Los grandes eventos deportivos nos brindan la oportunidad de conocer el lado humano de los grandes deportistas. Y es entonces cuando uno se topa con auténticos héroes. En este sentido, me rindo ante el jugador de la selección inglesa Marcus Rashford. No por su doblete ante Gales –dos goles los puede meter cualquiera–, sino por su compromiso social.
Es el más pequeño de los cinco hijos de una madre soltera que tenía tres trabajos para poder mantener a su familia, «aunque a veces no teníamos ni para una rebanada de pan». Cuando en el verano de 2020, en plena pandemia, el Gobierno británico –el mismo que organizaba fiestas ilegales donde no faltaban la comida ni el alcohol– decidió cortar la ayuda alimentaria a los niños desfavorecidos para ahorrar, Marcus supo que no podía quedarse quieto. Recogió firmas, pidió a la gente que se manifestase, empaquetó comida para enviársela a los niños...
Comercios, restaurantes y ayuntamientos se unieron a su cruzada. Se recaudó el equivalente a 21 millones de platos de comida para las familias necesitadas. Boris Johnson no pudo aguantar la presión y revertió la medida. El gesto de Marcus le valió una Orden del Imperio británico, entregada por el príncipe Guillermo.
Pero también críticas de energúmenos que argumentaban que su peor momento en el Manchester United estaba relacionado con «estar gastando su tiempo en asuntos fuera de lo deportivo». ¿Gastando su tiempo? ¿En serio? Eres grande, Marcus Rashford.
