La estación del AVE del Camp de Tarragona es una cada vez más importante puerta de entrada de turistas para esta demarcación, como demuestran las cifras que hablan de un imparable crecimiento de usuarios del tren en los últimos años. Esto debería ser motivo suficiente para que esta infraestructura y todo lo que la rodea recibiera un trato exquisito. Pero no. No basta con que esté ubicada en un descampado alejado de los grandes núcleos de población, ni que llegar a ella desde importantes localidades del territorio suponga un complicado y largo periplo, ni que hacer uso del parking salga en ocasiones más caro que el propio billete de tren, ni que sus aledaños estén atestados de vehículos mal aparcados, muchos de ellos con daños por la acción de los cacos...
No es de recibo que los autobuses no acepten el pago con tarjeta ni que una estación moderna carezca de un cajero automático
A todo esto se suma el calvario al que se enfrentan muchos usuarios que, confiados en poder pagar el autobús que les acerque a Tarragona con tarjeta o móvil, carecen de efectivo para este menester, lo que les supone quedarse en tierra o, como el caso que ilustra el reportaje que abre la sección de Tarragona de este Diari, pedir un favor y esperar a la buena voluntad de algún desconocido. No es de recibo que, en unos tiempos en los que los ciudadanos se han acostumbrado ya a realizar cualquier pago mediante tarjeta o móvil, los autobuses de un servicio tan importante no contemplen ni ofrezcan esta posibilidad.
Como no lo es que una estación que mueve cientos de viajeros cada día no disponga de un cajero automático del que los ciudadanos puedan hacer uso para paliar cualquier emergencia. Casi veinte años después de su entrada en funcionamiento –el 19 de diciembre de 2006– las prestaciones que ofrece la estación del AVE del Camp de Tarragona continúan siendo una gran asignatura pendiente. Dotar a esta infraestructura de los servicios de primera que un territorio que tiene en el turismo una de sus principales fuentes de riqueza merece es una necesidad urgente para la buena imagen y la competitividad de Tarragona.
