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La muerte anunciada

Sorprende contemplar el mundo empresarial y ver que muchas profesiones y sectores mueren poco a poco sin que se den cuenta del desastre que se les avecina

30 octubre 2023 12:24 | Actualizado a 30 octubre 2023 12:25
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Me sorprende contemplar el mundo empresarial y ver que muchas profesiones y sectores van muriendo poco a poco sin que quienes viven en ellos se den cuenta del desastre que se les avecina. Eso me recuerda a la historia de la rana que se tira en una olla de agua hirviendo y salta despavorida mientras que, si la depositamos en una olla con agua fría y la calentamos, lo que obtenemos es una rana hervida.

A menudo, quienes viven en el agua fría o templada de muchos negocios son incapaces de saltar y marcharse a otro sitio y se quedan sumidos en esa morriña de las zonas de confort hasta fallecer.

Solo hace falta echar la vista atrás para darse cuenta de que las panaderías que vendían solo pan iban a desaparecer si no se convertían en cafeterías que, además, venden pan. De una transacción (yo quiero pan y ellos me lo venden) a un servicio: un lugar donde consumir y estar tranquilamente trabajando y hablando, donde no prolifera el alcohol y puedo ir con niños tranquilamente. El mismo ejemplo se ha repetido en multitud de tiendas y empresas que han debido reinventarse ampliando su negocio con servicios que los consumidores estamos dispuestos a utilizar y pagamos con ganas.

La Inteligencia Artificial nos plantea de nuevo incógnitas sobre multitud de negocios que, a mi parecer, van a desaparecer. Todos aquellos cuyo trabajo no aporta valor a los individuos, a la sociedad o a otras empresas están condenados a ser sustituidos por máquinas o robots que harán lo mismo, pero mejor. Y eso asusta a muchos, pero pienso que es el mismo susto que tuvieron quienes vieron nacer la informática.

Yo empecé a trabajar en una empresa que recuerdo que tenía 29 personas en el departamento de administración y se hacía todo a mano, libros de cuentas incluidos. Poco tiempo después instalamos un SAP que redujo ese departamento a menos de la mitad con resultados mucho más rápidos y exactos. Ya no precisábamos de tanto cerebro humano sino de capacidad de memoria de nuestros ordenadores y de unos cuantos listos que hiciesen que los datos fuesen digeribles y aptos para mejorar el negocio. Pasen, pues, revista a nuestro mundo y dense cuenta de que muchos negocios van a seguir cambiando radicalmente.

Anteayer fui al médico en primera visita y me propusieron que la siguiente fuese a través del teléfono. Había hecho ¾ de hora de espera porque tenían una urgencia y el médico me dedicó unos 15 minutos para preguntarme por mis males, pedirme más pruebas y poco más. Eso también está cambiando y nos daremos cuenta de que no tenemos por qué esperar en una sala de espera incómoda y con alguien a nuestro lado que llama por teléfono a un familiar y nos enteramos de toda la conversación. No hará falta. Cuando necesitemos a un médico, lo tendremos casi de inmediato y sin esperas.

Me encanta este cambio porque yo que me dedico a la enseñanza, podría llegar a pensar que todo puede hacerse a través de las pantallas y, tanto en el IESE como en la Universidad de Navarra donde doy clases, nos hemos dado cuanta del valor absoluto que aporta la presencialidad en la formación de las personas.

Y es evidente que muchas de las clases que impartíamos antes pueden darse hoy online pero después de una transformación profunda de los esquemas de enseñanza, somos conscientes de que descubrir, debatir y decidir son los tres pilares en que debemos apoyarnos para que las mentes de nuestros alumnos corran a la velocidad de la luz.

Hay mucha teoría que los profesores explicaban en clase que hoy puede aprenderse a través de cursos online, normalmente más interesantes que unos tipos siguiendo un manual o haciéndonos estudiar de memoria definiciones que olvidamos al terminarse la clase. Si pensamos en lo que se necesita hoy, comprenderemos que el profesor debe convertirse en un provocador, impulsor y moderador de discusiones apasionantes. Y eso no muere por más tecnología que apliquemos. Hace falta respirar y soñar con los compañeros y, si lo hacemos, esa experiencia será imborrable.

Le recomiendo que salgan de sus zonas de confort y piensen: ¿me necesitan? ¿aporto algo a los demás?, ¿soy útil a quienes sirvo? Si me lo preguntan, creo que más de un tercio de quienes me han prestado servicios o me han vendido productos en mi vida no me han ayudado en nada. Simplemente me han servido para hacer transacciones. Lo que más me ha servido en esta vida son quienes me han aportado el valor de las relaciones.

Xavier Oliver es profesor del IESE Business School

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