Cómprese un pisito como inversión

Devaluación. Nuestras ciudades y barrios están repletos de casos de pisos comprados al precio medio del mercado que al cabo de 20 años valen incluso menos de lo que costaron, y eso sin contar la inflación

24 mayo 2023 21:29 | Actualizado a 25 mayo 2023 07:00
Lluís Amiguet
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Yo no sé a ustedes; pero a mí no me salen los números –parece que al Banco de España tampoco– cuando calculo quiénes pagarán las pensiones de los ‘boomers’, los nacidos entre los 60 y 70, que aún somos mayoría en España y no digamos en Catalunya; pero que sin embargo hemos tenido menos hijos de los que las garantizarían.

Me dirán que ya pagarán los inmigrantes, pero ni incluso contando con ellos, que no suelen abonar las mayores cuotas de la Seguridad Social, salen los números. Sólo sale una inmensa deuda pública española, la tercera de la Unión Europea tras Grecia e Italia, alimentada por un déficit anual no menos galopante.

Se lo suelo comentar a un catedrático de Economía amigo y me responde que me compre un pisito, incluso con hipoteca, para irla pagando con lo que me den de alquiler y así una vez pagado, me sirva para completar mi pensión cuando me toque.

Yo le respondo que si él supiera tanto de Economía no estaría dando clases por cuatro duros –lo mismo pienso de los gurús de bolsa– y que la inversión en pisos no es en absoluto la más rentable, sino solo la más fácil de entender. Te compras un piso por 10, lo alquilas por 1 al año, y al cabo de 20 años ya lo has pagado y vale 20...

¡Qué tontería señor catedrático! Nuestras ciudades y barrios están repletos de casos de pisos comprados al precio medio del mercado que al cabo de 20 años valen incluso menos de lo que costaron y eso sin contar la inflación. En Tarragona, por ejemplo, la calle Pere Martell, fue –lo recuerdo bien– buena zona ‘prime’ de la ciudad hace 20 años. La cruzaba para ir al Instituto Martí i Franqués y puedo acreditar que era entonces un exponente de la clase media emergente tarragonina, al lado de la sede de Caixa Tarragona en la muy noble Plaza Imperial Tarraco; junto a un gran parque en un área de nueva centralidad. Y es que la ciudad –no me extraña que sea un gran debate ahora– parecía prosperar hacía poniente.

Pero pasaron los años, se ubicó una estación de autobús allí, la Caixa Tarragona acabó absorbida en el maremoto de las cajas españolas, y la calle Pere Martell fue degradándose, mientras otras en la ciudad, es igual de cierto que se han revalorizado. Pero, ¿dónde poner mis ahorritos?

El otro día pasé por Pere Martell y tuve que auxiliar a un indigente en silla de ruedas que en complicada maniobra fue a dar con sus huesos al suelo junto a las basuras amontonadas en una esquina. Me pidieron limosna tres veces en 50 metros –tuve que disuadir a mi madre, experta en perseguir mendigos para darles limosna, de rascarse el bolso, porque ya ha sufrido algún disgusto– y me vi obligado a comprobar que los vecinos en los balcones distaban mucho de dar ejemplo de urbanidad y compostura.

¿Dónde estarían los ahorros de un tarragoní que hubiera invertido en un buen piso en aquella calle hace ahora 20 años? Pues un 30% menguados, sin contar con la inflación, como decía.

Historias parecidas se suceden en otras capitales, Barcelona incluida, donde un par de decisiones urbanísticas pueden acabar con su sueño dorado de pensionista convertido en una trampa de valor. Así que les recomiendo letras del tesoro español a tres meses o incluso a un año al 3%, como dicen en el los aeropuertos, «por su propio interés» y por el de todos que vamos a tener que financiar una gigantesca deuda que parece dispararse cada vez que llegan las campañas electorales.

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