Un lustro de la extraordinaria generación del 2015

Fútbol. El 31 de mayo de hace cinco años el Nou Estadi vivió uno de sus días más felices con el ascenso a Segunda, después de superar en el play-off al Huesca por 3-1

31 mayo 2020 08:13 | Actualizado a 01 junio 2020 16:58
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Si existiera una máquina, al estilo de los sismógrafos, que en lugar de cuantificar movimientos sísmicos, midiera la felicidad producida en un lugar determinado, tal artefacto no hubiera podido soportar la explosión de júbilo que se produjo el 31 de mayo del 2015 en el Nou Estadi de Tarragona. Los recuerdos de ese inolvidable día reposan a fuego en la mente de todos y cada uno de los asistentes al feudo grana esa jornada. 

Ha pasado un lustro, pero ahí siguen. Imperturbables. Protegidos de los estragos del tiempo. Jugadores, directivos, entrenadores, aficionados, empleados, periodistas... nadie podrá olvidar jamás el torrente de emociones desatado por el ascenso del Nàstic a Segunda división en un duelo a cara de perro frente al Huesca. Lago Júnior, David Rocha y Marcos De la Espada pusieron el broche de oro a una obra de arte dirigida por Vicente Moreno, con la producción de Emilio Viqueira y la inversión del presidente Josep Maria Andreu y Rodri. 

Cinco años después los seguidores del Nàstic sueñan con repetir tal hazaña. Después de un año coqueteando con Tercera el recuerdo del ascenso aligera el duelo y recarga fuerzas para el futuro.

José Angresola, Mossa
El lateral nacido en El Puig cumple su tercer curso en el Real Oviedo. Acaba de volver de la Ciudad Deportiva de El Requexón, donde el conjunto carbayón lleva a cabo el protocolo de actuación para la vuelta a los entrenamientos de cara al reinicio de la Segunda División. Por la mañana ha realizado los primeros entrenamientos en grupo, mientras que por la tarde se ha dedicado a sesiones individualizadas. Los años no pasan en balde y hace falta más dedicación para poder seguir rindiendo a un alto nivel. 

Donde no necesita ejercitar es la mente para retroceder a aquella mañana de hace cinco años. Mossa se despertó en el hotel de concentración del Nàstic en el Gran Hotel La Hacienda de La Pineda. Vicente Moreno se había llevado allí a la plantilla cinco días antes del partido. «Podría resultar pesado, pero es que aquel equipo era un grupo inmejorable. Coincidimos gente que quería ser profesional, jóvenes con ambición de crecer y futbolistas experimentados. Todos involucrados en el proyecto con un enorme sentimiento de pertenencia», explica Mossa. 

Con su conocimiento de Oviedo, el valenciano reconoce cierta fortuna en el emparejamiento: «No sé cómo hubiéramos gestionado una eliminatoria en el Carlos Tartiere». Eso no es desmerecer al Huesca. Mossa detalla lo igualado que estuvo el encuentro de ida y el de vuelta... hasta el gol de Lago Júnior, nada más empezar la segunda mitad (minuto 47). El zapatazo del marfileño despejó los nervios y el Nàstic que había arrollado en la temporada regular, campeón del grupo 3 a tres jornadas del final, tomó el escenario. «El 2-0 de David Rocha aplanó el camino y luego, con la expulsión de Manolo, era cuestión de esperar al pitido final para desatar la locura. Invasión de campo, celebración interna en el vestuario, autocar descapotable directos a la Plaça de la Font y recibimiento por todo lo alto en el balcón del Ayuntamiento luciendo, también hay que decirlo, la bufanda de El Puig.

Xisco Campos
Para un día tan histórico el Nàstic necesitaba tener un capitán a la altura de las circunstancias. Pocos futbolistas podrían haber dado más brillo al brazalete con el escudo del club y la bandera de Tarragona que Xisco Campos. El balear, el único superviviente del descenso de Segunda, se erigió como el padre de esa «familia» que era el equipo. Comprometido con el club y una ciudad que lo adoptó como un hijo propio, Xisco Campos destaca ese día como la guinda de un proceso largo que comenzó un año antes en Llagostera, al perder en la prórroga la posibilidad de ascender a Segunda. «Ese revés nos hizo sacar el orgullo y prepararnos mentalmente para todo». La reacción se notó durante todo el año. El equipo se ganó de manera contundente el derecho a disputar la eliminatoria de campeones con un paseo casi militar por la temporada regular. «Éramos un equipo muy bien trabajado que tenía muy claro lo que quería. Y eso se reflejó en el partido. Sobre todo después del gol de Lago Júnior. Hasta ese momento había mucha tensión en el campo. Lógico por tratarse de un play-off.El 1-0 nos quitó un peso de encima y luego fue todo rodado». Temperamental sobre el verde, Xisco quería mantener la tranquilidad en todo momento. Evidentemente fue imposible. Y más con el gol de su amigo Marcos. Esa vaselina que podría figurar en un cuadro de cualquier museo aseguraba el ascenso rompió la armadura sentimental. «No quería perder la calma, pero cuando me giré y vi a Manolo Reina llorando, no pude contener las lágrimas», cuenta el futbolista que no solo repitió hazaña en Mallorca, sino que la superó con el ascenso a Primera del curso pasado. El premio es estar preparando estos días el duelo ante el FC Barcelona cuando reinicie la máxima competición.

