Dime que me quieres aunque sea verdad

08 abril 2023 18:51 | Actualizado a 09 abril 2023 07:00
Josep Moya-Angeler
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La cultura del engaño triunfa por doquier, en especial en estas latitudes. Tanto la del autoengaño –para complacernos cuando nadie nos complace- como la que viene del exterior. Varios autores han mencionado una frase manida, incluso en el título de sus obras, «Dime que me quieres aunque sea mentira», atroz manera de agarrarse a un clavo ardiendo a pesar de saber que se quemaran las manos.

Con los vientos que corren, yo extremaría aún más esta idea y la redactaría acorde con la realidad: «Dime que me quieres aunque sea verdad». Porque damos por hecho que vamos a ser engañados y, así, partimos de la aceptación del fracaso. Esta frase recuerda aquella sentencia de los apostadores compulsivos: «Jugar es fantástico. Ganar debe ser mucho más fabuloso».

La cultura del engaño triunfa por doquier, en especial en estas latitudes. Tanto la del autoengaño –para complacernos cuando nadie nos complace- como la que viene del exterior

Queremos ser engañados, porque estos son tiempos de apariencias y es difícil saber por dónde corre la realidad, cosa que se falsea no vaya a ser que descubramos su cara amarga. Se aceptan las mentiras de los políticos y sin embargo se les va a votar con fe. ¿Fe en qué? En que el futuro será mejor. Ya he citado en estas páginas muchas veces a Alejo Carpentier cuando dijo aquello de que «todo futuro es fabuloso», no porque lo sea, sino porque nos engañamos creyendo que puede serlo. No cuesta nada dibujarlo a nuestra medida. Luego vendrá la impresión del fraude y más tarde el aceptar que no hemos aprendido la lección.

El mundo, que pudiera ser maravilloso, se está destruyendo de la mano de los humanos que, siendo capaces e inteligentes, se hacen esclavos del egoísmo –otra forma de la falsedad- y no les importa la realidad. Lo importante es solucionar el momento, con egoísmo, y la forma más directa es siempre con el engaño. Su ejemplo más evidente es el del fumador que lleva años anunciando que lo va a dejar. María Dolores Pradera retrataba este vicio en una ranchera que rezaba: «Y te vas, y te vas, y te vas, ¡y no te has ido!”».

Esta manera de engañarnos mutuamente tiene que ver con el no querer afrontar el presente para actuar positivamente en la vida. En una palabra: avanzar. O prosperar, que es más entusiasmadora.

La verdad, que a veces asusta o es cruel con nosotros, hay que aceptarla porque, también al final de nuestros días, nos enfrentaremos a ella

De acuerdo con que pensar puede hacernos entrar en crisis, de acuerdo con que las cosas no salen como quisiéramos, de acuerdo con todas las excusas que queramos dar. Pero también hemos de estar de acuerdo con que sin un objetivo en la vida, un objetivo serio, nunca llegaremos a ninguna parte y menos a donde hubiéramos podido ir. Es falso eso que dijo don Antonio Machado, en un juego de palabras: «Caminante, no hay camino». Pues, sí lo hay y hemos de emprenderlo cuanto antes para que cuando llegue el fin de nuestros días podamos decir que alcanzamos el objetivo o al menos que nunca dejamos de acercarnos e intentar llegar a él. Y el camino, el recto y gratificante camino, es el de la autenticidad.

La verdad, que a veces asusta o es cruel con nosotros, hay que aceptarla porque, también al final de nuestros días, nos enfrentaremos a ella, será la hora de la inevitable verdad. ¡Menuda sorpresa se llevarán muchos!

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