«La soledad es un vacío enorme, no sientes estar viva, no sientes nada»

Un caso en Tarragona: Noelia, una chica de 23 años que ha sufrido acoso escolar y aislamiento no deseado, da voz a un problema que afecta a uno de cada cuatro jóvenes

17 febrero 2024 06:15 | Actualizado a 17 febrero 2024 06:26
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«En segundo de la ESO me empecé a encontrar mal, no encontraba pasión por nada y no aceptaba que yo estaba mal. Sentía una apatía intensa y no sabía por qué, hasta que fue todo un bucle muy fuerte y me diagnosticaron depresión grave. Me sentí muy sola en esas últimas etapas de la ESO cuando se metían conmigo. Tenía un grupo muy reducido de amigos, pero aun así, era ir a clase y sentirme muy sola y eso lo arrastraba en casa». Sentía un vacío enorme, es indescriptible; no sentía estar viva en la tierra, ni el frío, por eso recurría a la autolesión para llegar a sentir algo, para sentirme viva».

Es el testimonio de Noelia, una joven de 23 años en cuyo caso soledad y acoso escolar fueron de la mano. El maltrato psicológico que sufrió en las aulas del instituto le hundió en un pozo del que solo consiguió salir después de seis años.

Ella es uno de los rostros de la soledad no deseada que han sentido el 70% de los jóvenes en algún momento de su vida y que actualmente sufre uno de cada cuatro jóvenes en España. Una soledad que afecta más a las chicas y que mantiene una fuerte relación con el acoso escolar. Así lo avala un estudio del Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada ‘SoledadES’, que asegura que el porcentaje de jóvenes que han sufrido acoso en las aulas es casi el doble si sufrían soledad no deseada (el 58,1%, mientras que es del 32,1% si no la sufren).

Noelia pone cara a las cifras. «Es muy duro, continuamente riéndose de mí, haciéndome el vacío, y si intentaba ir a un grupo, yo era la peste». La joven cree que abordar el acoso escolar es complicado porque habitualmente víctimas y acosadores son conocidos, y cualquier actuación se complica más aún cuando de por medio no hay agresiones físicas, aunque sí haya amenazas.

También muestra el informe la vinculación con los problemas de salud mental: las personas que sufren soledad padecen en su gran mayoría algún problema de ansiedad o depresión (el 77,8% de los casos, frente al 34,8% de las que no sufren soledad).

Noelia entiende bien estos datos. Aunque en su caso el acoso duró dos años, las secuelas y las cicatrices permanecieron durante años, como «los problemas de falta de autoestima, el tener miedo a decir algo que no le pueda caer bien a la gente, estar dosificando la información de mi vida o intentar imitar a las otras personas para que todo que sea más normativo», dice.

Salir a flote no fue fácil; tuvo varias recaídas. Ahora, que por fin ya se ve fuera del pozo, asegura que lo más importante es marcarse una meta e ir a por ella. «Lo que más me ha ayudado a salir y a vencer esa apatía he sido yo misma, porque me propuse cambiar, superar todo lo que estaba viviendo y ponerme la meta de estudiar Físicas», en lo que está ahora.

Cree que hay dos tipos de soledad, «la de sentirse solo y otra diferente es estar solo; cuando te sientes sola porque, aunque estés acompañada no te sientes querida, necesitas que la gente te demuestre su apoyo». Quizá por eso valora gestos como los de sus amigos cuando la sacan a dar una vuelta si ven que sobrevuela de nuevo esa soledad.

«Me quedan cicatrices, no se borran; pero también pienso que todo esto me ha hecho una persona más resiliente de lo que podía haber sido antes. Yo sé ahora con 23 años lo que quiero y lo que no quiero en mi vida», concluye.

Una epidemia

El caso de Noelia no es, en absoluto, un caso aislado. La soledad no deseada se ha convertido en un problema de salud de enormes dimensiones entre la juventud española. Uno de cada cuatro chicos se siente atrapado un día tras otro en una soledad no buscada, tal como desvela el primer estudio español para determinar la incidencia de este mal entre los 16 y los 29 años.

Los adolescentes y jóvenes son el grupo social más afectado por este mal, más incluso que los ancianos, hasta el punto de que la incidencia en este colectivo es del doble que en el resto de españoles, según demuestra el trabajo de la Fundación ONCE y Ayuda en Acción.

Semejante volumen de damnificados no es fruto de una errónea o precipitada apreciación de los perjudicados. El 77% de los chicos –casi ocho de cada diez– ratifica que conoce a jóvenes que se sienten solos sin querer estarlo. Tampoco es un problema ocasional o pasajero, el resultado de un mal día. Dos de cada tres chicos que confiesan estar atrapados en este encierro no buscado explican que viven así hace más de un año y la mitad arrastra el lastre personal desde al menos tres.

No solo es un mal permanente sino también reiterado. Las dos terceras partes de los afectados relatan que la soledad es una angustia frecuente y que, para muchos, se agrava por la noche. De hecho, cuando la pregunta solo busca detectar situaciones esporádicas, cuando indaga qué jóvenes se han sentido solos sin desearlo alguna vez en su vida, levantan la mano muchos más, siete de cada diez.

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