Una de las consignas que más caracterizan a los buenos ladrones es, tras dar un golpe exitoso, tratar de no llamar la atención y de no realizar gastos excesivos que hagan levantar las sospechas sobre la procedencia de tan repentina fortuna. Un pensamiento lógico que, sin embargo, no parecen compartir nuestros corruptos patrios, incapaces de resistir la tentación de pasear sin el mínimo pudor su ‘nuevorriquismo’ y restregar al resto de los mortales mediante una obscena ostentación el producto de sus fechorías.
El último ejemplo –hay muchos más– es el de Alberto González Amador, la pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, quien se agenció nada más y nada menos que un Maserati.
El vehículo de lujo de la marca italiana, de casi 300 caballos de potencia, está aparcado en una amplia plaza de garaje, adquirida poco después de comprar el coche. Claro que, una vez en posesión de tan costosa propiedad, lo menos que podía hacer era cuidarla.
Pero se ve que ni eso; el flamante Maserati tiene 121.194 kilómetros y pasó la última inspección técnica a mediados de enero pasado, tras un informe previo desfavorable. Entre febrero de 2022 y octubre de 2023 el citado vehículo acumulaba ocho propuestas de sanción de tráfico por valor de 949 euros, que no han sido abonadas todavía.
En concreto, adeuda el impuesto de vehículos de tracción mecánica del Ayuntamiento de Madrid por las anualidades de 2022 y 2023 –564 euros–, y otras seis multas de tráfico por un total de 425 euros. Así son nuestros corruptos, se gastan una fortuna en un coche de lujo pero no pagan mil euros en multas y tributos. Y es que, claro, tan acostumbrados a hablar de millones, eso les debe parecer una minucia que no es digna de su atención.
