Josema, el nacimiento de un jerarca en el Nàstic

A Josema se le juzgó antes de tiempo porque en el fútbol las prisas siempre están. No se tiene en cuenta el contexto casi nunca. El aficionado juzga en función de lo que ve porque es pasional y cree que el mañana no espera. Por eso al central madrileño se le intentó colocar una soga en el cuello por una pretemporada en la que dejó dudas propias del verano. Los jugadores no están al cien por cien y juegan los amistosos permitiéndose unas licencias que cuando los puntos están en juego desaparecen. A veces este deporte carece de empatía y al madrileño le tocó contemplar ese panorama desde la sombra. Cometió errores sí, pero no suficientes para vislumbrar una condena. Por suerte, el defensa sabía de qué iba esto. Así que cero nervios, pura tranquilidad.

El central había llegado al Nou Estadi en el mejor momento de su carrera. Arropado en la madurez y tras dar varios pasos por delante desde que Alberto López llegó a su vida. Su entrenador en el Linares le convirtió en un jugador más que aseado con el balón en los pies. Un central de esos a los que la pelota no les quema. Capaz de conducir y dividir o filtrar balones en un mar de piernas. Zurdo y espigado, entraba por los ojos. Kimpembe le llama Quintanilla ya en sus redes sociales. Lo cierto es que su gesto corporal es muy parecido al del central francés que milita en el PSG.

Sin embargo, la virtud más importante de su juego no la había lucido todavía porque no era el momento para ello. Josema es un jerarca. En Linares lo fue y en Tarragona ya se está completando esas características de su juego. El madrileño es un futbolista al que los retos le atraen y la presión no le condena. Por eso en pretemporada era un jugador que con la pelota se tomaba más tiempo de lo necesario de lo que suelen hacer los centrales. Él es así, entiende que el tiempo juega a su favor y si la jugada pide un segundo más, él se lo da. Ahí demuestra personalidad, pero cuando alza la voz y ordena la defensa saca su liderazgo y de eso va sobrado. Corrige a sus compañeros, saca la línea adelante y eso son aspectos del juego que no aparecen en las estadísticas, pero que suman mucho más.

Las primeras cuatro jornadas las tuvo que vivir desde el banquillo. Alex Quintanilla y Marc Trilles habían sido la zaga que el año pasado lideró al Nàstic durante buena fase de la temporada. Una pareja de centrales que acumulaban muchos partidos juntos y que jugaban de memoria. Era momento de callar y trabajar. Aguardar a la sombra porque los años son muy largos y el fútbol y la vida siempre da oportunidades. Lo que diferencia a uno de otros es que hay quienes las aprovechan.

Josema permaneció tranquilo y en la quinta jornada dio el golpe. Le tocó debutar frente al Amorebieta en un partido en el que Raül Agné se jugaba el puesto. Un choque de mucha presión para debutar. Se burló de ella porque su carta de presentación solo fue un preludio de sus primeros partidos de grana. Han pasado ya cinco partidos desde entonces y ahora el defensa madrileño es el líder de la retaguardia tarraconense. Ha jugado con Quintanilla, Trilles y Pol Domingo a su lado y le ha dado igual porque a su pareja siempre la ha hecho fuerte.

Su irrupción en el Nàstic ha sido tal que ha partido el binomio Trilles-Quintanilla por la mitad. Se ha ganado ser el central titular. Ahora la pregunta es la siguiente: ¿Juega Josema y...? Total merecimiento. Por si faltaban dudas frente a la SD Logroñés dio el golpe definitivo. Quién sabe si marcó el gol que puede suponer un punto de inflexión definitivo. Lo que está claro es que logró un tanto que salvó la cabeza de su entrenador e inundó de estabilidad el proyecto grana. El Nàstic ahora vuelve a mirar de cerca los play off y ha ganado un jerarca. Semana de sonrisas. Así es el fútbol. Todo cambia.