Mendilibar/Mourinho

02 junio 2023 18:58 | Actualizado a 03 junio 2023 06:00
Álex Saldaña
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La final de la Europa League entre la Roma y el Sevilla dejó grandes enseñanzas. Hablo, sobre todo, del aspecto humano. Allí se enfrentaban dos entrenadores tan diferentes que uno simbolizaba casi lo opuesto que el otro. Mendilibar jugaba su primera final.

Poco amigo de los focos y ajeno al glamour –él se siente más a gusto con un chándal y un niki de su equipo que con un traje de diseño–, el vasco es un hombre que encarna valores como la humildad, la nobleza y el trabajo silencioso; un carácter forjado en campos de barro y en equipos que tratan de eludir el descenso a base de esfuerzo y sacrificio; un técnico que huye de esos modernos conceptos que tratan de diseccionar cada jugada; para él el fútbol es más simple: «Defender bien y meter algún gol más que el rival».

En frente, en las antípodas, tenía a Mourinho, el ‘Special one’, el glamuroso y mediático ganador de Champions, el entrenador que se las sabe todas, uno de esos tipos orgullosos para quienes el fin justifica los medios. Acabó el partido y vimos a un Mendilibar feliz, celebrando con su habitual tranquilidad, y a un Mourinho malcriado dando un ejemplo de mal perdedor: además de sus constantes protestas desde el banquillo, de sus malos modos, de recoger la medalla en solitario, sin esperar a sus jugadores, y de entregarla a un aficionado –la plata no es un premio para él–, se fue al parking para esperar a los árbitros y descargar su ira contra ellos.

Y, mientras, yo pensaba que qué bien iría para el fútbol que hubiera más Mendilibars y menos Mourinhos. Para el fútbol, para la política... Y para la vida.

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