Catalunya está inmersa en unas jornadas marcadas por la conflictividad laboral, con la convocatoria de huelgas en sectores tan dispares como la sanidad, la educación, el transporte (los taxistas) o el judicial (los letrados de la administración de justicia, los antiguos secretarios judiciales, también tienen sus reclamaciones). Algo no funciona bien cuando tantos frentes protestan a la vez. Sin menoscabar la importancia de los otros sectores, llama la atención la huelga en la sanidad y la educación, dos de los grandes pilares de nuestro estado del bienestar. Sí, dos bases del sistema que, sin embargo, llevan demasiado tiempo siendo víctimas de una infrafinanciación crónica que ha precarizado las condiciones laborales de los profesionales que salvan las vidas de los ciudadanos y cuidan de su salud y de los que deben formar a los líderes del futuro.
Las molestias que sufrirán los ciudadanos deben ser un acicate para que los gobernantes prioricen la calidad en estos sectores
Es por ello que estas jornadas de movilizaciones de médicos y profesores interpelan al conjunto de la sociedad, no en vano es toda la ciudadanía la que de una u otra forma padece las consecuencias del deterioro de los servicios esenciales, drásticamente recortados durante la anterior crisis y aún lejos de recuperar el terreno perdido. Será la ciudadanía también la que padezca las consecuencias de las jornadas de paro, que en el caso de la sanidad se traducirán en la anulación de citas y visitas que tendrán que reprogramarse, entre otras molestias. Unos inconvenientes que deberían servir de acicate para que los representantes públicos que están al frente de las distintas administraciones otorguen a sectores tan importantes la trascendencia que merecen y los traten como la gran prioridad que son en todas sus políticas y en la confección de los presupuestos. Es mucho lo que está en juego. Porque no se trata solo de mejorar las condiciones de médicos y profesores, sino de garantizar ese estado del bienestar al que tanto debemos todos.
