La degradación de los locales vacíos preocupa al comercio

El lamentable aspecto de numerosos inmuebles perjudica la imagen de la ciudad

19 julio 2019 07:20 | Actualizado a 19 julio 2019 07:26
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El centro urbano de nuestras ciudades se vacía progresivamente de establecimientos comerciales, un fenómeno que afecta a casi todas las poblaciones de tamaño medio. Esta tendencia resulta perfectamente visible en Tarragona, donde se multiplican los locales vacíos y descuidados en zonas que tradicionalmente han tenido un alto valor comercial, como la calle Comte de Rius, Unió y sus transversales, o incluso algunos tramos de la Rambla Nova. Las propias asociaciones de comerciantes, como la Vía T, llevan años mostrando su inquietud ante esta tendencia. Su presidente, Salvador Minguella, comenta que «nosotros tuvimos una reunión con el anterior Ayuntamiento pero la cosa quedó ahí. También hemos mantenido contactos con la Cambra de Comerç para ver cómo podríamos mejorar el aspecto de estos establecimientos, decorar su parte exterior, mantenerlos limpios, etc». Al sector comercial le preocupa el efecto negativo que provoca a cualquier establecimiento tener al lado «un local cerrado, con carteles pegados y lleno de suciedad». Según los expertos, son dos los factores que confluyen en el vaciamiento de los centros urbanos.

Por un lado, la mayoría de capitales españolas han sucumbido al «mall», concentrando su actividad comercial en áreas de extrarradio específicamente diseñadas para ello. Es un modelo generalizado desde hace décadas en EEUU o Francia, cuyos efectos resultan patentes visitando cualquier ciudad gala de escala media: el centro de la población se convierte en un páramo, y pasear a partir de media tarde provoca una inquietante sensación de soledad y abandono. Mientras tanto, mareas de compradores abarrotan las grandes superficies, convertidas en el paraíso del ocio y el consumo.

En segundo lugar, la desertización de los cascos urbanos también se ha acelerado como consecuencia de la multiplicación exponencial del comercio electrónico: libros, electrónica, viajes, cosméticos, seguros… Los únicos establecimientos que pueden considerarse inmunizados a esta tendencia son los locales estrictamente de lujo (joyerías de alta gama, tiendas de ropa exclusiva, complementos de marca) y aquellos negocios con un necesario componente presencial (restaurantes, peluquerías, gimnasios). El resto, antes o después, terminan sufriendo la feroz competencia de las páginas web.

Si a estos factores añadimos la prolongada crisis económica de la última década, resulta inevitable que el número de locales inactivos en los centros de nuestras ciudades se haya disparado durante los últimos años. Al margen de las derivadas consustanciales a la multiplicación de establecimientos inactivos (reducción de la oferta comercial urbana y teórico descenso en los precio de estos inmuebles), las consecuencias son mucho más graves cuando al vaciamiento de los locales se suma su nulo mantenimiento: el entorno urbano comienza a ofrecer una imagen decadente que termina perjudicando gravemente al tejido comercial de la zona.

El secretario general de la Cambra de la Propietat Urbana de Tarragona, Manuel Sosa Márquez, transmite también su preocupación por «la crisis que afecta a los pequeños comerciantes y autónomos, frente a la apertura de grandes centros comerciales en los extrarradios de las ciudades, que desertizan las mismas, así como el creciente comercio online. Deben aplicarse medidas políticas, sociológicas y urbanísticas para recuperar las características de nuestras ciudades mediterráneas, facilitando su tránsito y su peatonalización, con campañas de promoción para devolver las costumbres de pasear como ocio, comprar, divertirse y tomar algo. El pequeño comercio es vida, riqueza para las ciudades, trabajo para sus pequeños comerciantes, y hasta más seguridad, frente a las calles desiertas y sin comercios, donde pasear no es nada atractivo».

El efecto degradante que la falta de mantenimiento provoca en el ámbito urbano es un fenómeno estudiado y formulado en los años sesenta por James Wilson y George Kelling bajo el nombre de «teoría de las ventanas rotas». Si en un edificio vacío alguien rompe una ventana y se repara inmediatamente, dicho incidente será puntual. Sin embargo, si se deja varios días sin arreglar, en breve aparecerán muchas más ventanas reventadas porque se transmitirá el mensaje de que nadie cuida ese lugar. La zona se degradará hasta terminar convertida en un entorno inhabitable, cuya recuperación costará infinitamente más que la reparación inmediata de aquella primera ventana rota.

Varios municipios españoles han aplicado esta teoría a la problemática de los locales vacíos, convencidos de que el presupuesto de esas pequeñas actuaciones es mucho menor que el coste de recuperación de un área urbana ya degradada. El Conseller d’Urbanisme, Xavier Puig, comenta que el nuevo gobierno municipal no prevé intervenir directamente en el mantenimiento de los establecimientos abandonados, sino «estimular a los propietarios para que cumplan con sus obligaciones de conservación. La crisis del pequeño comercio es como una gangrena que se ha ido extendiendo desde la Part Baixa hacia arriba, y que debemos revertir. Es un problema urgente pero no se resolverá de un día para otro. Hace falta un trabajo integral a medio y largo plazo, tanto desde un punto de vista urbanístico como de política comercial. Tenemos que trabajar para llenar nuestra ciudad con personas y actividades: incentivos para llenar los pisos vacíos, favorecer la rehabilitación, resolver la proliferación de solares desocupados, utilizar fórmulas urbanísticas para llenar los agujeros que tiene Tarragona… Debemos avanzar hacia una mayor densidad para que la ciudad tenga más fuerza. Y también debe mejorarse la movilidad interna (por ejemplo, mediante carriles para ciclistas y patinadores) para facilitar que mucha más gente circule frente a los establecimientos. La movilidad sostenible será un revulsivo para el pequeño comercio», dice.

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