Un gol para la confianza

Ander Gorostidi llevaba 28 minutos sobre el terreno de juego cuando le llegó el balón, despejado por un defensor del Barça Atlètic. Mario Rodríguez había vuelta a hacer una de las suyas.

Entre engaños y recortes, se sacó un centro de la chistera que buscaba la cabeza de Gorka Santamaría. No llegó, porque se interpuso el central visitante. Gorostidi, situado en el balcón del área, esperó paciente a que al esférico le llegara. Y no se lo pensó. Apenas lo dejó botar para descoser el cuero con un derechazo tremendo.

Marc Vidal, guardameta culé, se estiró por inercia. Un movimiento estéril. El tiro era tan potente y había tantos jugadores delante, que desde que salió de la bota del futbolista del Nàstic de Tarragona su destino ya estaba escrito en el fondo de la portería de Gol de Mar.

La celebración fue apoteósica. Porque era pasado el minuto 90, porque el rival era uno de los que siempre motiva a ganarle y porque el equipo de Dani Vidal se había vaciado, al tiempo que merecido, la victoria. Todo ello ofreció un cóctel de emociones para el qué ni el más optimista estaba preparado.

Gorostidi tuvo su festejo particular. De rabia. No estaba siendo un partido de ensueño para él. Había entrado por Borja Martínez para refrescar la medular del Nàstic y empujar, aún más, al equipo hacia el área azulgrana. Eran sus primeros minutos reales. Jugó frente al Arenteiro en el estreno de la liga, pero con el tiempo reglamentario cumplido y solo para jugar los instantes de añadido.

Ante el Rayo Majadahonda ni salió. Mal asunto para un centrocampista que llegó el curso pasado como uno de los fichajes clave. Una apuesta personal de David Comamala que vivió, durante varios meses, arrastrando problemas físicos.

Por eso, cuando Dani Vidal le llamó pasada la hora de juego, se la abrió la primera ventana de oportunidad. La plantilla del Nàstic esta temporada es tremendamente competitiva. El listón en todas las plazas está muy alto. Desde la portería hasta el ataque. Nadie tiene el puesto asegurado. Hay que ganárselo. Una lucha en la que cada segundo cuenta.

En los entrenamientos, pero sobre todo en los partidos. «Todos estamos preparados para ser titulares. Hay un nivelazo», admitiría después del partido el jugador en la zona mixta.

Con la mentalidad de ganar enteros en la ‘competición’ por el doble pivote, con Marc Montalvo y Borja Martínez como alumnos aventajados, Ander Gorostidi entró a por todas.

Pero no andaba fino. Resultaba ser un futbolista muy parecido a la versión que mostró durante la pasada temporada. Un jugador plano. Con más pérdidas que recuperaciones. Que se diluía entre las transiciones.

Andaba incómodo, incluso en el golpeo. Antes del trallazo que supusieron los tres puntos, el donostiarra tuvo una acción muy similar. El balón le llegó en una posición calcada, pero su golpeo no fue, ni mucho menos, igual. Mandó el esférico al marcador, por encima de la grada de Gol de Mar. El run-run que le persiguió durante todo el curso pasado volvió a la grada.

Cuatro años sin marcar

Una afición que olvidó todas las penurias para explotar de felicidad con el tanto de la victoria en el primer minuto del descuento. «Fue una alegría, por los compañeros, porque nos merecíamos la victoria y por mí, que llevaba muchos años sin marcar», explicaba el futbolista al finalizar el encuentro. Su último tanto data del 7 de diciembre de 2019. Un Real Sociedad B-Amorebieta, de Segunda B, en el que el tolosarra inauguró el marcador de un partido que finalizó 4-2. Esa temporada, la última en el filial txuri-urdin, Gorostidi sumó seis tantos. Su mejor cifra anotadora en una temporada. «Parece que este año he empezado con buen pie. Cuantos más vengan, mejor», aseguraba.

Un gol que debe servir como punto de inflexión para un Gorostidi que solo piensa en sumar y en poder ofrecer su mejor rendimiento.