El fútbol pierde el talento de Víctor Oribe (Mont-roig del Camp, 1989) por una causa tan normal como una oportunidad laboral. Su trayectoria siempre ha caminado por la senda de lo sencillo, la categoría futbolística que ha mostrado no le ha impedido priorizar una vida responsable, centrado en la creación de un núcleo familiar estable y en la búsqueda permanente de la rutina de trabajo. No ha despegado nunca los pies del suelo. “Víctor no ha llegado a categorías profesionales porque no ha querido”, reflejan varios compañeros de viaje deportivo. Un comentario que se ajusta a la realidad.
El fútbol tampoco le ha quitado tanto el sueño como para arriesgar la zona de confort en busca de una aventura con fuegos artificiales, a pesar de que, por condiciones, le ha sobrado capacidad. Enganche diferencial, con una facilidad para el desequilibrio poco usual gracias a su destreza con la pierna izquierda, Oribe se despidió de ese hobby tan apasionante este sábado, vestido del rojinegro del Reus FCR y con el Estadi en pie. Lo hizo en la Tercera División, la categoría que más ha degustado esas creaciones muy semejantes al arte que ha inventado sobre el tapete verde.
Canterano del Nàstic y sobrino del histórico delantero Àngel Oribe, Víctor se arraigó mucho a Iván Moreno, el técnico que le llevó al Vilafranca, entidad donde echó raíces y en la que se convirtió en una especie de icono. En el Penedès casi completó una década prodigiosa, de hecho los expertos le consideraron el mejor futbolista de Tercera durante un buen puñado de años. En Youtube existen demostraciones visuales de las diabluras que exhibió con la camiseta del Vilafranca. Estos días, una vez el Reus comunicó su retirada, alguno le llegó a definir como el “Messi de la categoría de bronce”.
En el cénit de su carrera, casi ni se inmutó cuando los representantes le presentaban propuestas golosas que implicaban hacer las maletas. Oribe no modificó nunca su orden de prioridades vitales. En Reus, Marc Carrasco le generó un ecosistema ideal para que volviera a convivir con el fútbol bajo el prisma del disfrute. Y cayó de pie desde que aterrizó hace prácticamente un año. Le dio tiempo a colaborar con el ascenso a Tercera.
Poco dado a llamar la atención y al exceso de protagonismo, Oribe recibió una despedida de altura porque sus compañeros y el cuerpo técnico así lo quisieron. Acompañó el resultado (1-0), hubo manteo, abrazos, rueda de prensa y cena posterior. Seguramente, él hubiera recogido sus botas y se hubiera marchado a casa como si nada, con la sencillez del héroe anti sistema.
