Así se llama la compañía de títeres que contrató el Ayuntamiento de Madrid para alegrar a los niños y sus padres el carnaval. Los niños no entendieron nada, pero los padres fueron a la policía, la policía al juez y los dos titiriteros a la cárcel.
Gritar vivas a ETA y Al Qaeda, ahorcar a un muñeco que representa un juez, matar a una monja con un puñal en forma de crucifijo… es propio, en efecto, de títeres de muy abajo. Los muñecos fueron movidos por las cuerdas del mal gusto y el delito.
Ada Colau ha salido en defensa de los detenidos compadeciéndose del mal rato que deben estar atravesando ahora y argumentando la libertad de expresión para la sátira. Se confunde la alcaldesa de Barcelona: una cosa es la creatividad y otra la ofensa. Y que no se preocupe por la pareja de cómicos. Seguramente aprenderán así la lección de respeto que parece que no aprendieron de otro modo.