Historia de la sinrazón

30 marzo 2023 18:14 | Actualizado a 31 marzo 2023 07:00
Álex Saldaña
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Es habitual que cuando los sátrapas pierden la razón –y casi nunca la tienen– recurran a la más dura e inhumana represión. Creen que cualquier método es válido para lograr su fin, que no es otro que mantenerse en el poder.

Lo hemos visto en demasiados sitios –podríamos citar Irán, Corea del Norte, Afganistán... pero ocurre en muchos más lugares– y con demasiado ensañamiento. La guerra de Ucrania ha servido de coartada para que Putin, ya de natural con serios problemas para admitir la mínima oposición, arrase con todo lo que su enfermizo cerebro pueda considerar una amenaza.

Que se lo digan a Masha, una niña de 13 años que cometió el imperdonable crimen de pintar en un dibujo de clase una bandera ucraniana con las palabras «Gloria a Ucrania», una mujer que protege a su hija de los misiles y una bandera rusa con la frase «¡No a la guerra!». Eso la llevó a ser recluida en un centro de menores y al arresto domiciliario de su padre –su único progenitor–, que se enfrenta a la retirada de la custodia de su hija y a dos años de cárcel.

Sí, es terrible. Y estúpido. Y cruel. E injusto. Él se fugó poco antes de un juicio cuya sentencia estaba ya escrita. Reconcilia saber que los sátrapas no controlan todas las conciencias y que, pese al miedo, la sala que acogió el juicio irrumpió en aplausos cuando se conoció la noticia de su huida.

Y su hija Masha le escribió una carta de apoyo desde el centro de menores diciéndole: «Papi, eres mi héroe». Ayer fue capturado. Me temo lo peor.

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