Zoom

Reconozco que al principio me sentí algo desorientado con las clases a distancia

21 octubre 2020 08:07 | Actualizado a 21 octubre 2020 08:30
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No, no es el nombre de aquél ballet que salía en pantalla día sí y día también en la España de los setenta. Es, como el lector sabe, una plataforma tecnológica que permite celebrar reuniones a distancia y, para mí lo más importante, impartir clases de forma participativa.
Reconozco que al principio de la pandemia me sentí algo desorientado. ¿Sentarme en una silla, con el ordenador delante, y tener que dar clase a distancia? ¿Y el contacto humano, la presencia de los participantes en en aula, la rapidez en las preguntas y las respuestas y las sesiones de trabajo en equipo? ¿Dónde iba a quedar todo eso?

La tecnología no es mi fuerte. Aunque he procurado no descolgarme de los distintos avances, reconozco que me cuesta adaptarme a ese tipo de cambios. Y me daba mucha pereza tener que reaprender, a mis 58 años, a dar clase. La primera vez que me hablaron del funcionamiento del Zoom (nuestra plataforma en EADA) era como si me estuvieran hablando en japonés, idioma que desconozco por completo. ¿Hosts y cohosts? ¿Breakout rooms? ¿”Mutear”? ¿Renombrar? A punto estuve de tirarlo todo por la borda y dedicarme, por ejemplo, al noble arte de la jardinería.

Ahora, siete meses después, no voy a alardear de dominar el Zoom como un maestro Zen domina el arte de vivir la vida. Y todavía asisto sorprendido a reuniones de profesores en las que mis colegas hablan de utilizar distintas pantallas, combinar excels, powerpoints, vídeos, pizarras y demás. No he llegado tan lejos, desde luego.

Pero he aprendido que hay que mirar las cosas siempre desde la positividad, por pereza que nos dé. Empiezo a disfrutar del Zoom y de otras plataformas similares. Me estoy dando cuenta del impacto que la tecnología tiene sobre nuestro cerebro y nuestros hábitos. Desde luego que el abuso de la tecnología no es en sí una cosa buena. Pero vivimos de pleno una revolución tecnológica tremenda y, si no nos subimos al carro, acabaremos pagando las consecuencias.

Sin una base de digitalización no es posible funcionar de manera ágil, rápida e innovadora

Mis peripecias personales con el Zoom no tendrían más importancia si no fuera porque pueden actuar como metáfora de lo que les pasa a muchas organizaciones que no encaran de forma conveniente la transformación digital. Hay que tener en cuenta que la digitalización ya no es una ventaja competitiva ‘per se’ sino que supone una fase previa, imprescindible y necesaria, para encarar cambios mucho más profundos, entre otros la llamada innovación exponencial.

Los entornos VUCA obligan a cualquier empresa a moverse más rápido que nunca, y a reinventarse de forma constante para sobrevivir. Es lo que han hecho compañías como TESLA, AIRBNB y muchas otras. Sin una base de digitalización no es posible funcionar de manera ágil, rápida e innovadora. Zoom para el boom.

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