Me van a perdonar, pero, incluso a costa de pecar de mojigato, creo que esto se nos está yendo de las manos. Suecia se acaba de convertir en el primer país del mundo en registrar el sexo como un deporte. Hombre, ejercicio se practica, pero no acabo de verlo en los Juegos Olímpicos.
Dragan Bratych, presidente de la recién nacida Federación Sueca de Sexo, lo explica así: «Lograr los resultados deseados en el sexo requiere de entrenamiento. Por lo tanto, es lógico que la gente también comience a competir en este aspecto», asegura, sin el mínimo rubor. Y ya se ha organizado la primera competición, una especie de ‘mundial’ que comenzó ayer en Gotemburgo, la segunda ciudad de Suecia, y que, con una duración de seis semanas, reunirá a veinte ‘atletas’ de diferentes países –España entre ellos–.
Un jurado profesional –no me pregunten su profesión– evaluará hasta 16 disciplinas distintas, tales como el sexo oral, la penetración, los masajes corporales o la exploración de zonas eróticas, entre otras, así como el conocimiento del Kamasutra. Los representantes de cada país competirán en pruebas de entre 45 y 60 minutos con jornadas que pueden llegar hasta las seis horas –eso es aguante–.
La audiencia también jugará un papel fundamental en el veredicto, ya que podrá votar en directo y, junto a los jurados expertos, decidirá el ganador del campeonato. Me cuesta encontrar esa delgada línea –imagino que debe de existir– que separa este ‘deporte’ de la pornografía, pero, en fin, me temo que estamos en los tiempos de la banalización. De todo. También del sexo.
