16.00 horas de la tarde. Getafe arde en llamas de calor. 36 grados al sol. A David no parece importarle. »Ya lo sufrí en julio». Este joven reusense reside en Madrid gracias a su trabajo de analista financiero. Da igual. Sus raíces están intactas. Todavía con el Coliseum cerrado a cal y canto, el hincha espera solo la llegada del autobús rojinegro. Solo no, mejor dicho. Con la bufanda de su Reus en el cuello.
En realidad, David mantuvo la fe debota entre un mar de hinchas locales. Muchos de ellos todavía enfurecidos por el descenso y con el paladar nostálgico. No hace mucho, por la Avenida Teresa de Calcuta, paseaban a menudo Messi, Ronaldo y compañía. El sábado llegó el Reus, con ese aire de entusiasmo juvenil, aunque todavía con el encanto futbolístico tierno. Debe ganar glamour el Reus. Su lugar siempre fue otro.
En el local de la Federación de Peñas azulona aireó cierto alboroto en la previa. Todo a un euro para los socios. Precios populares para alegrar el bolsillo y disfrutar del clima. Algunos optimistas alentaron al equipo cuando pisó el estadio, en ese autobús con ilusiones de retorno.
Codina y la nostalgia
Una señora enamorada del fútbol no dudó en acudir al templo con la camiseta rosa de Jordi Codina. Su pasión por el arquero, ahora en el Reus, quedó demostrada en medio segundo. Le gritaba sin cesar entre las rejas del estadio cuando éste se había bajado del vehículo rumbo a vestuarios. Codina, que se pasó seis años en Getafe, guiñó el ojo y sonrió. Con solo ese gesto reforzó el cariño de su gente. Minutos antes de dirigirse al Coliseum colgó en las redes sociales un mensaje de añoranza. «Partido especial para mí. Hoy vuelvo a Getafe, donde jugué seis años».
En el interior del Coliseum todavía quedan restos de aquellos domingos con el lujo, los días de puro habano y máximo disfrute. En el palco, por ejemplo, el a veces excéntrico Ángel Torres se mantiene como anfitrión y jefe de la casa. No ha entregado las llaves del club a nadie. Llastarri parecía explicarle mil y una batallas, mientras Parés, en un extremo de la zona vip, se comía las uñas tras el gol de uno de sus ‘Edgars’. Hernández, claro.
El rescate acelerado de Jorge Molina para el Geta mantuvo el crédito de su entrenador, Juan Esnáider. Argentino y delantero de raza incansable de aquel Zaragoza campeón de la Recopa en París, en el Parque de los Príncipes. Hablamos de 1995. Curioso. En el campo, Esnáider era un hambriento insoportable. Fuera de él desprende hasta simpatía.La visita al Coliseum permite gozar de mil encantos. Si logras acceder a sus entrañas eres un privilegiado. Dicen por Getafe que en la casa de Ángel Torres todo es posible.