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    El Reus cae en Riazor, el primer partido de la final de la OK Liga, ante un Liceo superior (5-1). El domingo, a las 12.00 horas, el segundo capítulo

    10 junio 2022 21:01 | Actualizado a 10 junio 2022 21:01
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    No hubo opciones en el primer día de la final en Riazor, el Reus salió goleado por un Liceo imponente, capaz de dominar el juego con su vértigo habitual, no permitió ni una respuesta rojinegra. El equipo de Garcia, esta vez, vio como el guión que había diseñado se quedó en la pizarra de la caseta. Lo bueno es que el domingo (12.00 horas) hay otra oportunidad.

    El Liceo no permite medias tintas, va al frente desnudo, a corazón abierto. Detesta el congelador, prefiere los decibelios altos. En su hoja de ruta existe la predilección por los ataques cortos, no suele malgastar más de 20 segundos en cada ofensiva, se trata de uno de los equipos más atractivos del continente. Por contra, actuar con riesgo permanente provoca algunas grietas de agua en los regresos. A nivel defensivo suele conceder más el Liceo y eso lo quería explorar el Reus, que inició su participación en la final con la misma pose que en el Palau Blaugrana. Quería competir instalado en la paciencia, hacer sufrir al rival con un ritmo más cansino, para nada deseaba un partido abierto. En todo caso, se encontró con un gol en contra madrugador. Surgió de un disparo de cuchara de Marc Julià en la otra orilla, escupió la pelota Carles Grau, el arquero del Liceo, y ese despeje inauguró una transición con superioridad gallega. Dava Torres la envió la segundo palo y entre Carballeira y un millón de piernas, la pelota perforó a Zapater, titular ayer en Riazor. Sólo se habían dilapidado ocho minutos de partido.

    El guión no modificaba muchas cosas, en el plan rojinegro se contemplaba la opción de ir por detrás en el marcador, lo que andaba prohibido es que el rival se marchara con un botín de más de dos goles. Los de Garcia mantuvieron su fidelidad a la receta. Por lo menos lo intentaron.

    En materia de peligro, los reusenses se acercaron al gol, primero con una aventura individual de Ferran Giménez, luego con un remate a media altura de Julià que se marchó alto cuando la portería había perdido a su inquilino, Carles Grau. Sirvió la bola Gelmà. A pesar de ello, había una sensación de desgaste, más emocional que físico probablemente, en el Reus que desprendía cierto aroma preocupante. Se confirmó con el consumo del primer parcial, cuando el Liceo volcó definitivamente el resultado. Oruste, con un remate de primeras fabuloso, convirtió el segundo y, justo antes del intermedio, la asombrosa zancada de Roberto Di Benedetto se llevó por delante cualquier intento de colisión. Se trata de un actor con un físico privilegiado, largo, repleto de potencia en cada arranque. Cuando patina a campo abierto resulta imparable. Además, esta vez, contó con el temple para la definición. Mandó la pelota al ángulo de arrastre. 3-0 y el descanso como mejor medicina para el Reus.

    Pareció más entero el equipo tras tomarse el Acuarius, pero fue un espejismo. Los colegiados se inventaron un penalti y una cartulina azul a Checco Compagno, que solo acompañó una acción ofensiva de Di Benedetto y ese circunstancia terminó por romper el primer capítulo de la final. Gelmà se sumó a la lista de castigados por reclamarle al dueto de jueces tanta rigurosidad. Anotó la pena máxima Carballeira con 20 minutos todavía por delante, un mundo que había que sortear de la forma más profesional posible. Y además pensar en el domingo, sobre todo para acumular más cansancio.

    Àlex Rodriguez, después de una recuperación de bola en media pista fulgurante, quiso escribir su nombre en la lista de artilleros con la quinta diana. Activó su pala para batir por bajo a Zapater, desquiciado por las circunstancias. El juego transitaba a la velocidad que imponía el Liceo y en ese escenario el Reus no sentía la comodidad.

    Ante la dificultad, los de Garcia intentaron no dejarse ir y evitar un marcador que les pudiera afectar en lo psicológico. Marc Julià ejecutó una directa para el 5-1 y mantuvo un índice acierto maravilloso en los play off. Se ha transformado en un valor seguro en la bola parada. El técnico aprovechó para ofrecer chance a Marín y protegió a los suyos con una defensa en zona que suturó resquicios y evitó sangres mayores. El domingo, la segunda batalla.

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