La guerra perdida

Tres derrotas acumula Rusia en las últimas décadas: Kiev, la guerra Siria que sigue viva, y la presencia en Afganistán en donde tras veinte años tuvo que retirarse con el rabo entre piernas 
 

26 marzo 2022 10:10 | Actualizado a 26 marzo 2022 13:01
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Si la guerra de Ucrania se acaba con el pacto de quince puntos propuesto días atrás, sin duda el balance será negativo para ambas partes, con lo que se cumplirá el axioma de que una guerra siempre la pierden todos los contendientes, por mucho que todos la tiñan del color de la victoria.

De entrada, hay que valorar el precio de la contienda. En vidas humanas es impagable. Luego, en material y viviendas destruidos. ¿Cómo se reharán los edificios arruinados en territorio ucraniano, de los que no habla el pacto? 
El acuerdo propuesto supone que Ucrania ha de confirmar lo que nunca había querido confirmar: que no quiere pertenecer a la OTAN. Si lo hubiera aceptado un mes antes, ¿se habría evitado la invasión? En teoría, sí. Además, Zelensky había pedido entrar de inmediato en la Unión Europea y ésta le ha respondido que no es el momento. Otro paso atrás. A Zelensky le queda la relativa satisfacción de alardear de que las tropas rusas no han podido entrar en Kiev, lo que parecía que era el objetivo bélico primordial para Putin. 

Por parte de Putin, éste afirmó que no cesaría hasta eliminar «a los nazis que gobiernan Ucrania». Tampoco ha conseguido entrar en Kiev. Además, se han hecho evidente dos errores de cálculo garrafales: el rechazo casi absoluto de los países del planeta que han bloqueado a Rusia hasta asfixiar su economía, y la tenaz defensa de los ucranianos que han podido con el teóricamente superpotente ejército ruso. Pese a ello, Putin exhibe su conquista de lograr que la OTAN no ponga un pie y su armamento a las puertas de Rusia por el sur, olvidando que por el este Letonia no cumple con esta exigencia.

Para este resultado, ¿hacían falta una invasión fallida y una renuncia que podía haberse producido antes de provocar la invasión? La sensatez no ha sido la virtud humana que ha imperado en este conflicto. Los muertos de uno y otro lado y sus seres queridos lo reclamarán eternamente. 

La firma de cualquier acuerdo ruso-ucraniano no supondría el inmediato retorno a la situación anterior al intento de invasión

Además, Putin ha pagado muy caro que Ucrania se aviniera a decirle no a la OTAN, porque aparte de no haber conseguido sus objetivos militares ha evidenciado que no tiene un ejército ni tan preparado ni tan potente como se temía, aparte de haber sido puesto en un brete por la propia ciudadanía de voluntarios de Ucrania. Pero el revés de esta moneda está en que a Putin no parece importarle perder tantas vidas –incluidos tres generales, algo insólito– y tantos efectivos si algún país le incomoda. Así las cosas, tres derrotas acumula Rusia en las últimas décadas: Kiev, la guerra Siria que sigue viva, y la presencia en Afganistán en donde tras veinte años de invasión tuvo que retirarse con el rabo entre piernas. Algo no funciona bien en el sistema militar ruso, o eso parece. Para calibrarlo bien deberemos esperar a comprobar si a Putin ha aprendido a no alimentar bravuconadas y no alimenta otro conflicto.

Las consecuencias de todo ello las pagan no solamente los rusos y los ucranianos, sino también Occidente y en especial Europa. La firma de cualquier acuerdo ruso-ucraniano no supondría el inmediato retorno a la situación anterior al intento de invasión, sino que sólo aportaría una lenta mejoría hacia otra realidad más dura para Rusia y Occidente con unos aumentos de precio de la energía sin una posible recuperación completa, porque Putin tratará de recuperar lo invertido en esta guerra subiendo el precio de su gas y su petróleo. 
La conclusión es que de momento Occidente ya no puede fiarse de Rusia, que seguimos en una guerra fría mal acabada y que Rusia es un mundo que piensa de manera muy diferente al resto del planeta. Así me lo confirmó mi guía Natasha la última vez que estuve en Moscú, cuando me habló de «la quinta revolución» en que vivían. Aún piensan, engañados, en esas cosas que a nosotros nos suenan anacrónicas, pero que para ellos son la zanahoria del palo que les hace avanzar creyendo que están a punto de alcanzarla para vivir en la gloria de su país, ese que gracias a la censura las televisiones rusas va diciendo que es el mejor del mundo.

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