El novelista y periodista Víctor Amela (Barcelona, 1960) ha recopilado en Nos robaron la juventud (Plaza&Janés en castellano y Rosa dels Vents en catalán) las historias de los biberones que combatieron en el Ebro. Veinticinco entrevistas que ha realizado desde 2005 a los más jóvenes supervivientes, algunas de ellas publicadas en ‘La Contra’ de La Vanguardia. El autor reconstruye las historias humanas, lo que considera «un homenaje necesario a los héroes anónimos de la Quinta del Biberón».
Todo empezó en Navidad de 1977.
Yo tenía 17 años y mi tío Pepito, hasta el momento, nunca me había explicado nada de que había estado en la Guerra Civil. Pero aquel día, en la sobremesa de la comida, me preguntó si quería ver una cosa y le dije que sí. Entonces, me enseñó una cicatriz que tenía en el pecho, reencontrándose él con un momento de su historia, reencontrándose con un recuerdo muy bestia y muy potente de su pasado. Creo que sabía que yo tenía la edad que él tenía cuando le enviaron a la guerra, 17 años. Luego me explicó que le hirieron cuando corría hacia una trinchera y que su amigo, que corría a su izquierda, fue herido en el corazón y cayó muerto en el suelo. Cuando mi tío se giró a mirar, la bala que venía directamente hacia su corazón, entró y salió porque se inclinó. Y así fue herido en la batalla del Ebro.
¿Qué le sorprendió más?
Lo que más me sorprendió es que me dijo que el 1 de agosto de 1938 era cuando él cumplía 18 años. Es muy impactante, porque visualizas a un joven el día de su cumpleaños y la bala es el único regalo que tuvo. Me quedé parado. Él paró la explicación y cuando yo quise saber más cosas, como por ejemplo qué hora era cuando atravesó el río o si mató a alguien, nunca más en su vida explicó nada.
No quiso hablar.
Años después, me di cuenta de que realmente no quería hablar, le incomodaba mucho y se ponía nervioso. Y como sobrino no quería molestar. Y dejé de preguntar, pero sabiendo que había una historia. Cuando él falleció sucedió un hecho decisivo y es que mi padre, limpiando la casa de mi tío, encontró una caja de zapatos donde había unas fotos y unas cartas. Me impactó mucho ver seis cartas de 1938, cinco escritas a mano y una a máquina desde la guerra.
¿Qué decían las cartas?
Me impactó ver su caligrafía, leer como les decía a su madre y sus hermanos que está bien, que le dan de comer, que no corre peligro. Pero yo noto y sé que es mentira, porque en aquel momento en el frente del Segre, que es desde donde él está escribiendo, estaban muriendo muchos biberones. Entonces, me doy cuenta de que hay una historia que él no me ha querido explicar, pero que como periodista tengo la ocasión de descubrir, buscando a los supervivientes de la Quinta del Biberón.
¿Por dónde empezó?
Contacté con la Agrupación de Supervivientes de la Quinta del Biberón-41. En 2005, los supervivientes tenían 85 años y muchos querían hablar, lo que mi tío no quiso hacer. Después de quince años de entrevistas a supervivientes lo he entendido todo y la respuesta está en el libro.
¿Qué quiere transmitir a lector?
Lo que quiero es que el lector entienda, a través de las historias personales de cada uno de los veinticinco biberones entrevistados, qué es una guerra y como me dijo el tarraconense Pere Godall son «unos señores en unos despachos que envían a morir a otros», en este caso a jóvenes de 17 años que fueron carne de cañón. Este es el resumen del sentir de la mayoría de los biberones, porque hay una minoría que fueron porque quisieron, porque eran jóvenes aventureros o porque tenían un sentido político muy marcado.
Recopila todo tipo de detalles.
Sí, uno de los supervivientes relata cómo estuvo meses con sangre seca en las uñas, porque si no había ni agua para beber, como tendría para lavarse. Son miserias que ayudan a entender qué fue la Guerra Civil para quienes fueron al frente. Por eso digo que Nos robaron la juventud quiere hacer entender al lector que una cosa es un libro de historia, las grandes ideologías, las banderas y las patrias, y otra es el frente de guerra y gente inocente muriendo.
Una pregunta recurrente en las entrevistas a los ‘biberones’ es si pensaron en desertar.
Algunos me explican cómo hubo amigos, familiares y conocidos que sí que se escondieron, pero era muy peligroso porque si te descubrían las autoridades republicanas te ejecutaban. Era alta traición. Si algunos tuvieron la tentación de desertar, lo descartaron por miedo. A los jóvenes nacidos en 1920 les tocó la peor generación del siglo XX, porque con 17 años vivieron el horror.
Durante la entrevista, Gabriel León afirmó: «Recordad que hubo una guerra, que no os pase lo mismo».
Los biberones tienen muy viva la conciencia de que el ser humano cuando se obsesiona con una idea puede terminar haciendo lo peor. En la guerra, llega un punto en que dejas de argumentar y empiezas a matarte, por una causa que al final no sabes ni cual es.
Eudald Vila afirmó que «nadie de los que nos masacraron no nos pidió perdón».
Es una reflexión común en todos. Dicen que les robaron la juventud y que se les debe un homenaje. Cuando vives en un país donde los que mandan te envían al horror de una guerra y a exponerte a la muerte, lo mínimo es que después, mande quien mande, se dé cuenta de la injusticia que esto supone para la vida de una persona y lo repare.