David Rocha
David Rocha no había hecho ningún gol de cabeza en toda su carrera deportiva. Hasta que llegó a Tarragona. Los Rochazos, disparos secos y duros desde la distancia, le hicieron legendario, pero fue un remate de cabeza el que le inscribió en las páginas de oro del Nàstic. «Nos intercambiamos los papales. Gorka, un tipo de 1,92 m centró y yo rematé con apenas 1,80 metros», explica. 

El cacereño guarda como oro en paño las imágenes de ese día, fecha que tiene tatuada en su piel. Recuerda perfectamente todo lo que sintió ese día desde que se despertó en la cama de la habitación que compartía con Manolo Reina en La Pineda: «Empecé a dar vueltas, resoplando cuando escuché a Manolo decirme: ‘¿Ya estás subido en la moto?’. Le pregunté como estaba. ‘Cagado’, me respondió». Reina, un tipo que había tratado de frenar a Messi en Primera División no podía conciliar el sueño en un ascenso a Segunda. Para Rocha era el cuarto play-off de ascenso a Segunda que encaraba sin ningún final feliz hasta la fecha.

Ese era diferente. La llegada al Nou Estadi. Las familias de los jugadores esperando en el túnel de vestuarios poco antes de salir al campo para hacer el grito final todos juntos. «Fue una sorpresa que nos emocionó. Todos lloramos como magdalenas. Recuerdo ver a Xavi Molina delante mío todo rojo aguantando el llanto. El impacto emocional que supuso nos afectó al inicio del encuentro. Teníamos las piernas flojas y nos costó meternos en el partido», cuenta el extremeño. Lago trajo la tranquilidad y el partido ya fue cuesta abajo. Con la expulsión del futbolista del Huesca los futbolistas solo esperaban a que acabara la pesadilla que si inició un año antes en el Municipal de Llagostera. Después de los saltos sobre la cubierta del banquillo, los gritos frente al palco y la «celebración espectacular por Tarragona». Mientras trata de dejar atrás unas molestias que le incordian estos días de preparación para el regreso a la competición con el Extremadura, Rocha tiene claro que «nunca he estado en un equipo como ese. Estabamos unidos con hormigón y creo que ese día siempre será una parte importante de nuestras vidas».

Xavi Molina
Para Xavi Molina subir con el Nàstic es uno de los premios que le ha dado el fútbol a su prolongado esfuerzo. Tenía ganas de repetir en Córdoba pero la pandemia del Covid-19 y una derrota en la última jornada le han privado de ello. Mientras descansa de la temporada también rememora con pasión ese 31 de mayo de hace cinco años. La noche previa, mientras más de media plantilla miraba la final de la Copa del Rey entre el Barça y el Athletic Club, Xavi Molina se fue a la cama. «No soy muy nocturno. A las 22.00 horas ya soy un ‘zombie’», explica. A las 7.00 horas la claridad que se filtraba en la habitación le hizo despertarse. En la cama de al lado Tomeu Nadal tenía los ojos como platos. «Llevaba horas sin poder dormir». El futbolista de La Canonja recuerda una foto que Xisco Muñoz, uno de los últimos en llegar al grupo y veterano en mil batallas, envió por WhatsApp para destensar a sus compañeros. «Estaba disfrazado de monja con las sábanas de la cama», recuerda. Funcionó. El grupo se deshizo en risas. «Era un vestuario de hermanos. La derrota en Llagostera nos unió y supimos transmitir ese sentimiento a todos los que vinieron después», detalla Molina que apunta «tuvimos que trabajar muy duro para completar un año precioso». Tan fuerte era esa unión, fomentada en cada comida, cena o encuentro tras los partidos o los entrenamientos, que no pudieron sentir pena por los que no siguieron en Segunda. «Teníamos claro que ese mismo equipo podría haber competido en Segunda División», sentencia.

Guarda muchas escenas del partido y la celebración. Los tensos momentos de la primera parte en los que el equipo no se encontraba a sí mismo. Hasta que Lago desatascó el fútbol que les había llevado hasta allí. El pitido del árbitro fue el pistoletazo de salida de una invasión que impidió que Molina pudiera llegar a sus compañeros. Sí pudo encontrarse con sus familiares. Un aperitivo de lo que después seria la locura en el vestuario. Con Gorka Azkorra, protegido solo con una toalla alrededor de la cintura y tomándose una cerveza del surtidor que les había prestado la familia del Bar de l’Estadi. 

Ya sea en Oviedo, Mallorca, Extremadura o La Canonja, nadie puede olvidar aquella generación de jugadores que formó parte del Nàstic la temporada 2014/15 que coronó su brillante historia un 31 de mayo de 2015.

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