Tarragona podría poner fin, de una vez por todas, a un déficit histórico: la ausencia de baños públicos. El equipo de gobierno asegura que cumplirá el compromiso que firmó con los Comuns para los presupuestos e instalará una red de servicios en la ciudad.
El concejal de Urbanisme, Nacho García Latorre, dice que «es un acuerdo que estamos trabajando conjuntamente para que sea una realidad. Estamos haciendo reuniones con ellos (Comuns) para cerrar localizaciones, espacios y el tipo de lavabos que se instalarán».
El portavoz de los Comuns, Jordi Collado, explica que su propuesta es que los siete lavabos estén ubicados en el Parc Saavedra, Plaça del Carros, Quinta de San Rafael, Passeig de les Palmeres, El Serrallo, Port Esportiu y Plaça de la Pagesia. En una siguiente tanda la intención es incluirlos también en otras zonas como los barrios de Ponent. La idea, señala, es pensar no solo en el turismo, sino también en los vecinos. «Esta es una reivindicación ciudadana imprescindible para entender la ciudad como un espacio de vida y convicencia. Más allá del servicio que hagan instituciones públicas o bares, es evidente que faltan lavabos a pie de calle, señalizados, accesibles y que se mantengan limpios».
Modelo por decidir
Ahora lo que se está estudiando es el modelo que se colocará y, sobre todo, la forma de mantenimiento (serían de autolimpieza). También se está mirando la forma de pago. Una opción que está sobre la mesa es la de utilizar la tarjeta del autobús, con lo que mayores y estudiantes hasta la ESO podrían entrar gratis. Otra alternativa sería emplear las tarjetas que se utilizarán para abrir los contenedores de la basura.
Pese a que quedan aspectos por decidir y, sobre todo, iniciar un proceso de licitación, desde el Ayuntamiento dicen que se trata de una decisión firme.
Sin embargo no es la primera vez que se promete la instalación de WC públicos y no se concreta. La penúltima fue colocar unos en el centro de recepción de visitantes Porta Tarraco que se iba a construir en la entrada del Camp de Mart pero no vio la luz.
Los únicos baños de cabina autolimpiantes que hay en la ciudad están en el Parc del Francolí, aunque los vecinos no recuerdan haberlos visto abiertos desde la inauguración del parque. El de la foto que acompaña la noticia está tan lleno de grafittis que resulta casi imposible adivinar qué es aquella estructura.
Un tour ‘miccional’
Mientras llegan los nuevos baños públicos decidimos hacer un tour por algunos de los baños de la ciudad que, sin ser baños públicos como tal son de acceso abierto.
Lo primero que salta a la vista es que todos están en dependencias que solo abren durante algunas horas, así que, si la urgencia aparece de noche, un bar o un restaurante serán la única opción. Además, ninguno está señalizado desde el exterior, con lo cual se necesita cierto conocimiento de la ciudad para saber que están allí.

Arrancamos en la estación de autobuses. Allí las cabinas que estaban en la parte exterior han desaparecido y quedan solo los de dentro. Contamos con la suerte de que entramos cuando acaban de limpiar y el suelo está recién fregado. La sensación de limpieza, no obstante, es difícil de conseguir debido a que todo está recubierto de un material oxidado y lleno de pintadas. Hay papel higiénico, pero hay que percatarse de que está burdamente atado con una cadena a la reja de la entrada.
Una de las usuarias es una señora que acaba de llegar de Galicia. Cuando le explicamos que en la ciudad no hay ni un baño público no da crédito.
Mari Carme Granados, portavoz en Tarragona de la Associació de guies habilitats per la Generalitat de Catalunya, explica que la instalación de baños públicos es una reivindicación histórica del sector turístico. Cuenta que cuando tiene grupos grandes de turistas se ponen en contacto con las agencias para pedirles que hagan una parada en la estación de servicio de El Médol antes de entrar en la ciudad «porque aquí no hay baños públicos».
La falta de baños llega a condicionar incluso la duración o el lugar de arranque de las visitas. En algunos casos la opción es entrar a los monumentos, lo que obliga a los visitantes a comprar una entrada aunque no lo tuvieran pensado. (Y los lunes están cerrados). La alternativa es: «buscarse la vida en alguna cafetería».
Dolor de cabeza en los bares
Los siguientes en el recorrido son los baños del Mercat Central. Aquí no tenemos la suerte de llegar después de la limpieza así que toca buscar un poco más para encontrar un cubículo limpio y en condiciones. Hay alguna tapa rota. Con todo, un par de señoras dicen que este es su «baño de referencia» cuando están por el centro.
Enfilamos hacia la Rambla Nova y, aunque no hay ningún baño, encontramos a dos señores mayores que nos llevan hasta el sitio exacto donde había unos subterráneos frente al Bar Motoclub.
Por el camino encontramos un restaurante de una cadena de comida rápida. Desde fuera se ve un cartel que anuncia que los baños están en la planta superior... Pero nuestro gozo en un pozo. A la entrada hay una especie de intercomunicador en el que hay que teclear una clave para poder abrir.
A medida que nos acercamos al Balcó del Mediterrani comienzan a aparecer los carteles que, palabras más palabras menos, anuncian que el baño es exclusivo para los clientes del establecimiento.
Los restauradores que consultamos aseguran que es un auténtico dolor de cabeza y fuente de innumerables conflictos. «Lo peor es cuando hay cruceros, es un desfile sin parar de gente... Pero es un problema de todo el año. Cuando me lo piden generalmente no lo niego a nadie, pero hay gente que entra sin saludar siquiera». Lo comenta mientras justo en ese momento un señor de mediana edad se adentra en el establecimiento sin mediar palabra.
El siguiente al que acudimos es el de la Antiga Audiéncia, ya que el acceso a los baños de las dependencias municipales es público. Es, con diferencia, el mejor de los wc del recorrido. Está impecable aunque hay un pero importante: además de no estar señalizado desde el exterior, no es accesible porque hay que superar unas escaleras para entrar.
La última parada son los del Ayuntamiento en la Plaça de la Font. El vigilante explica que es frecuente que entre gente pidiendo el baño. En este caso la accesibilidad sí que es correcta. No solo hay un baño adaptado y un cambiador, sino que a la entrada hay un cartel que explica con pictogramas que aquello es un WC. Aquí, una vez más, la limitación son los horarios. Olvídese de entrar noches y domingos.
A una mujer que sale del cubículo contiguo le damos una alegría cuando le explicamos que se proyectan siete baños públicos: «al fin podremos mear tranquilos», exclama.