Ramon Folch, emblema del CF Reus

El centrocampista reusense de 26 años se convierte en el primer capitán de la historia del Reus en Segunda División. Olmo, Garai y Vítor, los otros tres elegidos

19 mayo 2017 18:24 | Actualizado a 21 mayo 2017 16:52
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106 apariciones y un puñado de exhibiciones artísticas con el balón le han servido a Ramon Folch (Reus, 1989) para conquistar un status privilegiado en el club. El canterano, que necesitó vestirse de aventurero a kilómetros de distancia de casa para llamar la atención de la planta noble, cumple su cuarto curso con los mayores. Suficiente para lucir el brazalete de primer capitán. Lo hará en un escenario pionero en Reus, la Segunda División. Es decir, en la pasarela Cibeles del balonpié.
Folch ha conseguido romper prejuicios del pasado. Se convierte en el primer reusense que presume de capitanía en el fútbol profesional con el equipo de su vida. Junto a David Querol, otro ganxet de cuna, mantienen raíces intactas y genes cercanos a la cantera. Probablemente, el espejo para todos los niños que sueñan con romper la puerta del primer plantel. Tanto el vestuario como el cuerpo técnico han dado el visto bueno para que este centrocampista de buen pie lidere la nómina de cuatro capitanes que representan al grupo humano que todos los días convive en las entrañas del Estadi. Folch siente el arropo de expertos en el oficio como Jesús Olmo, Aritz López Garai y Vítor Silva. Jugadores con miles de cicatrices en su cuerpo y un millón de batallas vencidas.
Un conquistador
Cuando en verano de 2013, el Reus decidió recuperar patrimonio con el fichaje de Ramon, procedente del Conquense, éste jamás pensó en un camino tan idílico como el que ha trazado. Eso sí, las piedras también han aparecido. Emili Vicente y, sobre todo Natxo González, apenas mantenían referencias sobre este espigado entusiasta  y precisaron tiempo para ponerle a jugar. Sus dos jefes en el Reus terminaron por claudicar ante la evidencia. Con Natxo, por ejemplo, vive una época de vino y rosas. No por mero capricho. Su entrenador no le regaló nada. El excelente rendimiento sobre el verde le ha transformado en pieza casi indiscutible. A día de hoy, claro. En este juego tan caprichoso, nadie puede considerarse imprescindible jamás.
Esa faceta de conquistador de poderes que le ha acompañado desde chico alcanzó el punto álgido el sábado, con el estreno oficial en Segunda División. También Folch saboreó su día más especial. Destrozó todas las teorías en contra de su estilo. Sobre todo las que señalan su frágil físico en apariencia.
El reusense no ha parado de evolucionar con el consumo del tiempo. Va con su personalidad. Con Natxo ha demostrado que puede actuar en distintos roles. Ha entregado servicios privilegiados como pivote, interior o mediapunta. La inteligencia para interpretar el juego que exhibe le ofrece muchas licencias.
A sus compañeros les ha convencido con hechos y con pocas palabras, porque Folch habla poco. Lo justo. Sólo cuando se hace necesario.  Aún así, pocos se atreven a cuestionar su papel en el grupo. Hasta el punto que el club ya se ha movido para intentar ampliarle el contrato, que expira el 30 de junio. Como emblema de la era moderna.
106 apariciones y un puñado de exhibiciones artísticas con el balón le han servido a Ramon Folch (Reus, 1989) para conquistar un status privilegiado en el club. El canterano, que necesitó vestirse de aventurero a kilómetros de distancia de casa para llamar la atención de la planta noble, cumple su cuarto curso con los mayores. Suficiente para lucir el brazalete de primer capitán. Lo hará en un escenario pionero en Reus, la Segunda División. Es decir, en la pasarela Cibeles del balonpié.

Folch ha conseguido romper prejuicios del pasado. Se convierte en el primer reusense que presume de capitanía en el fútbol profesional con el equipo de su vida. Junto a David Querol, otro ganxet de cuna, mantienen raíces intactas y genes cercanos a la cantera. Probablemente, el espejo para todos los niños que sueñan con romper la puerta del primer plantel. Tanto el vestuario como el cuerpo técnico han dado el visto bueno para que este centrocampista de buen pie lidere la nómina de cuatro capitanes que representan al grupo humano que todos los días convive en las entrañas del Estadi. Folch siente el arropo de expertos en el oficio como Jesús Olmo, Aritz López Garai y Vítor Silva. Jugadores con miles de cicatrices en su cuerpo y un millón de batallas vencidas.

Un conquistador

Cuando en verano de 2013, el Reus decidió recuperar patrimonio con el fichaje de Ramon, procedente del Conquense, éste jamás pensó en un camino tan idílico como el que ha trazado. Eso sí, las piedras también han aparecido. Emili Vicente y, sobre todo Natxo González, apenas mantenían referencias sobre este espigado entusiasta  y precisaron tiempo para ponerle a jugar. Sus dos jefes en el Reus terminaron por claudicar ante la evidencia. Con Natxo, por ejemplo, vive una época de vino y rosas. No por mero capricho. Su entrenador no le regaló nada. El excelente rendimiento sobre el verde le ha transformado en pieza casi indiscutible. A día de hoy, claro. En este juego tan caprichoso, nadie puede considerarse imprescindible jamás.

Esa faceta de conquistador de poderes que le ha acompañado desde chico alcanzó el punto álgido el sábado, con el estreno oficial en Segunda División. También Folch saboreó su día más especial. Destrozó todas las teorías en contra de su estilo. Sobre todo las que señalan su frágil físico en apariencia.

El reusense no ha parado de evolucionar con el consumo del tiempo. Va con su personalidad. Con Natxo ha demostrado que puede actuar en distintos roles. Ha entregado servicios privilegiados como pivote, interior o mediapunta. La inteligencia para interpretar el juego que exhibe le ofrece muchas licencias.

A sus compañeros les ha convencido con hechos y con pocas palabras, porque Folch habla poco. Lo justo. Sólo cuando se hace necesario.  Aún así, pocos se atreven a cuestionar su papel en el grupo. Hasta el punto que el club ya se ha movido para intentar ampliarle el contrato, que expira el 30 de junio. Como emblema de la era moderna.

 

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