Xavier Fort, el ‘mossèn’ que tiene el cielo ganado

«Gracias de corazón». Aunque dice que «los curas no son de ningua parte», el mosén del Serrallo y del Joan XXIII ha recibido este martes el título de Fill Predilecte de la Ciutat

23 enero 2024 19:41 | Actualizado a 23 enero 2024 21:37
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A sus 86 años y todavía sin perder el humor. Con su característica parsimonia llena de simpatía y amor, ‘mossèn’ Fort ha recibido este martes el mayor honor que puede entregar el Ajuntament de Tarragona a sus hijos. En un acto emotivo, simple y justo en la Antiga Audiència, el alcalde Rubén Viñuales ha otorgado el título de ‘Fill Predilecte de la ciutat de Tarragona’ al ángel terrenal Xavier Fort por ser un «gran tarraconense y sobretodo por ser mejor persona».

La historia de mosén Fort no es corta. Bélgica, Brasil, Estados Unidos y una suma cuantiosa de partes del mundo en los que Fort ha estado y de los que guarda unos grandes recuerdos. Sin embargo, nada comparable a su paso por el Serrallo y el Hospital Joan XXIII. La conversación del padre con el ‘Diari’, previa al acto de entrega del título, parece un pasatiempo más para él, un divertimento: «Permíteme que te trate de ‘xato’, como lo hacemos en el Serrallo», pide el reverendo. Pues tráteme usted como quiera, ‘mossèn’. «Lo haré, porque tengo 86 años, y el Santo Padre tiene 87, así que me ha ganado», se ríe él, ironizando sobre la posibilidad de llegar a ‘atraparlo’ algún día.

«Ser Fill Predilecte para mi era una cosa impensable, me supera del todo»

Mosén Fort

Xavier Fort Subirats, mosén Fort, es hijo no del Serrallo sino de la Part Alta, de la calle Santa Anna, aunque «un mosén no es de ninguna parte». Ya de joven sabía a qué quería dedicarse, y a los 13 años entró en El Seminari tarraconense para estudiar la doctrina católica, una formación que terminó doce años más tarde. Pasó por Montblanc, Texas y las minas de carbón belgas, pero de toda su historia, la parte que le gusta más explicar es la que tiene suelo tarraconense. «He estado en muchos sitios pero los más especiales son el Serrallo y el Hospital Joan XXIII, donde he dedicado gran parte de mi vida», explica el padre con tranquilidad y ternura. «Cuando te destinan en un sitio como el Serrallo te conocen más, pero esto es gracias a los ‘serrallencs’», dice.

El reconocimiento se ha llevado a cabo en un acto emotivo, simple y justo en la Antiga Audiència

En el Serrallo, a pesar de su breve estancia de siete años (breve para él), pronto se convirtió en un personaje importante y capital para el barrio. Impulsó el regreso de la professó marítima del Carme y la creación de la Colla Xiquets del Serrallo, lo que define como «un parto doloroso y con cesárea», sirviéndose del vocabulario de su actual ocupación. Una colla castellera es «el alma» de un lugar como el barrio marinero, donde la gente «se engancha enseguida» y consigue una gran unión. «Allí entré con el pie derecho, yo proponía cosas y la gente del barrio me seguía, lo que decía yo iba a misa», recuerda él, jugando con el idioma como capricho. Una buena respuesta a aquellos que le vaticinaban que el Serrallo le quedaría pequeño a alguien que se había puesto entre ceja y ceja hacerlo grande.

Entre luces y sombras de su pasado se puede permitir el derecho de pasar por encima de los episodios menos agradables, y más en un momento vital como el de mosén Fort, justo antes de ser nombrado Fill Predilecte. Después de unos sucesos tristes acabó dejando el Serrallo para servir al Hospital Joan XXIII, donde ya lleva tres décadas. Fue una decisión salomónica después de probarlo unos días: «Me gustó tanto que me quedé». Allí hace también de cura pero, como en el Serrallo, lo de ‘cura’ se le queda corto ya que más que bendiciones reparte humor con todo el mundo. «El Serrallo y el Hospital son muy diferentes pero en ambos casos lo más importante es estar ahí, simplemente estar», certifica. No hay ningún secreto.

Lleno de anécdotas y curiosidades, podría rellenar más de una página al ‘Diari’ con alguien que es más que Fill Predilecte de la ciudad. «No me ha quedado nada por hacer, me ha gustado todo lo que he hecho y siempre he sido muy feliz, así que no sé qué puedo pedir más», se pregunta ‘mossèn’ Fort, que se despide con un último consejo al entrevistador y a los lectores: «Se tiene que ser feliz cada día: hoy, mañana y pasado; y no esperarte a llegar a los 86 años». Claro, él compite con el Santo Padre y tiene el cielo ganado.

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