paró el lanzamiento de Marcelo para poder marcar el gol definitivo. El Nàstic camina seguro. Así en la liga como en la Copa.

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